Los sistemas no son más que «números de teléfono», que diría Pep Guardiola, pero lo cierto es que, por pura definición matemática, si algo tienen los equipos que juegan en 4-4-2 es una gran facilidad para formar parejas muy relacionadas en el césped. Están los dos centrocampistas centrales, que se suelen complementar entre sí. También los dos extremos, que pueden representar dos perfiles muy diferentes o, por el contrario, ser el mismo. Y, por último, la más evidente es la pareja que forman ambos delanteros, los cuales en los 90 parecían repartirse espacios, cualidades, goles y elogios.
Esta idea de crecer a partir de las sinergias, directas o indirectas, que forman dos futbolistas sobre el campo se fue diluyendo una vez el 4-4-2 perdió vigencia. Hasta que, como todo, volvió. Porque en los últimos años hemos visto a varios entrenadores (Simeone, Gracia, Mendilibar…) apostar por el famoso 4-4-2, aunque ninguno lo ha hecho de manera tan clásica como el Villarreal de Marcelino.
El Villarreal de Marcelino es un gran ejemplo de esto.
Marcelino crea varias parejas complementariasEn el caso del «Submarino», este tipo de sociedad normalmente se basa en la unión de dos futbolistas diferentes que se potencian entre sí, pasando de ser dos entes para convertirse en una pareja. Dejando el centro del campo a un lado, que rompía esta sincronía cuando jugaba Trigueros en vez de Pina, en el ataque ha sido tan evidente que hasta cuando había rotaciones se podía vislumbrar dicha idea. Marcelino siempre busca en las bandas que uno de sus extremos sea más delantero (Aquino, Denis, Castillejo o Nahuel) y que otro sea más medio (Cani, Dos Santos o Suárez), de manera que el equipo no resulte redundante y sí muy equilibrado.
Pero donde esto ha resultado más evidente es en la pareja de puntas. En el Villarreal, el técnico asturiano ha tratado de forma permanente que el punta rápido y móvil (Vietto, Gio, Bakambu o Leo) estuviese asistido por un segunda punta de más calidad y sensibilidad en el toque (Moreno, Uche, Soldado o Adrián). Por eso, cuando rotaba uno, también rotaba el otro. Y si había que realizar algún cambio, éste era siempre el mismo: perfil por perfil. Es decir, en el caso del año pasado, Adrián por Soldado y Leo por Bakambu.
Sus fichajes este verano siguen claramente esta línea.
Esto, que no es más que un detalle, resalta la simpleza lógica del 4-4-2 que viene empleando Toral en El Madrigal. El equipo no tiene ese punto mágico y especial que fascinó a todos durante la etapa de Manuel Pellegrini, pero ha logrado elevar su techo competitivo a partir del precepto más básico que sugiere su sistema preferido: el equilibrio. Y, bajo esta idea, se puede leer también el sentido de las nuevas incorporaciones del Villarreal. La figura de N’Diayé para complementar a Bruno Soriano, la vuelta de Denis Cheryshev para ganar ese cuchillo que no tuvo el año pasado y, por supuesto, la llegada de Cristian Espinoza, un punta menudo, rápido y móvil para ocupar el rol de Leo Baptistao. Más, por supuesto, la incorporación de Alexandre Pato, que nació para ser una pareja en sí mismo, pero que sin la deslumbrante velocidad de antaño aspira, a priori, a quitarle minutos a Soldado para jugar junto a Bakambu. Aunque si el brasileño la rompiese… No habría norma ni pareja que valga.
Foto: JOSE JORDAN/AFP/Getty Images
sobris 5 agosto, 2016
El Villarreal, un equipo con una pinta tremenda. N'Diaye volando + Bruno manejando pintaza, Cherysev con que repitiera lo que ya hizo en el Madrigal lo mismo, y Pato, si vuelve a ser lo que fue, + Bakambu…puede ser un espectáculo.
Por cierto, quien hay de recambio de N'Diaye?