Kanté se dio a conocer durante la fascinante epopeya que convirtió al humilde Leicester de Ranieri en campeón de la liga más millonaria del mundo. Se trataba de un centrocampista sin posición fija que corría detrás de la bola y exhibía un instinto natural para quitársela al adversario. Su impacto físico, en un torneo sin rutinas asociativas de las que hacen que la velocidad del balón reste importancia a la de los propios futbolistas, marcó la diferencia en un equipo que, pese a su éxito, carecía de ambiciones en cuanto al juego, que era muy simple, que, en realidad, ganó la Premier porque el resto lo hizo mal, no por mostrar un nivel equiparable al del United de Ferguson, el Chelsea de Mou o el, visto con perspectiva, subestimado City de Mancini.
Así pues, Kanté había hecho historia en Inglaterra pero aún no podía afirmarse que fuese jugador para un equipo grande. Eso tendría que demostrarlo integrado en un sistema que, de verdad, y desde la jornada uno, buscase levantar el trofeo que ya lucía en su palmarés.
Kanté es hoy más futbolista que cuando ganó la Premier 2015/16.
El pequeño ídolo de Leicester aterrizó en Londres para formar parte del proyecto que iba a liderar Conte en Stamford Bridge. El glamour de Guardiola, el carácter de Mourinho o el carisma de Klopp desviaban el foco de la capital del país, pero el Chelsea iba a ser quien se llevase al gato al agua y construyera el mejor equipo de la competición. Y mediante ese proceso, hizo con Kanté lo mismo que había hecho casi tres lustros antes con el hombre con quien más se vinculaba a nuestro protagonista: como sucediera con el histórico Makelélé, N´Golo, de azul, iba a transformarse en un activo mucho más completo de lo que lo había sido en el club que lo vio explotar.
Ha formado con Matic con un doble pivote tácticamente paciente.
El Chelsea de Conte es contracultural dentro de la Premier porque su idea básica consiste en ralentizar el ritmo de los partidos en vez de en aprovechar que están rotos. En pos de ello, no vacila en regalar metros ni en negociar su presión, optando a menudo por un bloque bajo compuesto por cinco zagueros y un doble pivote de perfil defensivo. Pero que no presione de modo arbitrario no implica que no presione nunca, sino que selecciona los momentos ideales, y ahí Kanté está teniendo un valor desmedido porque, siempre que sale de su posición, concreta el robo. Es decir, a su inigualable, porque hoy por hoy es inigualable, capacidad para el quite, agrega que, cuando falla, no sucede nada en contra, porque sólo asume el riesgo de ir y meter el pie cuando su espalda está cubierta por ese Matic que se fija tanto y la ayuda del extremo/mediapunta derecho.
Pero expuesto esto, cabe reseñar que el salto más grande Kanté lo ha experimentado en sus labores con balón. Aprovechando que la posición súper abierta y adelantada de los carrileros Alonso y Moses en ataque dota al esquema de una amplitud absoluta, una amplitud que además condiciona al oponente abriéndolo y retrasándolo, el medio francés ha adquirido criterio y está haciendo gala de un pase largo que, si bien podría mejorar su velocidad, va sobrado de precisión. Y con las dos piernas. Sumando este aporte fijo -y troncal para el fútbol del Chelsea- su personalidad para conducir el balón y batir líneas cuando detecta pasillo libre, debe concluirse que el bueno de N´Golo, aparte de en una pieza clave en un, salvo hecatombe, campeón de la Premier con nivel para tal, se está perfilando como un centrocampista, ahora sí, con opciones de causar un impacto en la próxima edición de la Champions League.
Foto: Richard Heathcote/Getty Images
Juan Plaza 22 marzo, 2017
No me gusta el Chelsea. Ojalá lo cace el Tottenham. Kanté magnífico en la Premier, ¿pero sería el mismo en contexto continental?