No hay equipo semifinalista de esta Eurocopa 2016 que no tenga, de una manera u otra, el sello directo de su seleccionador. Ya sea desde su creación, a mediados del proyecto o durante la propia competición, la mano de los entrenadores se nota en la evolución y devenir de los colectivos que respaldan. Por eso, antes de meternos de lleno en los últimos tres partidos, nos hemos centrado en hablar de Chris Coleman (Albert Morén), Joachim Löw (Miguel Quintana), Fernando Santos (Alejandro Arroyo) y Deschamps (Abel Rojas).
Coleman: La Gales que no es Gareth Bale
Gareth Bale puede serlo todo. El punto de partida, el camino y el destino. Todo a la vez. Cabría esperar que así fuera en esta selección de Gales que debuta en una Eurocopa, pero aunque Gareth está siendo muchas cosas, las nucleares, la explicación fundamental, el motivo, no está resultando el de Chris Coleman un conjunto agarrado y dependiente de su máxima estrella en exclusiva. De la mano de su técnico, Gales ha crecido alrededor de Bale, con un sistema cuidadosamente trabajado con tal de abrir parcelas de protagonismo e impacto a otros futbolistas. Con el mérito añadido de que estas otras piezas, en su mayoría, disponen de recursos muy modestos para pesar al máximo nivel. La victoria de Chris Coleman no es sólo que sus futbolista consten, rindan y a la postre también ganen, sino que lo hagan pareciendo mejores de lo que son y jugando a un fútbol que, sobre el papel, no les corresponde. Reclamando su parte de protagonismo donde no deberían estar, donde no se les esperaba.
Löw: El control por encima de todo
Aunque el alto ritmo con pelota que Alemania ha llegado a tener en esta Eurocopa insinuara lo contrario, la selección de Joachim Löw sigue poniendo por delante el control a la creación de ocasiones. Ésta parece una idea que viene de lejos. En el Mundial de Brasil primero intentó situar a Lahm en la medular y, tras las dudas del día de Argelia, optó por retrasarlo para jugar con Bastian, Khedira y Kroos. Y en esta Eurocopa, más de lo mismo. Siempre que debe tomar una decisión, Löw parece inclinarse por la de más control.
Esto se puede observar en la presencia de Howedes o Kimmich en el lateral, en vez de optar por un Emre Can que podría dar más profundidad. Pero también en el rol de Mesut Özil, la presencia de Gotze como falso nueve o, por supuesto, el 3-5-2 empleado contra Italia, cuando a Löw no le importó sacrificar su caudal ofensivo a cambio de tener controlados en todo momento a los de Antonio Conte. Así, sin grandes exhibiciones, más allá del 7-1 de Brasil, Alemania ha ido dando pasos hacia adelante hasta situarse en el trono mundial, sucediendo de esta manera a otra selección que privilegiaba el control por encima del resto de aspectos del juego.
Fernando, realismo sin grandes santos
La nostálgica expresividad de Fernando Santos, hombre de pocas palabras y todo actos, ha hecho de Portugal un equipo preparado para competir. Ya no puede aspirar a someter ni a contragolpear con peligro pero ha logrado crear o adaptarse a tipos de partidos que esté en su mano decidir o negar. El ritmo portugués, mitad heredado y mitad generado, comparte esa austeridad caracterial de su preparador, que intentó ser fluido frente a selecciones inferiores en fase de grupos, con resultados irregulares pero con un trabajo evidente, para finalmente envasar al vacío todas las eliminatorias. Con roles ya definidos para todos sus centrocampistas y atacantes, Portugal parece aceptar de buen grado que dependiendo de quien juegue, sabe lo que puede y no puede dar. Sin demasiado desborde y sin inspiración en el pase, Fernando Santos ya ha decidido invocar a la jerarquía de Pepe y la superioridad en mediocampo. Para salirse del guión, dos jugadores diferentes: Renato Sanches y Ricardo Quaresma.
Deschamps: quien la sigue, la consigue
A Didier Deschamps se le cayó el equipo cuando lo tenía hecho. Las repentinas bajas de Varane, Sakho, Lass Diarra y Benzema, nada menos que la columna vertebral del sistema (centrales-mediocentro-delantero centro) le forzaron a reconstruir a mil por hora y bajo la presión de quien está obligado a ganar. A decir verdad, sus inicios no fueron buenos, Francia empezó ofreciendo una imagen francamente pobre; si bien el mérito del seleccionador estuvo en que nunca se rindió ni se estuvo quieto. Siguió buscando soluciones. Algunas de ellas, como las suplencias de Pogba y Griezmann en la segunda jornada, muy extrañas. Pero tras el segundo periodo del cruce de octavos frente a Irlanda, Deschamps ha parecido dar con la tecla. Desde el 4-2-3-1 cuyo centrocampista más retrasado es Pogba y que da el carril central del ataque a un inspirado Griezmann, Francia se ha convertido de nuevo en un buen conjunto de fútbol.
Foto: PAUL ELLIS/AFP/Getty Images
@manuhel 5 julio, 2016
De los cuatro me quedo con Coleman.
Veremos como ajusta el medio campo sin Ramsey.
El hecho de que los jugadores belgas señalaran a su entrenador como principal culpable de la derrota a su vez da mucho crédito a su contraparte, Coleman, por haber ganado el partido desde lo táctico.