No tuvieron su mejor día y eso no impidió que la ida de la semifinal de Copa demostrara que Celta de Vigo y Deportivo Alavés son dos muy buenos equipos. Dada la importancia de los 180 minutos y de que ambos colectivos saben adaptarse cuando reconocen que asoma alguna carencia, el partido fue muy igualado hasta que, en la segunda mitad, se dejó de discutir. El Alavés activó su repliegue más bajo y el Celta fue, poco a poco, sabiendo que debía arriesgar siendo el local y sacar ventaja para la vuelta. La final, muy jugosa para echarla a perder en los primeros 90′, marcó competitivamente el desarrollo de la noche.
De entrada, dos equipos dándole vueltas al arranque. Como en los primeros rounds de un combate de boxeo, Berizzo y Pellegrino fueron haciéndose al ring sin tener clara la vía de entrada de sus primeras manos lanzadas. Con cierto desorden posicional pero mucha precaución en la toma de decisiones, vigueses y alaveses se vieron difícilmente desbordables. Sólo desde la individualidad solitaria pareció el balón tener la posibilidad de rondar peligro. En los visitantes fue nuevamente Víctor Camarasa el que capitaneó con brillantez determinadas jugadas, siempre a espaldas de los pivotes, Díaz y Radoja. El Celta trató, a través de estos últimos más Wass y Pablo Hernández, igualar fuerzas en mediocampo para llevar el peso por dentro, pero no estuvo fino en la ejecución del plan.
Iago Aspas desbordó al Alavés en la segunda mitad
Y es que las bandas fueron las zonas por las que ambos entrenadores mantuvieron siempre la compostura. Tanto Hugo Mallo como Theo Hernández, dos jugadores profundísimos y claves en dicho aspecto del juego de sus equipos, respetaron mucho sus respectivas arrancadas y eso hizo que el juego se concentrase en el carril central, donde las marcas individuales locales sobre Llorente y Manu García atascaron aún más la fluidez, habilitando una batalla continua que creó mucha imprecisión en el pase. Sin apenas ocasiones de gol y un empate a todo al descanso, la cita se transformó en la reanudación.
En ella, un duelo de baile vibrante entre Iago Aspas, Pacheco, Laguardia y Feddal. El de Moaña comenzó a moverse entre la lluvia y el ánimo de la grada y se da fe que mucha, por no decir toda, la superioridad que el Celta tuvo en la segunda mitad se debió a su presencia y responsabilidad ofensiva. Con los vitorianos en 4-4-2 en campo propio y perdiendo no sólo salida sino intención en lograrla, el choque derivó en un constante asedio local, con Pione Sisto en izquierda y Guidetti en punta. Berizzo dotó de regate y toque de espaldas a su ataque organizado, pero se qudó sin premio a pesar de rozarlo con los dedos. Todo se decidirá en una vuelta que pinta impresionante.
Foto: Octavio Passos/Getty Images
Abel Rojas 3 febrero, 2017
Percibí muy nervioso al Celta al principio y una paulatina evolución de menos a más en cuanto a confianza a medida que iba avanzando el partido. Mi sensación fue que el Alavés le concedió demasiada posesión y con demasiada continuidad, y s jugadores que se sienten tan cómodos con la pelota, eso les mete en el juego.
Para la vuelta, el Alavés necesitará alguna fase de posesión para romperle el ritmo al Celta.