El Real Madrid de los tiempos de Cristiano gozó de un plus monumental en las figuras de sus hombres ofensivos: Benzema, Di María, Özil, Higuaín, Bale e incluso Jesé eran atacantes autosuficientes que, sin necesidad de recibir el balón en ventaja, podían inventarse y realizar una acción de gol. Lo hacían, y con frecuencia y constancia, cosa que, a día de hoy, sólo garantiza la delantera del FC Barcelona; si bien, aunque no impliquen tal certeza, tipos como Carrasco, Gameiro y Griezmann; Draxler, Lucas, Di María y Cavani; Costa, Robben y Lewandowski; De Bruyne, Sterling, Gabriel Jesús y Agüero; o Walcott, Özil y Alexis también inspiran a sus conjuntos con la esperanza de que ese lance decisivo pueda surgir de la nada; que es algo con lo que, ahora mismo, Modric, Kroos e Isco no cuentan cuando miran hacia arriba.
La dificultad para Zinedine Zidane reside en que su plantilla ha sido confeccionada partiendo de la base de que sus tres delanteros –Ronaldo, Karim y Gareth (que sí representa una amenaza por sí mismo pero que adolece de continuos problemas físicos)- sí ofrecen ese extra, y que deben ser tratados como quien lo aporta, por lo que los dos suplentes capitales del ataque merengue, Álvaro Morata y Lucas Vázquez, son especialistas de mucho nivel pero muy singulares, y que quizá carezcan de una concepción global que marque la diferencia a lo grande. Álvaro es energía y Lucas es regate, pero no concretan ellos solos.
Marco Asensio tiene potencial como para ganar partidos que su equipo no domine o no merezca.
La penúltima pieza de la rotación, en lugar de ir a parar a un jugador de desgaste como podría ser Denis Cheryshev, recayó en Asensio, cuyo perfil coincide con el de un futbolista teóricamente inmaduro pero que promete convertirse en uno de esos cracks que resuelven choques a favor de sus equipos sin que estos hayan hecho mucho por merecerlos. Y el Real, con su técnico a la cabeza, necesita un alivio de este tipo justo en este instante, que simboliza la típica crisis inevitable en campañas de 10 meses que sólo se solventa hilando varias victorias de esas que el análisis táctico no sabe definir con precisión.
Tras un inicio algo apagado en cuanto a juego que se maquilló por cifras goleadoras tan inesperadas como ilusionantes, Marco Asensio brilló y se acercó por fin al futbolista en quien podría transformarse hace siete días, en la ida de la eliminatoria de Copa del Rey ante el Celta que se decantará esta noche. Incluso partiendo desde su perfil menos predilecto -el izquierdo- mostró una movilidad ambiciosa (como casi todos los hombres de Zidane en las últimas fechas) y sirvió como verdadero enlace entre lo de abajo y lo de arriba, sirviendo a Modric y Toni la posibilidad de trasladar su juego hacia una zona más dañina. Este nexo, habitualmente desempeñado por Benzema o, sobre todo, Cristiano, no se vislumbra en los partidos del Madrid con la regularidad deseable, algo que desactiva a Luka y Toni (o Isco, o Kovacic) del peligro forzándoles a desenvolverse más atrás, cosa que hacen de maravilla pero sin el poder de intimidación que podría disimular el déficit explicado en el primer párrafo de este texto.
Marco Asensio representa una variante maravillosa para potenciar y gestar un contragolpe ganador.
Otro punto de conflicto para los merengues reside en la escasa amenaza que supone en transición. Ya no es que Ronaldo y Benzema carezcan de la velocidad de las delanteras más físicas del momento, sino que tanto ellos como sus compañeros lo han interiorizado y las transiciones del Madrid se han vuelto demasiado horizontales, que en este caso sí sería sinónimo de «inocente». Tal situación desata un cúmulo de efectos anímicos que afectan a lo táctico dibujando contextos que provocan que el Madrid juegue en desventaja: presiones convincentes y convencidas que no se ven castigadas pese a que Modric las supera, líneas defensivas que le comen el espacio y que no pagan peaje pese a que Kroos la bate con sus asistencias, ritmos altos generales que cuestan precisión a ambos equipos y del que, por ejemplo, Aspas obtiene réditos pero la delantera del Real no, etc, etc. Asensio, pese a no ser una bala, puede dominar por potencia hasta el punto de estar capacitado para marcar el gol que le marcó al Sevilla, y más allá de ese highlight -que es más una advertencia latente que un valor firme-, se trata de un especialista del contragolpe que alterna la conducción, el lanzamiento y el desmarque al espacio con calidad y a sus buenas horas. Y con resistencia para ejercer de motor muchos minutos.
Contado de otra manera, con un gran Asensio se crearía y abriría automáticamente un abanico de dos opciones en las que ambas sonreirían a los suyos: o el rival rebaja su agresividad y el Madrid pasa a jugar más cómodo, o el rival mantiene su vehemencia y el Madrid adquiere la habilidad de sacarle partido a la misma. Marco es una demanda del fútbol del líder a todos los niveles: técnico, físico, táctico y psicológico.
Podía no llegar, pero la hora en la que Zidane va a necesitar de un buen Marco Asensio ya está aquí.
La duda con respecto al chico resulta evidente: su juego diferencial es un mero sueño, una esperanza no vaga -hay pruebas de que es veraz- pero tampoco súper fundamentada, pues los únicos brotes verdes en relación a su consistencia se vieron contra el Legia de Varsovia y, como se señaló antes, en el primer tiempo del reciente partido contra el RC Celta; lo demás han sido chispazos entremezclados en la intrascendencia y la falta de iniciativa. Dicho esto, sus posibilidades, las lesiones de sus compañeros y los requerimientos actuales de la situación le señalan con el dedo del fútbol a la espera de una respuesta: hoy arranca una serie de partidos en los que Marco Asensio no sólo tiene la oportunidad de demostrar su valía, sino también la responsabilidad objetiva y justa de ayudar a su equipo a poder ganar títulos.
Foto: Aitor Alcalde/Getty Images
@pablofut23 25 enero, 2017
¿Sería entonces Asensio, el sustituto natural de Gareth Bale, que sí resolvería los problemas que tiene el Madrid al contragolpe y de solución individual?