Cuando Luis Enrique aterrizó en el Camp Nou para entrenar al primer equipo del Barcelona, descubrió una plantilla extraordinaria pero que no estaba confeccionada según el canon de Cruyff, Van Gaal, Rijkaard y Guardiola. Los cuatro entrenadores mencionados dirigieron equipos repletos de calidad pero marcados por una circunstancia distintiva e importante: sólo una pieza de su once titular demandaba de manera imperiosa una absoluta libertad táctica: respectivamente, Laudrup o Romario, Rivaldo -a quien no se le concedió-, Ronaldinho y Messi. Los demás podían suscribirse sin matices a un juego de posición que les encasillaba en una prefijada ruta de movimientos que repetían sin cesar una y otra vez convirtiendo el fútbol en un ejercicio de precisión más que de decisión, pues esta segunda terminaba automatizada. Sin embargo, como se apuntaba, Luis Enrique no podía repetir este modelo, y el motivo principal radicaba en la MSN. Messi, Suárez y Neymar, tres de los cinco mejores futbolistas del planeta, estaban a su disposición, y para obtener lo máximo de cada uno de ellos, resultaba imprescindible dejar que se moviesen a su antojo.
Los comienzos fueron duros y causaron un shock en el seno del Camp Nou. Su afición, como todas las demás, había sufrido fútbol de nivel molesto, y el propio año anterior, con el Tata Martino al frente, había contenido variasLuis Enrique tocó techo con el Barça vertical sesiones de ello, pero la diferencia entre lo del argentino y lo del asturiano residía en la facilidad que tenía la grada para comprender por qué se jugaba tan mal. Tras un cuarto de siglo viviendo según las normas de Cruyff, de modo casi inconsciente, el futbolero español, y mucho más aún el culé, sabe detectar o aproximarse a las causas de por qué un sistema basado en el juego de posición no está funcionando como debería, pero Luis Enrique había escapado de esos principios y, al no estar la alternativa cosechando resultados, la sensación que quedaba era de desamparo: “El Barça es la nada”. La mayor prueba, el rendimiento de Busquets, Iniesta y un Xavi que incluso hubo de ceder su puesto en la alineación inicial. Ninguno de los tres parecían un jugador de élite. No obstante, y sin duda apoyados sobre una de las temporadas individuales más impresionantes de la historia, la protagonizada por Leo Messi, los hombres de Luis Enrique acabaron asimilando las novedades, acercándolas a lo que sabían y valiéndose, más o menos, de las ventajas de lo uno y lo otro. El fútbol practicado rara vez alcanzó la excelencia del Pep Team, si bien sirvió para superar a sus adversarios con cierta holgura y conquistar un insuperable Triplete.
La temporada 2015/16 presentó un Barça más controlador que, sin embargo, atacó con menos fluidez.
Dicho Triplete conllevó dos consecuencias, una labrada durante el proceso y otra por su éxito final. La primera derivó del cansancio. En pos de obrar la hazaña conseguida, cada jugador del Barcelona asumió sacrificios de los que no se pueden postergar en el tiempo. El más importante de todos, el de Messi, que se acostó sobre la banda derecha multiplicando su desgaste físico. Eso por un lado. Por el otro, como decíamos, el triunfo caló en las personalidades, y hubo tres, Claudio Bravo y, sobre todo, Busquets e Iniesta, que decidieron dar un paso al frente y tomar un estatus superior. Y de aquella mezcla entre el regreso de Messi a territorios más centrados y el ascenso jerárquico de tres hombres asociados al control por encima del ritmo nació un segundo Barça de Luis Enrique que mejoraba al original en no pocas facetas: salida de balón, capacidad para defender con la pelota, defensa de los contragolpes del rival, etc. ¿El precio? Al aumentar su dominio del juego, el oponente redujo su número de ataques y, con ello, los partidos del Barça vieron muy reducida su cantidad de transiciones, lo cual condujo a que Messi, Neymar y Suárez gozasen de muchísimos menos espacios y jugadas en velocidad que en el curso del Triplete. Eso fue lo único que se perdió con respecto el mismo, pero no pareció poca cosa. Los enfrentamientos ante el Atlético de Madrid y el Real Madrid en 2016, en los que la MSN no hizo prácticamente nada en situación de once contra once, evidenciaron que potenciar al tridente sudamericano era más rentable que cualquier otro patrón. Y así se alcanzó el verano en el que estamos, en el que el entrenador del Barcelona debía tomar una nueva decisión.
Lo mejor de André Gomes en el Valencia llegó al contragolpe. En ataque posicional, rindió a cuentagotas.
El fichaje de André Gomes ha representado la inversión más opulenta del mercado estival español. El portugués es de sobra conocido y sobraría profundizar en exceso sobre su perfil; se trata de un centrocampista de estos que son tan verticales y que están tan abocados a conducir el balón que a menudo se presentan como extremos camuflados a los que sus entrenadores han bajado a la medular porque saben pasar la pelota e interesa situar ahí abajo su habilidad para el uno contra uno. La brillantez de la promesa se antoja muy irregular pero también cautivadora, habiendo contrastado ya, a sus 21 años, contra los mejores equipos del mundo estar capacitado para marcar la diferencia. Por aportar algún detalle extra, cabría agregar que sus actuaciones más determinantes en Mestalla coincidieron con la versión más contragolpeadora del Valencia y que a título defensivo posee herramientas para sumar pero no les ha dado un uso que merezca alabanza. Esto último hay que ponerlo en cuarentena porque es algo común y lógico en casi todos los mediocampistas de talento de la edad del susodicho.
Desde otro prisma, existe una información de la que conviene dejar constancia: en su último año en el SL Benfica, André Gomes llegó a disputar no pocos encuentros formando parte de un doble pivote en el que él se erigíaEl Gomes del Benfica se parecía más a Parejo como la clave de la salida desde atrás y el punto táctico más fijo del sistema. Las águilas rojas rara vez alcanzaron una consistencia 100% convincente bajo este formato, pero como individualidad, André Gomes sí sugirió un posible futuro relevante en calidad de director. O por lo menos, si no de director, sí de prolífico pasador. Sus dos temporadas en Valencia han aparentado confirmar que su naturaleza es otra, pero el precedente expuesto denota que, como mínimo, atesora condiciones físicas y técnicas por si un entrenador suyo se decanta por intentar una reconversión. Esta incidencia dificulta el vaticinio sobre qué espera o buscará Luis Enrique en el centrocampista portugués, aunque lo más prudente parece indicar que apostará por su vertiente más directa -para recuperar algunas vibraciones del equipo del Triplete- guardándose el as bajo la manga de su potencial como miembro activo y productivo en un passing-game, cosa para la que por ejemplo Rakitic, a pesar de su técnica, está menos provisto por una cuestión de chip.
Con el portugués en la plantilla, las bajas de Andrés Iniesta serán un poquito menos dolorosas.
Adentrándonos en los posibles usos específicos que Luis Enrique puede asignarle, el más nítido, aunque no sea el más ambicioso, consiste en relevar a Iniesta. El uno contra uno de Andrés en el sector opuesto a Messi es uno de los recursos más imprescindibles del sistema del Barcelona, y una hipotética baja del manchego, que cumplirá 33 años en la campaña que recién comienza, no tenía respuesta hasta la adquisición de André. En términos de gestión e inteligencia general, el alumno arrancará muy, muy lejos del maestro, pero no sobra rescatar que es un futbolista más productivo en goles y asistencias. Su compenetración con la MSN a la hora de crear ocasiones debería mecanizarse con prontitud y suavidad.
En cualquier caso, la ambición de André Gomes y quizá también la de Luis Enrique será asentar al portugués en el once titular, junto a Iniesta, de interior derecho. De raíz, se trata de un perfil que no favorece sus virtudesEl perfil derecho no es su lado favorito (al ser más un acelerador/ejecutor que un administrador, ejercer a pie cambiado exponencia sus argumentos), y si se penetra en el caso, considerando que es el perfil de Messi y la importancia de dicho factor, hay que reconocer que surgen dudas. Al escudero de Lionel se le piden tres aportes por encima del resto: que suele el balón rápido, que trabaje mucho sin él y que sea tácticamente versátil para ocupar durante el ataque aquel espacio que Messi decida no habitar en cada lance. Rakitic está haciendo carrera de azulgrana por ajustarse formalmente a los tres requisitos, si bien André Gomes, a día de hoy, sólo garantiza uno, el de la versatilidad para alternar posiciones externas o internas y retrasadas o adelantadas según le pida el jefe. No obstante, por potencial, pueda integrarse en cualquier exigencia. Y habría un extra: si Iniesta y André se afianzasen como dupla básica, el Barça gozaría de hasta cuatro atacantes puros con ellos dos, Messi y Neymar. Las ventajas que podrían emanar de ahí desatan la imaginación.
Hoy es más promesa que realidad, pero su potencial y su cercanía al proyecto de Luis Enrique ilusionan.
De partida, André Gomes no implica un salto de calidad para el juego del Barcelona, sino un elemento que completa la plantilla de manera muy, muy inteligente y que lleva consigo el plus de que, si explota, alberga fundamentos suficientes para transformarse en un centrocampista de auténtico peso en la Copa de Europa. Dicho esto, lo más bonito del fichaje estriba en la insuperable consonancia que existe entre su perfil individual y el proyecto colectivo que está labrando Luis Enrique. Se habla de un interior enfocado a las transiciones que disfruta más a medida que se rompen los partidos que reúne todo lo necesario para no desentonar cuando el adversario le priva de su contexto favorito, con la particularidad de que, si toca las teclas adecuados –algo que de momento no han hecho ni el uno (Gomes) ni el otro (Barça)-, aspiraría a brillar según el canon de Cruyff (casi) como los centrocampistas y equipos más brillantes que se han divisado a través de tan emblemático cristal. André Gomes define a Luis Enrique más aun que los jugadores que le han dado cinco títulos sobre seis posibles. Y con eso queda dicho todo.
Foto: LLUIS GENE/AFP/Getty Images
efektoi 14 agosto, 2016
Formar al once inicial culé en un hipotético 4-1-4-1, incluyendo a André Gomes en él y con Busquets como único pivote defensivo…¿Sería ese el objetivo para recuperar sensaciones del primer equipo del Lucho? ¿No crees, Abel, que Busquets sufriría demasiado en las transiciones defensivas al ser el único "defensor" de esa línea de 4? Es cierto que la temporada pasada se vio a un Iniesta mas solidario en defensa pero, como tú mismo dijiste más arriba, Rakitic desempeña un papel fundamental en el juego del Barça actualmente.
Grandísimo trabajo , as usual.
Paz!