Remontar un 3-0 en Copa de Europa no depende de quien perdió, sino de quien administra la ventaja. La Juventus FC es un gigante del continente y se comportó como tal desde el minuto uno, espantando fantasmas sin sentir miedo, y enviando al FC Barcelona el mensaje de que su única esperanza era jugar bien. Los de Luis Enrique lo intentaron y por fases lo consiguieron, aunque sin la claridad suficiente como para comprometer la estabilidad de un muro digno de su denominación de origen: Italia. Desde la temporada 2009/10, cuando el Inter de Milan conquistó Liga, Copa y Champions, no se presenciaba un ejercicio defensivo tan pulcro en un equipo hecho a imagen y semejanza del Calcio que siempre triunfó.
El comienzo del encuentro quedó marcado por el recuerdo de la proeza frente al Paris Saint-Germain. Aquel día, al Barça le funcionó la técnica de la intimidación, y con un exceso de tensión y electricidad, trató de provocar en los italianos lo que generaron entonces en los franceses. Como se dijo, la Juve no se achantó y aprovechó las ventajas que los locales dejaron tras su apuesta (espacios). Como en la ida, Allegri abrió mucho hacia los costados a Mandzukic y Cuadrado, dejando libre todo el centro a Higuaín, que ejercería de boya con buen acierto, y un Dybala que firmó 15 minutos iniciales de auténtico crack. El Barça asumió que así no habría forma y rectificó sobre la marcha. Iniesta se puso el mono de trabajo.
Neymar completó una actuación heroica y sólo a su alcance de la que, sin embargo, podrá aprender.
Fue el manchego junto a Neymar quien desató la dinámica que metió a los culés en campo bianconero. El problema quizá sobrevino de que no parecieron tener el mismo chip. El español, profundo y agresivo hasta el punto de que se desprendió de la base de la jugada para influir lo más arriba posible, dotaba al fútbol de una pausa y una capacidad reflexiva que trataba de retar al talento de la Juve; el brasileño, poseído por algún demonio, completó una actuación llena de exuberancia e impacto sin la que el Camp Nou nunca hubiese tenido fe, pero a la que le faltó un punto de esa precisión que otorgan las ideas diáfanas. Contar con un hombre capaz de completar 13 regates contra una defensa italiana es un don único que no puede traducirse sólo en ventajas indirectas que materialicen otros. Se insiste, Neymar hizo tanto que quizá fue incluso el mejor, pero de cara a doblegar a un monstruo o lograr una hazaña como la que se persiguió anoche, le faltó obtener mayor provecho del huracán que él mismo supone. Su choque recordó a aquella ya lejana primera Final de Copa América disputada por Messi contra Brasil en el año 2007. Mucha calidad, pero aun más cantidad. La fórmula de la victoria es justamente al revés.
El Barcelona logró que el partido se jugase en una única dirección hasta que Rakitic salió del terreno.
No obstante, el Barça le sacó un importante rédito contextual, pues el dominio espacial le perteneció de todas todas. Pudo colocar a Busquets en la zona en la que marca diferencias defensivas y optimizar el rendimiento de Umtiti, Piqué y Alba en la transición ataque-defensa, logrando una circunstancia propia de equipos buenos: alejar más de lo esperable el posible gol de la Juventus. El partido unidireccional que cualquier entrenador sueña cuando busca una remontada estaba siendo contemplado. Restaba un acierto desmesurado en la conversión de ocasiones o provocar un cortocircuito en la Vecchia Signora que le hiciera cometer fallos en su área propia.
La precisión sobrehumana compete a Messi y ayer no la tuvo. No puede decirse que no compareciera, pues aunque cabe la posibilidad de que cerrase demasiado su posición y eso redujera su presencia en el partido, lo más amenazante del Barcelona, el peligro verdaderamente tangible, llegó de sus botas. De modo sostenido, con su renacida conexión con Jordi Alba, que como lateral izquierdo en el recuperado 4-3-3 aporta un oxígeno al fútbol del «10» argentino que para él es vida. La llegada desde la segunda línea de Alba no sólo comprometió la estabilidad de la Juventus al suscitar un conflicto posicional entre Alves y Bonucci, sino que quemó a Cuadrado en defensa desactivándole del contragolpe de los de Allegri. Jordi Alba estaba haciendo que Higuaín se quedase solo arriba. Dicho lo cual, el mayor daño Leo lo causó con esos eslalons colaborativos en los que va avanzando a medida que, sobre todo, Iniesta y Luis Suárez le devuelven paredes en espacios reducidos. Así obtuvo tres posiciones francas que en el idioma del fútbol no se consideran ocasiones pero que, en su poder, suelen transformarse en gol. Sin embargo, ninguna acabó entre los tres palos. Ni el Camp Nou ni Buffon se atrevieron a confesarlo, pero tras cada uno de esos -en el sentido más relativo posible- fallos, todos vieron que no había eliminatoria.
Buffon no tuvo que realizar ni una sola parada de mérito a lo largo de los 90 minutos de ataque azulgrana.
Ante la ineficacia de la ecuación de la genialidad, Luis Enrique movió el árbol dando entrada a Alcácer en detrimento de Rakitic, e incluso metiendo a Piqué arriba para sobrecargar el área de la Juventus con talla, instinto y grandeza, pero la Vecchia Signora no iba a dejarse amedrentar. Sujetada por un Khedira impresionante que no estuvo por detrás de nadie, cuya colocación desviaba el tráfico culé hacia los costados y cuyo control sobre las segundas jugadas permitió a su equipo defender siempre en orden, la defensa italiana contempló las actuaciones más consagratorias de los no precisamente jóvenes Giorgio Chiellini y Leonardo Bonucci, que tras años de matices modernistas inspirados por Conte y continuados por Allegri, transmitieron lo de los zagueros azzurros de toda la vida. Y es cierto que la Juve nunca, o casi nunca, fue Catenaccio puro y duro, pero cuando a sus centrales se les pone cara de Gaetano Scirea, Paolo Montero o Fabio Cannavaro, su credibilidad crece de modo exponencial. De ahí que hombres destinados a errar, a no estar a la altura, a ponerse nerviosos, como Pjanic o Alex Sandro entre otros nombres, respondan como hijos de la gran Italia ante el ataque con más talento de la Champions.
Foto: GIUSEPPE CACACE/AFP/Getty Images
akatalento 20 abril, 2017
El partido de la Juventus fue emocionante. No es que no sufriera, es que tuvo todo el control de la situación en un Camp Nou hirviendo.
El Barcelona tuvo más fútbol que ante el PSG pero 1 tiro a puerta.
Por otro lado, quiero destacar a Sami Khedira: un auténtico espectáculo. Pena ese último año suyo con el Madrid en el que "no estuvo", pero creo que es el jugador más infravalorado de la élite.