Ya ha logrado triunfos decisivos ante cada uno de los mejores equipos del continente. Al FC Barcelona de Leo Messi, entre otras cosas, le quitó una Liga en el Camp Nou, al Real Madrid de la Décima le echó de la Copa del Rey, al Chelsea de la última Premier le apeó de la Copa de Europa y al Bayern Múnich de Guardiola le arrebató su última oportunidad de honrar el proyecto con su Champions consagratoria. Diego Pablo Simeone ha superado todos estos retos del fútbol y siempre en base a una misma rutina: la repetición de una única jugada ganadora. En ello consistía la fórmula de su éxito; buscaba las heridas de su adversario, escogía aquella que más a mano le quedase a su equipo y la salaba una y otra vez, hasta el punto de que, prácticamente, sólo hacía eso a lo largo de los 90 minutos. Eso, y defender bien.
En pos de detallar, podemos comenzar concretando que, contra el poderoso Barça, el objetivo siempre fue Jordi Alba. En la primera eliminación de la Champions, en el año del Tata Martino, fueron Raúl García en el salto y David Villa o Adrián en la continuación los que hicieron el desequilibrio cada vez que lo intentaron, mientras que dos cursos después, sería Saúl Ñíguez prolongando hacia los movimientos de Griezmann quien sembró el desconcierto en la zona del pequeño Alba.
Simeone exprimió la falta de poder aéreo del centro del campo blanco hasta que llegó Carlos Casemiro.
También en torno al juego aéreo cimentó Simeone sus principales ventajas contra el Madrid. La especie de pavor confeso que le genera Casemiro se debe a que, durante muchos derbis, la falta de una torre aérea en la medular blanca le permitió atacar desde muy arriba y ante un sistema desordenado por la pérdida de ese salto recurrente. Además, la debilidad de sus porteros y el equipo en general en el balón parado fue el otro filón que le habilitó para marcar muchos más goles de los que, a tenor del juego exhibido en aquellos partidos, era lógico. Hasta los saques de banda se convirtieron en un tormento para Ancelotti.
Retrotrayéndonos a la semifinal contra el Chelsea, cabe recordar la tremenda superioridad que propició la pareja Filipe Luis-Koke en el sector derecho del Chelsea, el que tenía a Ramires como pivote, a pesar de que Mourinho, consciente de la situación, reforzó el costado con un doble lateral con Ivanovic y Azpilicueta. Algo parecido, no en forma pero sí en el hecho de que el entrenador rival sabía bien dónde residía su tara, sucedió en la semifinal contra el Bayern de Pep, un conjunto que sufría sobremanera para sacar el balón desde atrás y a quien el Atlético sacó de la eliminatoria con una presión salvaje en los primeros minutos de la ida en el Calderón.
Yannick Carrasco es el hombre señalado para provocar un efecto «gota malaya» en la defensa de Zidane.
De cara a esta noche, existe una distanciamiento evidente en relación a los precedentes citados: en aquellos, a menudo el 0-0 no era una mala opción, hoy, el Atlético necesita una victoria por más de tres goles de diferencia. Sobra profundizar en el extra de dificultad que esto supone. Pero sea como sea, lo que sí se ha probado es que al Atlético de Madrid no le funcionan los planes globales y variados, sino los amparados en la repetición de una jugada específica, y hay un hombre que tiene mucho que decir aquí.
Desde que Casemiro se asentó en el once titular de Zidane, Simeone sólo ha inspirado dos acciones ofensivas en las que el conjunto rojiblanco se haya mostrado en ventaja rotunda, y ambas han estado protagonizadas por el belga Yannick Carrasco. Él fue quien revolucionó la Final de San Siro saliendo desde el banquillo, posicionándose como extremo izquierdo y martirizando en el uno contra uno a un Danilo que recién había suplido al lesionado Carvajal. El paralelismo con el contexto actual, aquí, sí es amplio, pues el lateral canterano ha vuelto a romperse y Danilo, aunque está en un buen momento personal, sigue adoleciendo de una floja defensa en los manos a manos. En otros términos, si el Cholo optase por mantener a Koke en banda izquierda para juntarlo con Filipe Luis y Griezmann y acumular posesión allí, fue en el último derbi liguero, el 1-1, cuando Yannick Carrasco creó la mayor parte del peligro del Atlético de Madrid tirando desmarques larguísimos a la espalda de Marcelo. Esta variante parece menos extrapolable al hoy porque, en teoría, con una ventaja de tres goles, Marcelo volará algo menos y cerrará más su espacio, pero debe quedar constancia de lo que sucedió en aquel empate.
Las opciones del Atlético de Madrid pasan por generar una sinergia enloquecida que conecte con la grada e intimide al Real. Para ello, un alto ritmo ofensivo será tan imprescindible porque una cadencia superior a la normal en cuanto a creación de peligro neto, y en esa clave, y atendiendo a la experiencia, Yannick Carrasco es el recurso más concreto desde el que Diego Pablo Simeone puede triunfar como siempre triunfó.
Foto: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images
roumagg 10 mayo, 2017
Creo que las declaraciones de Simeone sobre jugadores del Madrid deben tomarse muy poco en serio. Ha dicho de todo estos años: que Di María era el mejor (cuando era vox pópuli que estaba a punto de irse), que el que más le gustaba era Casillas (cuando era LA debilidad que permitía a su equipo conseguir resultados que no merecía y no se podían explicar ni desde el juego, ni desde la creación de ocasiones, ni desde ningún otro ámbito), etc. Es como cuando sacábais declaraciones de Mourinho menos de 2 años después de abandonar el club por problemas con el vestuario. El valor futbolístico no era relevante porque iban a hacer daño, hasta que con el tiempo ha mejorado la situación. Eso sí, lo de Casemiro tapando la vía de salida rápida que podía tener el Atlético es muy cierto. Tampoco están Mandzukick ni Raúl García (más bien, todo lo contrario, porque si juega Gameiro en esa vía no puede aportar), pero el impacto del brasileño es muy grande. Aunque yo creo que el equipo concedía por las dudas que, como comentas, se generaban desde la portería, y todo lo que eso desencadenaba a nivel mental. Y Keylor está recuperando el nivel y se le ve cada vez mejor.