El desenlace de la semifinal de la Europa League entre el RC Celta de Vigo y el Manchester United pareció más objeto de análisis para la psicología que para el propio fútbol. El juego practicado fue irregular y, durante la mayor parte del metraje, bastante incompleto, lo cual dejó la clasificación en bandeja para aquel que se atreviera a tomarla con convicción, pero la inexperiencia de los celestes y el, probablemente, gran defecto de Mourinho en el presente alargaron el último acto de la tragedia hasta el mismísimo minuto 96.
La puesta en escena de unos y otros no se separó de lo esperado; las alineaciones fueron las conocidas. En cuanto a las propuestas estilísticas, sería el Celta quien asumiría el control del balón, haciendo que el primer compás del encuentro consistiese en una posesión alejada de la zona de peligro de Romero que casi siempre pasaba por los pies de Pablo Hernández y que tan solo Iago Aspas, con más pasión que astucia, trataba de acelerar para crear peligro. Hubo alguna recepción que destapó los déficits de Ander Herrera como mediocentro para gestionar su espalda a nivel defensivo, pero no hizo demasiado daño porque el ineficaz desempeño de Guidetti en la punta dio margen para la anticipación y el achique sobre Aspas tanto a Blind como, en especial, a un exuberante Bailly.
Rashford ha sido el atacante más decisivo de la semifinal.
No tardó mucho Rashford en volver a cargar de razones a quienes le señalan como uno de los grandes nombres del futuro de la Champions. Ciertamente, sus contactos con el balón desataban un peligro que no tenía nada que ver con el que era capaz de generar cualquier otro. Además, lo hacía con varianza: desmarques, conducciones, regates en espacios reducidos, toques de calidad… Justo uno de estos últimos, hacia la cabeza de Fellaini, implicó el 1-0 que dejó grogui al Celta y dio comienzo al mejor intervalo del Manchester United. El daño solía nacer en un cambio de ritmo desde el sector izquierdo, fuese en botas de Pogba, de Mkhitaryan o, sobre todo, del delantero canterano. Sergio Álvarez, indiscutible hombre de la eminatoria, de nuevo, mantenía vivo el sueño gallego.
Mourinho le dio la vida a Berizzo echando al United hacia atrás.
Pero como le ha sucedido en demasiadas ocasiones y cada vez sorprende más por el hecho de ir contra la evolución adoptada por el fútbol de élite, al regreso del descanso, Mourinho ordenó un repliegue que concedió al Celta metros, pelota y fe. En apariencia, no hacía ninguna falta, no tenía ninguna necesidad de ello, pero tomó esa decisión. Y ahí, la sociedad formada por Jozabed, que suplió a Wass, y Pione Sisto -ha sido la única superioridad individual que el Celta ha esgrimido en su parcela ofensiva- se empezó a menear el árbol de la esperanza. Las sustituciones de Berizzo, ultra ofensivas, acabaron dibujando un 4-2-4 con Jozabed y el Tucu en el doble pivote que encerró al Manchester United sobre la meta local y que terminó significando un gol desde el teorema más refranero de este deporte: «Tanto va el cántaro a la fuente que, al final, se rompe».
El Celta tenía poco pero suficiente tiempo por delante para lograr la machada, quizá le habría valido con continuar de la misma manera, pero no supo saber estar. No actuaron como 11 futbolistas centrados; más bien parecieron 11 de aquellos heroicos gallegos que coloreaban de celeste la grada más roja. Iago Aspas, con aquel cambio de orientación inexplicable que su zurda jamás emitiría en circunstancias normales, fue la confirmación de que, antes de ganar, el Celta necesitaba pasar por un trance como este. Europa exige un aprendizaje.
Foto: MIGUEL RIOPA/AFP/Getty Images
Lucas 12 mayo, 2017
Yo creo que el Celta la tuvo sobre todo porque Mou hace años que no es Mou y su Manchester está muy lejos de ser un equipo de élite . Ver , como dice Abel , que ganando 1-0 el United salga en la segunda parte replegado en su campo , sin futbol , es demoledor …