Cesare Prandelli no es uno más. No es una cuestión de estilo, de filosofía táctica o de cultura deportiva. Eso sería quedarse en la simple superficie. En lo tangencial. En lo obvio. En la consecuencia de lo que verdaderamente le convierte en un personaje genuino dentro del fútbol. Porque lo que hace especial al italiano son las experiencias, algunas forzosas, otras forzadas, que acumula en sus casi treinta años en los banquillos. Su marcha de la Roma tras la enfermedad de su mujer, su enfrentamiento frente a los tiffosi de la Fiorentina por los desagradables cánticos que proferían, su llamada a Simone Farina para que jugara con Italia tras conocerse que rechazó un soborno… «Hay que promover la indignación activa», dice Cesare, «transformando las dificultades de manera positiva». Y si esta es su idea con temas más importantes que el propio fútbol, evidentemente también lo es en todo lo concerniente al juego.
«Decidí que podía llegar a ser entrenador cuando todavía era deportista. Durante mis últimas temporadas como jugador, con Atalanta, yo tuve muchos problemas físicos. No pude jugar demasiado. La mañana de los sábados, durante el entrenamiento prepartido, mis jóvenes compañeros comenzaron a venir a verme a mi habitación. Hablar conmigo les daba mucha tranquilidad, les ayudaba a calmarse. Ahí es cuando comprobé cómo puedes ser importante para los otros jugadores del equipos, incluso cuando no puedes jugar. […] Creo que esto es cierto para cada líder de equipo: siempre tienes que tener en cuenta que el líder del equipo es, en realidad, elegido por el propio equipo. Por ejemplo, cuando era jugador, muchos de mis compañeros me hacían más caso que al propio capitán. Yo encontraba esto embarazoso, pero no era más que el proceso natural que sucede de forma espontánea en un grupo humano. A veces mi silencio tenía más valor para el equipo que las palabras de otros». (Leading teams, 2011)
Un entrenador con sello, pero sin dogmas
Por supuesto, en lo relacionado con el juego su trabajo más conocido -y reconocido- es el llevado acabo con Italia entre 2010 y 2014. Prandelli, un mediocentro italiano que lo ganó todo en la Juventus de Giovanni Trapattoni, estaba convencido de que Italia no sólo podía jugar de otra manera, sino que también podía hacerlo mejor y con más éxito. En cambio, de sus palabras no se extrae ningún dogma ni sentimiento extremo. Cesare Prandelli cree en el fútbol asociativo, ofensivo y lúdico pues, a partir de esta suma de ideas, entiende que se puede sacar lo mejor del futbolista, pero no por ello desprestigia las ideas con los que, evidentemente, ha tenido que convivir durante toda su vida. El nuevo entrenador del Valencia tiene un sello, un manual y un éxito reciente, el de la Eurocopa 2012; pero ningún dogma.
«El fútbol vive de los clichés. En los ochenta, Trapattoni tenía a Platini, Boniek, Rossi y Bettega en el mismo equipo. Es decir, dos delanteros y dos centrocampistas ofensivos. Evidentemente, si los otros jugadores iban al ataque, Trap me daba la orden de mantener el equilibrio del equipo. Pero es absurdo encasillar a Trap como un entrenador defensivo. La historia muestra cómo ha dirigido equipos muy, muy ofensivos. Quizás en los últimos minutos decía equilibrar más el equipo, pero esto era únicamente para mantener el resultado que habíamos ganado en el resto del partido». (World Soccer, 2012)
«En estos cuatro años, hemos tratado de crecer desde un punto de vista mental y del juego. Siempre nos han considerado como una nación que especulaba y buscaba el error del rival para ganar. Eso lo tenemos y no queremos cambiarlo. Pero podemos añadir cosas: buscar una discreta posesión de balón porque tenemos medios de gran calidad. Aunque querríamos que esta convicción fuera más allá, obtener resultados a través del juego. Esta es nuestra expectativa. No hemos cambiado el fútbol, el fútbol no cambia, pero sí el modo de interpretarlo». (El País, 2014)
«Tener la posibilidad de cambiar de esquema es un recurso. Es por esto por lo que estamos hablando en dos o tres dibujos distintos, en este caso el 4-2-3-1, 4-5-1 y el 3-5-2. […] Jugar con tres atrás no es una medida anticuada. Se vuelve demasiado conservadora si juegas con tres centrales defensivos puros, pero si los centrocampistas son ofensivos y uno de los centrales puede jugar con la pelota, como hacía Scala en el Parma, ¿por qué jugar así?». (La Gazzetta dello Sport, 2014)
Un fútbol colectivo, aunque con excepciones
Como consecuencia de su manera de sentir este deporte, Cesare Prandelli es un devoto inquebrantable del juego de equipo. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya dado espacio a talentos que, de una manera u otra, compensaban el hecho de poder saltarse el guión de vez en cuando. Los ejemplos de Adrian Mutu o, por supuesto, de Mario Balotelli están ahí. El resto podrá cometer errores técnicos, impresiones fruto que al fútbol se juega con los pies y no con una escuadra, pero nunca de concepto.
«Extrapolamos las acciones y explicamos el porqué de los errores. El error técnico forma parte de la vida. Si hay un adversario más valiente que te gana la posición en los balones aéreos, por ejemplo. Pero el error de concepto no es admitido. Si decides atacar con seis jugadores y lo haces con ocho, algo no va. O si el central decide avanzar sobre el mediocentro, perdiendo el equilibrio, es una locura». (El País, 2014)
«En determinados momentos sí se puede ser algo anárquico en el juego. Le doy un ejemplo. Recuerdo que en un partido con el Parma, jugando en Piacenza, fue Adrian Mutu a recibir un balón en el centro del campo y de espaldas a la portería, con lo que le dije: «juégala». Pero en lugar de ello mantuvo el balón, aguantó el golpe, se giró, regateó al rival, voló hacia portería, dribló a dos más y terminó marcando un golazo. ¿Qué dice ahí uno? Yo corrí al campo y le abracé». (La Gazzetta dello Sport, 2016)
Seguridad, confianza y liderazgo como receta
Ahora Cesare Prandelli ha llegado al Valencia, un club sumido en la frustración que encuentra como la mayoría de sus problemas están interconectados. Es decir, los malos resultados han terminado derivando en una mala dinámica que provoca que todo lo que puede salir mal salga al final peor, lo cual a su vez ha incidido en que los problemas tácticos, técnicos y, sobre todo, emocionales hayan coartado cualquier intento de rebelión. Esto, en concreto, ha tenido su mejor ejemplo en todo lo que ha sucedido con el sistema defensivo valencianista. Hace dos años el mejor argumento competitivo de Nuno, ahora no hay partido en el que no realicen dos o tres concesiones de gol. Evidentemente esto tiene mucho que ver con haber perdido a Mustafi, a Nicolás Otamendi y a Javi Fuego, amen de la versión más imbatible de Diego Alves, pero da la sensación de que el defecto técnico y táctico que pueda tener el Valencia es lo de menos. Cuando les aprietas, sangran. Y si sangran, se desmayan. Ante todo esto se enfrenta ahora Prandelli. ¿Necesitará mejorar en la pizarra? Por supuesto. Pero todo partirá de gestionar mejor las emociones, ganar en seguridad y revitalizar la capacidad competitiva del equipo valencianista.
«La idea de juego es la de un fútbol colectivo. Tener la pelota es imposible siempre. Hemos de lograr ser un equipo compacto con las ideas claras. Un equipo que presione arriba, que recupere el balón más arriba, y que además de organizar el juego debe pensar en recuperarlo». (Presentación Valencia, 2016)
«La primera cosa es dar seguridad atrás. Esto no quiere decir añadir un defensa más sino mantener una atención táctica precisa. Por ejemplo, el gol que recibimos contra el Atlético fue porque estábamos jugando por la derecha, perdimos el balón en la derecha y recibimos el contragolpe por la derecha. No es posible esto. Si tú estás en la derecha, el equipo debe bascular y no puede permitir que ocurra una situación así. Un buen equipo debe obligar al rival a cambiar el juego, y que le dé tiempo para reorganizarse. Ésta es la idea que nosotros tenemos». (Marca, 2016)
«Inspirar a los jugadores la pasión por lo que ellos están haciendo es una parte esencial de dirigir un equipo. Lo he aprendido fruto de mi experiencia. De niño era un absoluto apasionado de los deportes. Hacía cualquier cosa para llegar el primero al polideportivo que había al lado de mi casa para así poder jugar a mi juego favorito. Nunca soñé con convertirme en campeón, únicamente deseaba ser elegido para cualquier torneo de cualquier deporte, porque a mí me encantaban todos. Una vez pasó el tiempo, cuando tenía 16 años jugué en la liga juvenil de Cremonese. Era un jugador prometedor, pero nosotros éramos una familia de negocios. El caso es que mi padre enfermó, y en uno de sus últimos días, cuando yo pasaba mucho tiempo a su lado, me dijo algo que cambiaría mi vida para siempre: «Olvida nuestro negocio, continúa persiguiendo tu sueño». Jamás podré olvidar esas palabras. Es una gran suerte cuando la gente que nosotros amamos es generosa y empatiza con nuestros deseos, pues todo depende de nosotros para poder ganarnos su respeto». (Leading teams, 2011)
Foto: JOSE JORDAN/AFP/Getty Images
Alex Fuentes 13 octubre, 2016
Bravo Quintana, qué nivelazo de artículo amigo.
Creo que Cesare la va a liar -para bien- en Mestalla.