El Sevilla de Jorge Sampaoli apunta a convertirse en un fenómeno social como lo fueron en su día el Athletic Club de Marcelo Bielsa o el Rayo Vallecano de Paco Jémez. Su innegociable manera de jugar provoca partidos irremediablemente divertidos porque facilita al adversario la creación de jugadas de ataques al tiempo que alimenta de balón y espíritu ofensivo a sus propios futbolistas, que promedian un nivel técnico de auténtica élite. Anoche, frente al RCD Espanyol, se dio buena cuenta de ello.
En esta ocasión, Sampaoli apostó por una especie de 4-3-1-2 en el que los laterales eran Vitolo y Mariano, que lucían comportamiento casi de extremos, dejando el cierre a los dos centrales y el mediocentro N´Zonzi. Porque para colmo, los interiores Sarabia y Kiyotake también desempeñaban funciones más relacionadas con generar ocasiones que con controlar el juego con y sin balón. Por momentos, fue como si el Sevilla jugase con siete delanteros, tres defensas y un portero. De hecho, se ajustaría más a la realidad decir que, por momentos, no lo fue, pues casi en todo instante se pudo divisar dicha estructura.
El Sevilla aún no cuida el balón como sus riesgos tácticos exigen.
Tácticamente, esto supone un riesgo pero, hasta cierto punto, se puede compensar. Entrenadores como Pep Guardiola lo consiguen a partirBaptistao causó un daño brutal de una administración del balón cuya principal bondad consiste en que su equipo elige dónde y cuándo se produce la pérdida. No obstante, Sampaoli, pese a su confesa admiración por Pep y el acercamiento al catalán que implica el reclutamiento de Lillo como ayudante, emite vibraciones distintas. El argentino propone un fútbol más ofensivo, más vertical, más visceral, lo que conlleva que perder el esférico sea una posibilidad constante que se concreta con frecuencia. Los de Quique Sánchez Flores, sin más argumento que un Leo Baptistao muy ilusionante, le marcaron hasta cuatro goles.
Kiyotake y Sarabia sólo miraban hacia delante y dañaron daño.
La jugada que define al Sevilla FC ahora mismo es la propulsada por Kiyotake y esa maravilla hasta hace poco oculta tras las vicisitudes del Getafe que responde al nombre de Sarabia. Como producto de la voluntad/obsesión ofensiva del conjunto, a poco que el balón alcanza una altura prometedora en el campo del adversario, cualquiera de los dos, o los dos a la vez, se descuelgan, desdoblan a sus delanteros y ganan la línea de fondo. El movimiento desborda casi siempre y tanto el japonés como el español logran sacar un envío de calidad al área, lo cual ya es muchísimo, pero en esa instancia se abre un pequeñísimo abanico de posibilidades (de sólo dos) que no da al oponente tantas opciones de causar peligro como al Sevilla… pero casi. Si la jugada no acaba con chut a gol o saque de puerta, los de Sampaoli tienen desocupada tanto la zona de rechazo como aquella desde la que el otro va a lanzar el pase de salida, lo que le expone a contragolpes directos y sencillos contra su mencionado sistema defensivo de tres hombres (que tampoco es que sean precisamente Kanté, Pepe y Mascherano).
El «Mudo» Vázquez volvió a evidenciar estar en otro nivel.
El tiempo acabará construyendo pequeños diques que hagan más sostenibles esas situaciones. Mientras tanto, queda un abrumador porcentaje de posesión que, ante rivales débiles o ante los que también están por hacer como el de Quique, suele asentarse en la mitad ofensiva. Y ahí, contar con Mariano, Vitolo, Kiyotake, Sarabia, Ben Yedder, Vietto y el firme liderazgo del exquisito “Mudo” Vázquez supone una garantía de que el Sevilla va a crear peligro al ritmo del Barça y el Madrid.
Foto: Aitor Alcalde/Getty Images
koalaloko 21 agosto, 2016
Suena muy salvaje lo de "van a crear peligro al ritmo del Barça y el Madrid". Pero visto lo de ayer con Vitolo de lateral, con Kiyotake, Sarabia, Yedder, Vietto y Vazquez sumado a lo que va a aportar gente como kono o correa es muy salvaje también. No se si saldrá bien o mal el proyecto, sólo el tiempo lo dirá, pero si hay algo seguro es que durante ese tiempo nos vamos a divertir.