Al final pasó lo típico. El Real Madrid visitaba el Signal Iduna Park entre mensajes apocalípticos o cuanto menos de desesperanza, como si fuese al matadero en vez de a disputar un partido de fútbol, y se quedó a pocos minutos de la victoria porque nadie es tan bueno como para ganarle seguro, porque sus jugadores optimizaron su concentración y su esfuerzo y porque, como ocurre desde el ya lejano verano de 2009, sigue contando con uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos y los demás (menos otro) no tienen nada que se le parezca. El Madrid viene y va, como la forma o la inspiración del propio Cristiano Ronaldo, pero la jerarquía de ambos es un seguro que, por ahora, ha valido seis semifinales conectadas.
Zidane dijo en rueda de prensa que el choque salió como él quería y el análisis avala su teoría (con independencia de la valoración de cada cual acerca de si al Real le convenía o no lo que propuso). El técnico francés decidió marcar la primera diferencia sin balón y matar a transiciones a un equipo que sufre ante las mismas, y consciente de que sólo uno de sus delanteros es verdaderamente rápido y de que Weigl se erige como el motor ofensivo de Tuchel, planteó un repliegue medio, y no bajo, organizado sobre un 4-2-3-1 en el que la posición más destacable era la de James Rodríguez como mediapunta, justo por el trabajo defensivo que le habían encomendado sobre el joven mediocentro del Borussia Dortmund.
Modric y Kroos estuvieron fantásticos en lo defensivo.
A la labor de desgaste del colombiano se sumaba un doble pivote, el conformado por Modric y Kroos, que en esta ocasión sí jugó en ventaja.James trabajó sobre Weigl Los interiores de Tuchel, Castro y Guerreiro, ocupan mucho espacio pero no terminan de asentarse en los lugares donde más producirían en el juego de posición que practica su equipo, lo que hizo que Luka y Toni defendieran casi siempre de cara, sin necesidad de girarse, y pudieran lucir categoría -en el caso del croata- y técnica -en el caso del alemán-. Los dos brillaron mucho en defensa, lo que atestiguó que el Madrid no estaba desarrollando mal su estrategia.
Ousmane Dembélé no superó a Danilo tanto como se esperaba.
El único que amenazó la estabilidad de Kroos y Modric fue Götze, que trazó un par de desmarques interiores que le permitieron recibir a sus espaldas y desordenar un poquito a los blancos, si bien, visto con perspectiva, no compensó. Ante un Real tan obcecado con la defensa del carril central y por tanto tan estrecho, era relativamente sencillo encontrar al extremo abierto solo contra un lateral que tardaba mucho en recibir una ayuda, pero con Mario partiendo desde la izquierda, ese flujo no se diversificaba para dividir, sino que siempre terminaba en las botas del demoniaco Ousmane Dembélé, un chico que se mueve a una velocidad que apenas el azulgrana Neymar JR puede reproducir sin descoyuntarse. Ahí, en el duelo entre el francés y el improvisado lateral izquierdo Danilo, el Borussia Dortmund hallaba su gran resquicio, pero ni el atacante estuvo tan inspirado como otros días ni el zaguero rindió tan mal como de costumbre ante dribladores de postín. Danilo aguantó el tipo y privó a los de Tuchel de cualquier vía automática para crear ocasiones.
La transición ataque-defensa de los de Tuchel no fue buena.
Luego, tras cada recuperación del Madrid, se producía una de las fases más frustrantes del encuentro para los aficionados de los amarillos,Weigl, muy solo ante la contra de los merengues y también del fútbol. La transición ataque-defensa del Borussia Dortmund era muy, muy inconsistente, en parte debido al comportamiento táctico de Guerreiro y Castro, que confundían esfuerzo y despliegue con responsabilidad y buen trabajo. Intentaban siempre robar la pelota en dos segundos, y eso es imposible ante iniciadores de la maestría de Ramos, Modric o Kroos. En cuanto Sergio, Luka -que está y estuvo impresionante- o Toni batían con un toque a Raphäel o a Gonzalo, Weigl se veía sobreexpuesto y, desde luego, muy superado. Menos mal para él, en estos tiempos que corren, que no juega en el Madrid. De hacerlo, en lugar de recibir los elogios que ha recibido, estaría oyendo que no puede jugar solo y que necesita a Casemiro. El problema, sin embargo, era eminentemente estructural -como casi siempre que un futbolista de élite es vencido en casi todos los lances de un envite-.
La poca participación de Bale en el 1er T fue preocupante.
No obstante, el Real no supo sacar el suficiente rédito del cacao que tenía ahí montado su rival. La falta de ritmo de James, Cristiano y Benzema lo hizo imposible, porque aunque el Dortmund les daba tres segundos extra, ellos ahora mismo parecen necesitar cinco, por mucho que en sus estados lógicos les sobre con medio. Y a eso se unió la versión más desconectada de Bale, que en un escenario de franca ventaja, como sucediera en el estadio de Gran Canaria, se conformó con tocar el balón 21 veces en los primeros 45 minutos. Fallo objetivo de su entrenador, de sus compañeros y, ante tanta, tanta facilidad, no cabe otra que sentenciar que, sobre todo, suyo.
Después se arribó al descanso y tras la reanudación cambiaron las tornas. Ronaldo, autor un golazo legal y otro que no valió, se abrió hacia la banda izquierdaRonaldo sí leyó bien el partido, ejerció mucho más de extremo que en los choques precedentes y volvió a evidenciar que esa es la versión del luso que más agradecen los esquemas de Zidane. No es que se le viera dulce en el regate ni abrumador en jugadas de velocidad, pero fue alimentado con muchísima frecuencia porque encaró el partido como si sí estuviese dulce y rapidísimo, y ello derivó en una basculación del Dortmund hacia su zona que aprovecharon Modric en el primer escalón y James en el segundo para otorgarle el dominio territorial, y casi absoluto, a los merengues. Pudieron verse los mejores minutos del campeón de Europa en lo que va de curso. Ramos y Varane, atentos y veloces, ni sudaron contra Aubameyang.
La sustitución de Kovacic por James Rodríguez alteró al Madrid.
Pero en el minuto 70, tras 25 que se habían saldado con tres remates del Dortmund y siete del Real y, sobre todo, un 66% del tiempo de juego localizado en la mitad de campo de los locales, Zidane tomó la decisión de quitar al cansado James y poner al dinámico Kovacic. Además, cambió el 4-2-3-1 por un 4-3-3, retrasó sus líneas defensivas y entregó la posesión del esférico con el agravante de, entonces sí, concederle a Julian Weigl plena libertad de acción. Todo esto pareció muy raro porque suena incoherente; al fin y al cabo, se trató de introducir a Kovacic en el preciso instante en el que se iba a apostar por vivir mucho tiempo en la fase del juego donde más perjudicial resulta su impulsividad, y a fe que le pasó factura a los blancos, porque salía como toro bravo a cualquier engaño del rival y dejaba camino vacío nada menos que hasta Emre Mor, que es una maravilla y estaba fresco frente a un Danilo desgastado. Cabe suponer que Zidane apostó por Mateo por su capacidad para salir al contraataque, con el ánimo de ganar otra pieza con el don de la conducción y compensar así que dos de sus tres delanteros ya no lo atesoran, pero, a tenor de los hechos, no acertó al calibrar el coste de oportunidad que pagaría. Su equipo se descompensó en defensa y terminó encajando el gol del empate.
Foto: Dean Mouhtaropoulos/Bongarts/Getty Images
Jaime 28 septiembre, 2016
Gran análisis, Abel.
¿No crees que a Zidane le cuesta leer los últimos partidos en la 2a parte? Lucas por James y Bale de 10 sobre Weigl hubiese dado poder a la contra blanca. El cambio deorata llegó más bien tarde.
Por parte de Tuchel, creo que Mor tendría que haber salido de inicio y haber sacrificado a Götze o Guerreiro. Debido al desaguisado con Guerreiro de interior, Rode hubiese significado un buen cambio.