Veintisiete años de espera culminaron la noche del 27. Así, redondo, como el título de un Nacional histórico no sólo en términos propios sino en el continente. Su dominio de la competición no tiene parangón en los últimos treinta y cuatro años. El último equipo con más rendimiento (puntos logrados divididos entre puntos posibles) data de 1982, Peñarol, campeón de esa edición. Nacional fue el campeón con más puntos sumados en la historia del torneo; uno de los tres campeones que llegó a acumular más de diez victorias y una o menos derrotas (en cuartos de final ante Rosario Central en El Gigante de Arroyito, pues su estadio, el Atanasio Giradot, nunca fue vulnerado); y anotó veinticinco goles contra seis recibidos. Y más allá de los fríos números, Atlético Nacional se ganó la admiración de toda América.
Lo hizo por su fútbol ofensivo, versátil y arrollador por momentos. En el camino dejó a equipos argentinos, brasileños y uruguayos, dominadores históricos del torneo, y al Sporting Cristal peruano y al increíble e imposible de no aplaudir Independiente del Valle ecuatoriano. Campeón sin peros. Unánime. Campeón. Reyes de América. Lo son, no sólo por lo de esta Libertadores sino por todo lo que ha pasado en los últimos años. El proceso de Nacional es lo que lo llevó a levantar, finalmente, su segunda Copa. Y así fue:
1- VENI
En la primavera de 2012 se acabó la era de Santiago Escobar como entrandor del equipo verdolaga. La liga Colombiana clasifica, semestralmente, a los ocho equipos que más sumen puntos en el formato liga para un play-off que da paso a una final que decide al campeón. A falta de cuatro fechas para que terminara esa primera fase, el equipo estaba eliminado. Crisis, a pesar de que en Libertadores, aquella que hizo famoso a Dorlan Pabón, el equipo se había clasificado a octavos. La exigencia del club era esa, sobre todo dada la inversión que había hecho la directiva a principios de temporada para hacerse con jugadores como Juan Fernando Quintero o Macnelly Torres. Pocos días antes de la vuelta de octavos que los enfrentaba a Velez Sarsfield -Nacional había perdido en la ida- fue contratado Juan Carlos Osorio. Un empate en el segundo partido ante Vélez acabó ese semestre para el equipo y puso la mente en el siguiente torneo. A mitad de año, los extranjeros del equipo, Pabón y Quintero salieron de la institución. La única incorporación de renombre fue la de Fernando Uribe, del Chievo Verona, y quien en 2010 había marcado 24 goles bajo el mando del propio Osorio. Así empezó la era del hoy seleccionador de México. Tres años y media docena de títulos después, Osorio abandonó Nacional dejando al club en el mejor momento deportivo de los últimos veinte años y siendo uno de los equipos referentes del continente. Sin duda el más especial.
El legado de Osorio fue fundamental a lo largo de este gran procesoEl legado de Osorio en Nacional, más allá de los jugadores y los títulos, fue ese. Al cuadro paisa se lo comenzó a identificar con una forma particular de jugar: una propuesta ofensiva que, a pesar de ser versátil por cuanto se movía en distintos registros igual de bien, era reconocible en todos lados. Nacional era especial. Encandilaba a todos los analistas sudamericanos. Su salida de balón era potentísima, algo así como la versión latinoaméricana de la «Escalera Real de Mourinho» en Madrid, e impactaba. En Sudamerica nadie trabajaba con tanta minucia los primeros pases. Osorio lo hizo y llevó a Nacional a ser quizás el equipo sensación de la Libertadores 2014 (mejor momento futbolístico de la era), eliminados con relativa mala suerte por Defensor en cuartos de final, y a rozar la gloria seis meses más tarde en la Sudamericana de ese año que terminó ganando River Plate, seguramente el equipo que podría decir que llegó a ser más dominante que Nacional en el último lustro. Lo ganó todo en Colombia y cambió la cultura táctica del país, pero el triunfo continental siempre se le escapó por una u otra razón.
2- VIDI
La salida de Osorio marcaba un punto de inflexión. Cuando un entrenador hace lo que hizo Juan Carlos es fácil hablar de proyecto y estabilidad. Para Nacional, su salida significaba la prueba de fuego: durante tres años habían sido adalidad de lo que debe ser un proyecto futbolístico en el contexto sudamericano, pero, sin el hombre que lo justificaba todo, el velo de la duda se cernía sobre el futuro inmediato del club. El entrenador elegido para reemplazar al hombre más exitoso de su historia fue Reinaldo Rueda, quien regresaba a los banquillos de clubes tras un periplo de más de una década dirigiendo selecciones juveniles y de mayores por toda América con un porcentaje elevado de éxito, pero que nunca se había caracterizado por ser un vanguardista táctico como Osorio. No importó. Rueda llegó, vio la siembra y recogió los frutos. Actuó en consecuencia. Al club volvieron Macnelly Torres y Álex Mejía, además de la incorporación de Yimmy Chará, y Reinaldo creó a partir de estos últimos el equipo más moderno de cuantos ha entrenado. Desde la posesión del balón (Casi 60% de promedio en total; cerca al 65% en casa), un promedio de 500 pases por partido con una precisión de casi el 85% y un ritmo altísimo para la competición, Nacional ganó con autoridad la Liga Águila 2015-II y se ganó el derecho a disputar la Copa Libertadores 2016. Rueda usó la herencia táctica de Osorio y la transformó a su gusto, haciendo de Club Atlético Nacional un equipo más de balón que de espacio. En el medio, las figuras de Davinson Sánchez, Sebastián Pérez y Marlos Moreno aparecieron con asiduidad en la nómina titular.
3- VICI
Nacional 2016 creció a partir del intercambio constante de posicionesDe los 33 goles en liga que metió el equipo en la consecución del título, Jefferson Duque, el delantero centro, metió 15 y Yimmi Chará, extremo, 5. Ambos salieron en dirección a México y Nacional no incorporó ningún ‘9’ durante el mercado de transferencias. Los atacantes Andrés Ibargüen, un extremo de esos que más allá de lo que produzca o no es capaz de amarrar el balón a su bota y que no se lo quiten nunca, y el mundialista Víctor Ibarbo fueron las únicas adquisiciones ofensivas de cara a La Copa. ¿Fue intencional? Es difícil saberlo, pero Rueda aprovechó la coyuntura para darle una rueda de tuerca más al equipo. Si con Osorio y en el primer tramo de la era Rueda, Nacional había practicado algo muy cercano al juego de posición, con jugadores clavados como chinchetas en ciertas parcelas del campo, el Nacional 2016 haría del cambio de posiciones la razón de ser de su fútbol. A priori, Nacional jugaba un 4-2-3-1 con Mejía y Pérez en la base y arriba rotaban Moreno, Ibarbo, Copete, Ruiz, Berrío (siempre extremo derecho), Ibargüen, Guerra y Torres (siempre mediapunta). Los cuatro delanteros, de no jugar alguno de los dos de posiciones más fijas, bailaban por todo el ancho del ataque divirtiéndose como si fuese los Globetrotters. Y a ellos se les sumaba Pérez llegando desde atrás y Bocanegra en un rol mucho más parecido al de un volante que al de un lateral. La propuesta era todo balón y magia del que tocara. Un festival.
Con los espacios que le regalaron en los primeros envites, Moreno e Ibarbo fueron demoledores. Pronto, desde la segunda ronda de la fase de grupos, la actitud sobre Nacional comenzaría a cambiar. Cuando pasó invicto con dieciséis puntos sobre dieciocho (empate en la última jornada contra Huracán jugando con equipo alternativo) y sin ningún gol en contra, el runrún de «mejor equipo del campeonato» comenzó a escucharse. Por lo menos, Huracán, que lo sufrió en el partido inaugural, se lo tomó así. Varió su plan drásticamente para hacer frente a las virtudes del ataque verdolaga. Domínguez, su entrenador, preparó a los suyos para defender a los principales futbolistas de su rival y para que nunca los dejaran correr. Nacional, que se había acostumbrado a tocar para que luego sus panteras definieran arriba, se enfrentó a lo que no se enfrenta nadie en Sudamerica: jugar sin espacios. Sufrió, pero terminó anotando cuatro goles en la vuelta (y perdiendo el invicto de su valla, exhibición de Ramón Ábila mediante) gracias a la dirección técnica de Rueda y a la inspiración del tapado del equipo: Ibargüen, quien desde sus regates desató el nudo con el que Huracán había amarrado el partido.
En la primera fase, con espacios, Nacional fue imparable en ataque
Huracán fue el chivatazo para Rueda. Embriagado por el free-style de sus atacantes, en 2016 Nacional no había activado a uno de los futbolistas de más talento de su plantilla: Macnelly Torres. Si ahora los equipos se le iban a encerrar a Nacional, Rueda necesitaba sacar al genio de lámpara. Y Macnelly compareció. A partir de cuartos de final su fútbol fue in crescendo y Nacional derrumbando los muros que le plantearon. En El Gigante de Arroyito, Nacional vistió al fútbol de gala. Se pasó el balón con una precisión y una velocidad que no son de esas tierras. Reyes.
Miguel Borja fue la guinda del pastel de NacionalEl receso por la Copa América hacía temer lo peor. El calendario no es benévolo con estos equipos que destacan con tanta fuerza en La Copa. El mercado se abre allí donde hay dinero para llevarse a toda la plantilla y encontrar reemplazos de calidad es una tarea quimérica. La directiva verde hizo lo que pudo y logró retener a todos los futbolistas importantes hasta el fin. Se fue Ibarbo, cuyo rendimiento había menguado en el Nacional del ataque posicional, y Copete, el jugador de más ruptura del ataque. Nacional optó por reemplazarlos con Miguel Borja, delantero centro que venía de coronarse goleador de la Liga Águila rompiendo el récord de goles en un solo torneo que ostentaba Jackson Martínez desde 2009. Borja, antes de llegar a Nacional, había anotado 22 goles en 25 partidos (19 goles en liga, tres en Copa) y vivía un momento de forma altísimo. Con él, Nacional ganó un rematador de verdad, defecto del que adolecía a pesar de sus registros goleadores en la competición, un referente de espaldas al marco que ponía a jugar de cara a Macnelly y Marlos, y un poderoso desmarque de ruptura que potenciaba aun más el virtuoso último pase del enganche. Su debut, en todo un Morumbí, no pudo ser mejor: doblete y Nacional virtualmente clasificado. Una semana después repetiría. Cuatro goles en sus dos primeros partidos con Nacional. En semifinales de Libertadores. Contra Sao Paulo. Ídolo inmediato… y aún faltaría la frutilla final.
Seguramente no sufrió nunca Nacional ante nadie como ante Independiente del Valle. Los ecuatorianos habían empezado la Libertadores como cenicientas y la finalizaron como revelación tras eliminar a River, Pumas y Boca. En la altura de Quito, Nacional no tuvo la precisión ni la claridad en su circulación de otros partidos, pero compitió y se valió de la calidad de Macnelly y de la fuerza extraña que rodea a Orlando Berrío en los momentos importantes, razón esa por la que siempre termina jugando y anotando en finales a pesar de suplente en el día a día. En la vuelta, cómo no, el gol que definiría la Copa lo marcó Miguel Borja. Quinto gol en cuatro encuentros. La máquina verde se encendió, Macnelly puso a todos a tocarla y pudo marcar más. En la segunda parte, los recuerdos brotaron y comenzaron a defenderse con el balón, como el equipo de 1989. Hasta que se acabó y el Atanasio gritó «¡Campeones!» al unísono.
En la recta final, Macnelly y Borja fueron las notas más altas de la sinfonía
La final fue el último partido en el club para Sánchez, destino Ajax tras rechazar al Barcelona B, Mejía, que regresa a México, y Marlos Moreno, fichado por el Manchester City en lo que se antoja una transferencia récord para el fútbol colombiano. Se especula con la salida de Bocanegra, el lateral derecho con alma de interior, Armani, el portero brillante, Sebastián Pérez, pulmón del mediocampo, Macnelly Torres, estrella, e incluso de Rueda, que volvería al mundo de las selecciones. Se iría la columna vertebral de un equipo que podría haber ganado la Libertadores en sus décadas más lustrosas. Se dice fácil pero no lo es. La consecución de La Copa es el punto álgido de un proyecto de años, pero que no piensa morir. En seis meses tiene otro reto: hacer lo que Maturana, Escobar, Higuita, Álvarez y Usuriaga no pudieron hacer ante el Milan de Sacchi: vencer al campeón de Europa en Japón. Será difícil, sobre todo con las bajas, pero lo intentarán. Son reyes de América y todo el reino lo sabe.
Golazo 29 julio, 2016
Titulazo de Atlético Nacional. Demostró dominio en el torneo de clubes más difícil del mundo (por lo parejo para no herir sensibilidades) y eso es notable. En especial Macnelly, jugador que atesora en sus pies una calidad de esas que te hacen pensar el qué pasó que nunca llegó a Europa.
Sin embargo creo que hay que poner las cosas en su lugar y tener cuidado a la hora de las comparaciones. La Copa Libertadores desde hace un par de años está a capa caída. Entre traspasos cada vez más tempraneros de jugadores al fútbol europeo, manejos dirigenciales deficientes por parte de los grandes de América y un sin fin de situaciones más, hacen que el nivel futbolístico del torneo sea cada vez más lento, predecible y mediocre. Lo de Independiente del Valle fue una epopeya de esas que a uno le gustaría que hubiesen terminado en final feliz, pero también una que hace un lustro nunca se habría dado.
Por poner un ejemplo, la Universidad de Chile de Sampaoli (al que yo creo todos podemos considerar un equipazo), en 2012, luego de ser seguramente el campeón más rotundo que tuvo la Copa Sudamericana en toda su historia el año anterior, fue arrollado por el Boca de Riquelme en juego en una demostración competitiva impactante por parte de los bosteros. Sin embargo tampoco fue campeón; Corinthians los borró de manera inapelable en la final.
Aunque claro, luego todo es fútbol ficción y somos libres de pensar lo que queramos.