Toni parecía una promesa anacrónica en la vanguardista cantera del fútbol alemán; su calidad resultaba irrebatible, pero por sus maneras, costaba más de lo justo creer en su futuro como crack. El deporte al que quería entregar su mente había cambiado, y de repente, pertenecía al dinamismo, a la aceleración, al juego en espacios reducidos, a todo eso que simbolizaban como pocos los Mesut Özil, Mario Götze o Marco Reus que crecían a la par suya. Sin embargo, Kroos, el niño más dotado del FC Bayern Múnich, lo que hacía, en apariencia, era rendir homenaje a las antiguas generaciones germanas campeonas del mundo, pues basaba su repertorio justo en lo mismo que aquellas: el orden y el golpeo de balón. Todo a cámara lenta, como antaño, en un ahora, el nuestro, de velocidad multiplicada, donde ni pestañear está permitido.
De la mano de Jupp Heynckes, primero en el Bayer 04 Leverkusen y más tarde en el club que le crió, Toni comenzó su carrera ocupando la demarcación de mediapunta, desde la que trazaba movimientos similares, como no podía ser de otro modo, a los de los trequartistas de los 70 y 80; o sea, la práctica totalidad de sus desmarques consistían en acercamientos a la pelota que le alejaban de la presión del oponente pero también del área del rival, algo que, a medio plazo, le iba a suponer una dura limitación, porque pocos equipos contemporáneos pueden permitirse que el segundo futbolista más adelantado de su 4-2-3-1 tienda a irse de la zona del gol. Además, lo suyo no era un gusto, sino una necesidad, ya que carecía de cintura para jugar entre líneas. Su falta de agilidad le condenaba a buscar, atrás, tiempo y espacio. El fútbol moderno no era el ideal para un trequartista como Platini, Prohaska o Netzer, que es lo que nuestro protagonista llevaba dentro, pero aquellos cursos con Jupp no fueron tiempo perdido; le ayudaron a comprender qué sienten y qué necesitan quienes, por delante de él, hoy, esperan sus pases.
Kroos estaba tan cómodo con Guardiola que pecó de conformista en los partidos más importantes.
Pep Guardiola fue su siguiente entrenador, y con él mantuvo una relación que no fue recíproca. Quizá sí en cuanto a admiración, pues ambos se respetan muchísimo, pero no en cuanto a aporte, debido a que el maestro le dio a su pupilo más que el pupilo al maestro. Fue él quien supo valorar que, en el siglo XXI, Kroos era un centrocampista de base de la jugada, de primer escalón del mediocampo, llamado a jugar siempre de cara y a tocar el balón más de 70 veces por partido, porque era capaz de mejorar todas, pero todas, las posesiones en las que participase. Ese era su don: siempre tomaba la decisión correcta y, si tenía un metro y un segundo, nunca fallaba en lo técnico. Para más inri, era el único sub-25 que respondía a ese perfil. Es decir, de adaptarse a su nuevo rol, Toni iba a ser una ventaja estratégica para la Champions League; en la era en la que más importancia ha tenido tocar el balón con criterio -incluso aunque se tenga un 35% de posesión-, él podía convertirse en el único gran especialista vivo. Pero con Pep, no pudo. Con el tiempo, es seguro que lo habría logrado, pero no hubo. Firmó por el Real Madrid.
En España se reunió con Luka Modric, un hombre trascendental en la evolución de su carrera. Fue justo él quien, en la semi de la Champions de 2014, dejó constancia de qué era lo que Kroos estaba haciendo mal en Múnich. Se trataba de una cuestión de comodidad. Una vez Guardiola le retrasó a la posición de interior izquierdo, el chico descubrió el paraíso; dejó de recibir de espaldas, desaparecieron los acosos de los pivotes y, encima, pasó a dirigir -dirigir con todas las letras- un equipo que tenía más del 65% de la posesión. ¿Qué más podía pedir? Nada. Por eso bajó la guardia, como hace un ejército después de la guerra. En lugar de intentar ganar metros en el campo para que la circulación bávara fuera más dañina y el contraataque del oponente empezase desde más atrás, Kroos halló un remanso de calma un poquito por delante de la línea divisoria y muy abierto en la izquierda, y desde allí dominó la Bundesliga gracias a su pie de oro. Pero al ultra agresivo centrocampista croata de los merengues no le hizo prácticamente nada. Modric se le comió cuando defendió, empujándole aún más atrás porque el alemán huía de cada presión, y también al atacar, demostrándole que cuanto más arriba se dé un pase bueno, más poderoso resulta el mismo.
Con Ancelotti, Kroos jugó de pivote. Durante cuatro meses, se lo pasó pipas. Después, sufrió horrores.
Mas con Toni pasa una cosa, y deriva del hecho de que el chaval es una esponja. En su primer año en el Real, compuesto por cuatro meses de fútbol sublime y cuatro de agonía dolorosa, compartió sueños y pesadillas con tres centrocampistas de los que podía aprender mucho: el propio maestro Modric, Isco y James Rodríguez. Pese a ejercer de mediocentro y formar parte de una idea mucho menos posicional y libre que la de Guardiola, Kroos asimiló la importancia de ganar metros sobre el campo y adquirió recursos técnicos para saltarse la barrera de su falta de agilidad (su control orientado, quizá hoy el más eficaz de Europa, no tiene nada que ver ahora con el que exhibía en Alemania). Además, del entonces inspirado James capturó el concepto de que, cuando se tiene una precisión como la suya, en cualquier momento, sin excepción, se puede crear una ocasión de peligro si se tienen activado el chip y los ojos inyectados en sangre. Y todo esto que fue incorporando a su mente y a su cuerpo explotó, a lo bestia, cuando se rompieron las cadenas de Benítez y el nuevo entrenador le dijo aquello que viniera a decirle.
Zidane mezcló dos ideas a simple vista contradictorias que en la práctica se consagraron en un modelo de juego muy competitivo: a sus futbolistas les pedía que se atrevieran a todo; a su equipo, que tuviera mucho cuidado. Dicho de otro modo, proyectó un sistema conservador en el que su medular, en vez de hacer el triángulo, dibujaba una suerte de trivote que, de modo notable durante su ataque, se quedaba detrás de la línea del balón; y así con cualquier cuestión táctica, eligiendo siempre la solución menos riesgosa. Pero al unísono, cada jugador en particular gozaba de libertad para, con la pelota, exhibir la clase que Zidane les recordó que tenían. A él, en concreto, desde la demarcación de interior izquierdo (no de mediocentro como con Ancelotti), por delante de un Casemiro que le libraría de mucho desgaste.
En ese marco, Kroos desempeñó un papel fundamental porque dotó de un mínimo de fluidez, una gota de sorpresa y, lo determinante, un criterio más que notable a una posesión de balón que no se veía en absoluto favorecida por la colocación de los futbolistas blancos. Pensaban en no fallar en defensa hasta cuando atacaban el otro área, nadie se movía para crear líneas de pase por tal de quedarse guardando su zona por si el rival robaba y salía pitando, y bajo esas premisas, resulta muy difícil convertir el balón en algo distinto a un marrón; pero Toni, en trance, empleando tanto su perfecto cambio de orientación como su excepcional capacidad para dar un pase a un compañero que no ha conseguido desmarcarse, lo consiguió. Los minutos iniciales de la Final de San Siro son, en este sentido, el cielo azul. Su pases a compañeros cubiertos juntaban las piezas del Atlético allá donde él quería; sus cambios de orientación castigaban la zona que él, con lo anterior, había liberado. El alemán estaba brillando a modo de director colosal en un equipo que no parecía concebido para que ello sucediera. Toni Kroos había alcanzado tal nivel que se imponía ante la propia y misma realidad. Se atrevió, incluso, hasta a driblar por primera vez.
En este Madrid discontinuo, los movimientos de Isco y Benzema son los que más le ayudan a sobresalir.
Sucede que ganar la Champions reporta un extra de confianza que los jugadores campeones desean convertir en disfrute, y Zidane, gran conocedor de estos códigos, intentó imprimir a su Madrid un sello más divertido. Entre las novedades más específicas, cabe señalar, por citar una ofensiva, cómo Luka Modric, en lugar de quedarse cerca de Casemiro, está haciendo diagonales larguísimas que le llevan a acabar en zona de extremo derecho, lo cual debe suponer un riesgo defensivo a cambio de un beneficio en ataque. Otra medida ambiciosa desde un punto de vista estilístico radica en cómo la presión no la hace Kroos solo con sus dos compañeros resguardando, sino que fija Casemiro solo y presionan croata y alemán juntos. Y es que, en general, el Madrid ha parecido un conjunto más enfocado a robar antes y a crear más ocasiones de gol. Con una particularidad: mientras que con el modelo conservador alcanzó una regularidad de la que fiarse, con este rostro más alegre se ha mostrado de lo más irregular. El año pasado, a Kroos no se le ofrecía un contexto táctico dado a la asociación, pero sí la certeza de que el Madrid dominaba las segundas jugadas e iba a gozar de repetición de ataques, y a sufrir pocas situaciones en las que debiera correr hacia atrás. En esta 2016/17, el colectivo de Zidane ha firmado choques de brillantez superior, pero también otros sin continuidad alguna donde a Kroos le ha costado más trabajo hacer su juego. Si bien en cada encuentro, y no hay mejor prueba que el último derbi de la capital, lleva al Real Madrid, sin variaciones, a una posesión dos puntos superior a la que presentaría sin él. Kroos muestra tal maestría dirigiendo la circulación que permite a su entrenador, en la hora menos proclive a ello de la historia, poner el acento en otras cuestiones. Aunque también surge una pregunta: ¿qué sería de su madurez en un contexto que priorizase potenciarle y lo hiciera con éxito?
Foto: JAVIER SORIANO/AFP/Getty Images
Xisco_Rincon 12 abril, 2017
Kroos es el absoluto director del Madrid desde su llegada, la salida de Xabi le dió la batuta y desde el primer día mostro su calidad. Tal vez no sea este Madrid con Marcelo y Carvajal de interiores y una BBC lanzada la mejor para que Toni lueda mostrar todo lo que tiene de MC, pero desde el interior izquierdo está dando clases. No puedo tampoco dejar de recordar que lo mismo le paso a Xavi Hernandez, sus primeros años la gentr lo quería como sustituto hombre por hombre con Guardiola, pero carecía como Toni de esa super capacidad defensivo-tactica que sí tenia Guardiola (o Xabi Alonso), fue pasarle al interior y demostrar que un equipo de fútbol se puede dominar desde otras posiciones (Alvés lo hizo en su Sevilla desde el lateral). Kroos es el absoluto ritmo del Madrid. No por casualidad es este el Madrid de sus centrocampistas: Kroos, Modric y Casemiro a tope son compenetración táctica y no solo atacando. Kroos, como Xavi, tiene el don de conservar el balón, le cuesta muchísimo perderla y siempre la pasa al mejor situado. Un lujo para cualquier equipo.