Hubo un tiempo, en el fútbol, es una expresión que puede referirse a una época muy cercana. Si bien parece decir que aquello queda muy lejos, para la evolución del juego puede ser muy poco. La figura del delantero centro es un ejemplo perfecto para ilustrar esta sensación, pues hubo un tiempo en el que los delanteros, y no fue hace tanto, no participaban de la misma manera. La intervención alejada del área es un sinónimo de calidad para el espectador de hoy, educado bajo unos parámetros que han obligado a cada demarcación a hacer cada vez más cosas. Sin embargo, esa perspectiva es reciente. Hace 10 o 15 años, podría decirse que los delanteros eran como Roy Makaay.
Y lo eran por sus características, no por la incompatibilidad de sus virtudes con el fútbol de hoy. Ver un encuentro del año 2003 es encontrar muchos más espacios que ahora, con una diferencia sorprendente. La creación de espacios ante sistemas zonales y trabajados viene siendo el contexto que más suelen enfrentar los equipos en la Copa de Europa y aunque el ritmo es altísimo, la zona por la que se juega el balón tiene muchos adversarios rodeándolo. El jugador se ha acostumbrado a jugar con el tiempo, donde el control de balón y llegar antes que tu par a una zona reducida marca todas las diferencias. Para los ‘9s’ de comienzo de siglo, las tareas eran más simples, pues el espacio aparecía con más facilidad, donde el desmarque largo y el remate a portería dibujaba la jugada clásica.
En poco tiempo, la progresión del ‘9’ ha sido profunda
Dicha tarea, enfocada en la última franja del terreno, especializaba a sus intérpretes, que no eran mirados ni fichados como sucede con los arietes de hoy, vigilados por la suma de ello… más el pase, la movilidad, la jugada nacida desde la nada, el esfuerzo defensivo o el número de intervenciones que son capaces de hacer por encuentro. Hoy nacen Benzema, Griezmann, Agüero o Suárez, todoterrenos, donde antes la principal virtud residía en ser efectivo y letal en lugar de ser capaz de generar superioridad en mediocampo o fabricar espacios cayendo a banda.
Es por ello muy interesante comprobar las diferencias de mentalidad y concepto de la demarcación que tenía el protagonista de este texto, un Roy Makaay que los marcaba a pares sin tanta finura ni tantísimo despliegue técnico y de acción, y que años atrás establecía lo que debía ser un delantero centro puro, con un punto en común, el control de balón, y un punto diferente: hoy el delantero tiene que controlar para rematar pero también para jugar, para dar continuidad. En los tiempos de Makaay los goleadores se enfocaban en el remate.
El remate era cuestión primordial en un ‘9’ como Makaay
«Para mí, el control es lo más importante», expresaba Makaay en una entrevista para ‘El País’ en 2007. «Con un solo toque puedes encontrar el espacio para tirar a gol. Con dos toques, igual el defensa ya tiene ese medio segundo para bloquear el balón. Si controlas bien, tiras bien porque no le das tiempo al portero a colocarse. Sobre todo, hay que procurar que tu desmarque te lleve a controlar cerca de la portería». El discurso es el de un misionero del remate y la portería, de un traductor de la jugada. Integrante de la gran escuela holandesa que elevó como nadie Marco van Basten, el otro gran poder de un delantero era rematar con las dos piernas, cargar el disparo desde ambos perfiles. «Desde muy joven he intentado controlar y patear con las dos piernas, si un central sabe que rematas sólo con la derecha, tapa la derecha y se acabó».
El desmarque para habilitarse y su impresionante disparo a portería con las dos piernas -merece la pena recordarlo- siempre acompañaron tanto el fútbol como la mentalidad de un delantero heredero de la ortodoxia holandesa, ecónomica y elegante en su técnica. Célebre fue la suma de talento que dificultó en su momento a Dick Advocaat cada alineación, cuando Kluivert, Makaay, van Nistelrooy, van Hooijdonk y Hasselbaink pedían un sitio. Primero en el Tenerife y después en el gran Deportivo de la Coruña de Jabo Irureta, Makaay hizo lo posible y lo imposible por ganar esa carrera en su selección, pero en aquellos tiempos y ante tal nómina, compaginar a dos de ellos en un sistema se hacía complicado. Sus facultades se solapaban, y ninguno de ellos podía disfrazarse de segundo punta, incluído un Kluivert excelso en el juego pero necesitado de la zona de referencia para facilitar la llegada de segunda línea. Makaay debía esperar su oportunidad o subordinarse en el 4-4-2 a caer a banda.
El holandés disponía de un disparo formidable con ambas piernas
«Ahora, nosotros (Países Bajos) jugamos más con dos delanteros mientras que el Madrid juega con uno arriba y un media punta. Esto hace que yo me tire más a las bandas que Ruud. Cuando estás solo arriba, no puedes ir a la banda porque el área se queda vacía. Cuando son dos y uno va a la banda, el que va a la banda sabe que puede hacer un uno contra uno porque su centro va a encontrar rematador». Pero para recordar al mejor Makaay, el del Dépor y el del Bayern hay que acudir a su carácter perfeccionista, al cincel rematador que por repetición y ajuste perforaba las redes probando al mejor portero de su tiempo y sólo mirándose a sí mismo.
«Lo hacemos mucho. Al acabar el entrenamiento, le tiro mucho a gol. No tiro por tirarle, sino porque entre los dos hay una rivalidad. Quiero meterle goles. Para mí es bueno porque tengo enfrente a uno de los mejores del mundo. Y para Oliver (Kahn) también, porque el que le tira es uno de los mejores. Esto lo mejora a él y me mejora a mí (…). No sigo a ningún otro delantero. Yo me miro sólo a mí mismo. Cada uno tiene un estilo diferente. A veces, miro la tele, veo a otro punta y pienso: ‘¿Cómo lo hace?’. Pero hay cosas que no encajan en tu estilo. No hay que probar gestos ajenos. Hay que intentar mejorar tu propio estilo». Y hacerlo en tu propio tiempo, pues en cada momento se juega de una manera. Roy puede decir que hubo un tiempo que fue suyo.
Foto: Dean Mouhtaropoulos/Bongarts/Getty Images
Kim Jon un 23 marzo, 2017
Después de este artículo y las declaraciones de Paolo Maldini, da la sensación de que antes primaba la especialización, ahora por contra ser multifunción.
Supongo que esto es vida moderna (gran programa)