El verano de 1997 fue especial porque el fútbol, hedonista, decidió rendirse al placer de juntar a Romario y Ronaldo en la misma delantera. Los bautizaron Ro-Ro y hasta en tres torneos deleitaron a los espectadores con su fantasía utópica. Eran años de bonanza para la posición y ellos eran los mejores. Como Brasil había levantado la Copa del Mundo en 1994, no tuvieron que jugar las eliminatorias a Francia 98′ y Sudamerica quedó huérfana de su talento. No obstante, otra pareja de sonoro mote tomó su lugar y con veintitrés goles entre ambos en 10 y 12 partidos, respectivamente, se convirtieron en la sensación del proceso clasificatorio dejando una huella imborrable en su país: Za-Sa, Zamorano-Salas.
Zamorano y Salas formaron pareja de ataque durante casi una década
El primero en llegar fue Iván. En sus inicios un jugador promedio de un equipo que no hacía parte del histórico triunvirato Universidad de Chile-Católica-Colo Colo, que explotó en goles durante la Copa Chile de 1988 y se ganó un pasaje al fútbol Europeo. El Bologna fue el club que puso sus ojos en él, pero el cupo de extranjeros lo alejó del debut en las canchas del Calcio coleccionista y lo enrumbó a un destino muy diferente: el Saint-Gallen suizo. Allí comenzó a tomar forma el fútbol de ariete clásico que luego lo llevaría a labrarse un nombre en la élite del fútbol mundial. Primero con el Sevilla. En el club andaluz conformó una sociedad con Suker que llamó la atención del Real Madrid. En la capital estuvo cuatro temporadas con un saldo de más de un centenar de goles, un pichichi y una liga en dos años buenos y dos malos. Finalmente, aterrizó en la Serie A noventera para conformar pareja de ataque con Ronaldo, dejar para siempre la postal del dorsal 1+8 tras la llegada de Baggio y anotar unos cuarenta goles como neorazzurro.
La historia de Salas es distinta: estrella del fútbol juvenil, precoz ascenso como hombre clave del entonces mejor equipo de Chile, fulgurante y multicampeón paso por el gran equipo sudamericano del momento, además de la corona como Rey de América de 1997, y multimillonario fichaje por la súper Lazio de Cragnotti que saldaría con el asalto a la liga en la temporada 99-2000 y otros cinco títulos más como águila celeste. Su periplo por la Juventus post Zidane no sería tan fructífero y, a pesar de dos títulos en dos años, no cumplió las expectativas que tenía el club puestas en él y volvió a River donde, entre lesiones, dejó evidencias de su inconmensurable calidad.
Aunque quizás haya sido Zamorano el que más fama llegó a alcanzar, al menos en retrospectiva, el súper crack era el zurdo. Salas nunca fue un goleador de números exorbitantes, ni siquiera en sus mejores años, pero sí un delantero de condiciones indiscutibles. Su técnica refinada para todas las artes del remate, incluso el de cabeza a pesar de su 1,73, su sentido de la ubicación, su oportunismo muy por encima de la media y su talento para condensar decisiones en el área y sus proximidades se unían para amalgamar un atacante letal y fantástico, capaz de ser el líder de la ofensiva de un equipo que podía jugar en las noches de primavera con un balón estrellado.
Ambos jugaron y triunfaron en los mejores clubes del mundo
Iván, de mejores números, no tenía el arsenal de recursos de su compatriota ni su sensibilidad para jugar fuera del área, pero su tenacidad y olfato convirtieron su poderoso salto en una amenaza de gol importantísima. En el punto de penalty y con el balón por los aires, ‘Bam Bam’ podía parecer el mismísimo Hugo Sánchez. Por eso y porque contó con compañeros de técnica sublime y que abarcaban muchísimas cosas, no importó mucho más el resto. Con eso bastó para que fuese uno de los grandes atacantes de su generación, justo por detrás de los mejores.
Entre 1996 y 1998, Zamorano y Salas jugaron como si fuesen la mejor dupla de atacantes del mapamundi. Aterrorizaron todas las defensas de Sudamerica marcando goles de todos los colores y formas. Iván ocupaba más el área mientras que Marcelo salía a jugar más. Chile anotó treinta y dos goles en dieciséis partidos, sólo nueve no fueron marcados por uno de los dos, y con ello la selección austral retornó a una Copa del Mundo tras casi dos décadas. Y Za-Sa quedó para siempre en los libros de historia.
Foto: Clive Brunskill /Allsport
Martin21 28 diciembre, 2016
Que gran articulo Eduardo,un detalle la 1ª temporada de Salas en Roma para un debutante en una liga tan dura como la italiana y con 23 años es un escándalo 43 partidos y 23 goles
Ahora han pasado los años y acá en Chile la gente se pregunta si la dupla Vargas-Sánchez supera a la Za-Sa
Personalmente siempre he sido más de Salas(quizá les sorprenda pero la mayoría de los chilenos tenemos más arriba a Salas que a Zamorano) y tengo que añadirle que ese doblete en el Centenario me marco teniendo solo 6 años por ese entonces.Junto a la final de Atenas fueron las primeras exhibiciónes de un delantero que recuerde
Saludos