Gareth Bale acapara casi todas las virtudes que puede presentar un atacante en el fútbol moderno. Y una más; esa que le convierte en una pieza única y de valor estratégico incalculable: se trata, junto a Messi, del único crack del presente que supone una amenaza de muerte para su adversario sea cual sea el sitio donde reciba la bola.
La gran consecuencia práctica que nace de ese don no radica en su impacto directo, ya que, al fin y al cabo, no en todos los partidos puede Bale agarrar el balón en su propio campo y crear una ocasión de gol; en realidad, es la amenaza de que eso pueda suceder lo que altera tanto el juego como el estado de ánimo de su rival: intenta no dejar espacios atrás aun a costa de atacar con menos gente, siente pánico a perder un balón tonto que permita un contragolpe franco… En general, y por resumir, Bale ultra condiciona el fútbol natural de sus víctimas volviéndolas más precavidas y recortando su potencial. Y cuanto más importante es el encuentro disputado, mejor se nota.
El sector izquierdo del Nápoles no defiende demasiado bien.
Sarri, además, maneja motivos de sobra para la preocupación extra: el sector izquierdo de su sistema no derrocha calidad defensiva. El lateral Ghoulam adolece de problemas en cuanto a posición y el uno contra uno, Hamsik compite pero no es un especialista e Insigne es la típica alma libre y de talento superior del Calcio que se ve a sí mismo como alguien que merece estar exento de obligaciones sin balón, y que cuando las acomete, lo hace sin la pasión necesaria.
La confianza del Nápoles en su idea sí puede ayudarle contra Bale.
Pero aunque parezca contradictorio, y admitiendo y enfatizando que se habla de un equipo con déficits para controlar el ciclón galés, el SSC Nápoles es uno de los rivales más preparados para creer en una remontada de dos goles frente a un contendiente que cuente con Bale en sus filas. El motivo: que contra los del sur de Italia sólo constará lo tangible, no lo abstracto, pues la fuerza de su fe es tal, que creerán y desarrollarán su juego sin ningún tipo de reparo.
Ante el Bayern Múnich, el Barcelona o el Manchester City, Gareth es uno de los mejores jugadores del mundo y, aparte, algo tan o más decisivo que eso: la razón por la que no se atreverían a desplegar su repertorio como si él no estuviera. En San Paolo, en cambio, Gareth será sólo lo primero. Y lo primero es mucho y puede quitarles la vida en el acto, pero no la esperanza antes de tiempo.
Foto: Fotopress/Getty Images
marti 7 marzo, 2017
Messi no puede estar en el mismo escalón que nadie, nisiquiera de los humanos porqué la verdad no sé si lo sea.