El aficionado al fútbol vive en la contradicción de adorar con locura la aparición de nuevos talentos, pero buscar en ellos la esencia de lo ya conocido. Sienten adrenalina al descubrir, pero pasión al recordar. Es por eso que casos como el de Marco Verratti causan tal sensación. El ‘boom’ de Andrea Pirlo como tótem cultural del fútbol italiano y su renacimiento estaba en su apogeo cuando el pequeño mago de Pescara dejó de ser fantasista y fue convertido en regista por Zdenek Zeman a los dieciocho años. Pirlo había vivido dicha transformación una década antes y así fue como se convirtió en el mejor futbolista italiano de su generación. La comparación fue inmediata y fulminante: Marco era el nuevo Andrea.
La aparición de Verratti evocó los mejores recuerdos de los tifosi
Su fichaje por el París Saint-Germain de Carlo Ancelotti no hizo sino arraigar la idea en el imaginario. Un mediapunta artista y genio, y de, a priori, físico endeble al que se le iban a dar las llaves de todo el mediocampo poniéndolo en el corazón del juego. Una estrella ofensiva donde nadie sabe defenderlas. Porque eso era Pirlo. Y eso también era Verratti. Sin embargo, la llegada al banquillo parisino del fantástico entrenador y obseso del balón que es Laurent Blanc lo cambió todo. El francés vio en el italiano el futbolista que su propuesta necesitaba para ser radical: un centrocampista de técnica sublime y voluntad de participación sempiterna. Un pasador empedernido, controlador y creativo en un equipo de posesión total… su Xavi.
Y así se encontró Verratti, con poco más de veinte primaveras, con la obligación de ser el sucesor de los dos mediocampistas más importantes de la Champions League en los últimos diez años. Y además, de dos futbolistas que representaban dos estirpes y estilos ligeramente contrapuestos: por un lado, uno que tenía la obligación de arriesgar casi siempre en sus pases para crear ocasiones de gol; y, por otro, el dios del control absoluto. Entre esas dos aguas navegó, sumándole una dosis de agresividad y sacrificio con la que no contaron ni su compatriota ni el catalán. Un día parecía la reencarnación de Xavi, con su propia versión de la ‘pelopina’, y otros el heredero legítimo de Pirlo. Y quizás eso era un problema porque un tipo como Verratti debería ser capaz de labrarse un nombre propio en la conciencia colectiva.
Con Blanc, se convirtió en un futbolista de cien pases por partido
Y digo era porque algo ha cambiado. Verratti se había enfrentado en Champions al Barcelona, Real Madrid y al Chelsea en temporadas anteriores y puede decirse que en todos los partidos tuvo algún impacto, aunque fuese visual, y aun así nunca había dejado el regusto de crack de la competición que sí dejó en ida de los octavos de la presente edición. Fue el hombre del encuentro. Y lo hizo siendo Marco Verratti, el primero de su nombre. Un mediocentro que aúna control, magia y talento defensivo a raudales. Una joya única; un rey sin corona en busca de ella. Esta noche quizá pueda ser la de su coronación.
Foto: PHILIPPE LOPEZ/AFP/Getty Images
marti 8 marzo, 2017
Verrati no jugo contra el Manchester City que yo recuerde