La Juventus de Massimiliano Allegri se subió por penúltima vez al cuadrilátero para demostrar que en Italia es el peso pesado que decide dónde y cuándo asestar los golpes definitivos. Su Coppa ante la Lazio, un ejercicio de suficiencia demoledor, se desarrolló sin apenas emociones, en uno de esos escenarios en los que la voz y el voto corren de su cargo, subrayando una superioridad que deja a sus rivales muy necesitados de golpear primero y que, además, las cosas le vayan sonriendo. De lo contrario todo caerá por el propio peso específico de un equipo prácticamente intocable en lo referente al fútbol italiano.
Esta vez fue la Lazio de Simone Inzaghi la que se vio aturdida por el poder que la Juve maneja actualmente, cuya intensidad se manifiesta en todo contexto y con igual resultado. Los laciales quisieron replegar y después presionar, cambiaron de dibujo y lo intentaron de diversas maneras, variables, todas, insuficientes sobre el césped. En ese intento de igualar la diferencia de nivel competitivo e influencia individual las cosas reflejaron lo que significan Daniel Alves y Paulo Dybala, dos cracks que vienen de explicar una semifinales de Copa de Europa. Se constató en la final de Coppa que cuestionar planteamientos desde el posicionamiento o el ritmo, desde la iniciativa o la réplica, a la Juve, ahora mismo, le viene siendo completamente indiferente.
Alves y Dybala fueron siempre demasiado para Inzaghi
Fue hasta tal punto así en la noche de ayer que las bajas de Khedira y Pjanic no comprometieron su discurso, adaptado a las circunstancias y con la tranquilidad de contar con piezas que ganan partidos con el añadido de darles forma y quitársela al rival. Inzaghi, aplicado en la defensa de su propio campo, con armas para dañar al espacio, se encontró sin ellos porque la Juve es un candado con la pelota, tratándola con el cuidado con el que se trata lo más delicado. La Lazio de Baldé, casi siempre en repliegue, vio pasar la circulación bianconera una vez los de Allegri se adelantaron con otro certero momento de puntualidad de esa leyenda llamada Daniel.
No contento con eso, Bonucci puso el 2-0 y le quitó toda la música a la sala. Los romanos, que salieron en 3-5-2, buscando el espacio para Baldé e Immobile, veloces a la contra, se vieron muy comprometidos por el resultado y por la baja de Parolo, lesionado en mitad del primer tiempo. Eso obligó a Inzaghi, no sólo a reconfigurar su ‘XI’ y su dibujo, sino a presionar arriba. La idea tuvo tintes dramáticos porque fue desperdigada, y eso lo vio Dybala para abrir en dos el sistema de Inzaghi con una agresividad, con una conciencia de hacer daño en la zona de pivotes ante las que nadie en Italia, en situaciones así, puede hacer frente. Esa aparición, la del astro argentino para castigar lo emocional, fue la puntilla. Ahí, en el control orientado de Dybala en la medular, se acabó definitivamente la final. La Juve es otro nivel.
Foto: Giuseppe Bellini/Getty Images
pedroseriea0822 18 mayo, 2017
Juventus controlo la final como si fuera un partido de liga mas.Con todo lo que significa.