Se conocieron hace ocho años y pasaron juntos sólo uno. Desde entonces, todo fueron buenas palabras entre José Mourinho y Zlatan Ibrahimovic. Y esto, inevitablemente, generó sorpresa. No sólo por la personalidad volcánica de cada cual -que hacía presumir un conflicto permanente entre ambos-, sino también porque existía la sospecha de que el más astuto de los dos, el portugués, en realidad no valoraba tanto, tanto al sueco. El estilo de juego de Zlatan, estático y pausado, se veía incoherente con respecto al librillo de un entrenador que estaba revolucionando el fútbol subiendo dos marchas su máxima velocidad permitida. Olía a gato encerrado.
Sin embargo, su reciente reencuentro obliga a replantearse las cosas. Quizá sí surgió entre ellos esa química promulgada. O puede que, como casi todo en la vida, se tratase de una cuestión de circunstancias.Zlatan y José se dieron vidilla allá por 2008 Mourinho había logrado en el Chelsea lo que nadie ha repetido en el siglo XXI -crear un club ganador-; pero su agotador método de trabajo terminó erosionando su relación con el vestuario, ello le forzó a dejar Londres por la puerta de atrás y, luego, no pudo encontrar acomodo en más sitio que en una Serie A que, en aquel momento, por lo del Calciopoli, no pintaba nada. Mientras tanto, Ibrahimovic, encerrado en aquella Liga sin competencia, comenzaba a coquetear con la etiqueta de “jugador de retos pequeños”. Así que en cierto modo, José y Zlatan se cruzaron en horas bajas recíprocas y se dieron el uno al otro el calambrazo que les resucitó. De ser así, se entiende que se hayan vuelto a buscar justo en este instante.
El Ibrahimovic de hoy es un atacante que ralentiza. Mou, en cambio, sigue siendo un rayo.
Mourinho no ha cambiado en demasía. Su irregular segunda etapa en el Chelsea ha reducido el misticismo que rodeaba su figura, pero como técnico, sus formas y principios siguen siendo los de antes: lleva a sus futbolistas al límite de lo emocional y apuesta por un modelo de juego basado en las transiciones. Es decir, intenta precipitar que el balón cambie muchas veces de dueño y potenciar las reacciones inmediatas de su equipo tanto tras la pérdida como tras la recuperación. Por consiguiente, la rapidez continúa presentándose como una de las claves de su argumentario.
Ibrahimovic, en cambio, se muestra más lento que nunca. Si con 23 años se trataba de un delantero de movilidad escasa y que bajaba el ritmo de los ataques hasta los cero km/h cada vez que le apetecía, ahora con 34 su tendencia se ha recrudecido. Dicho esto, al ser un auténtico genio, ha sabido reciclarse y mantener su estatus de hombre diferencial. Laurent Blanc cimentó un proyecto muy interesante sobre su capacidad para ejercer de cuarto centrocampista en un fase ofensiva organizada. Su participación aminoraba el ritmo de la misma, pero su imaginación, su finura y su veneno lograban imprimir a su posesión lo necesario para que se volviera peligrosa. Al menos, durante el día a día de la Ligue 1 y las rondas más tempraneras de la Copa de Europa. Que ya es más de lo que podría decir cualquier otro jugador del Manchester United.
Si Zlatan ejerce como delantero centro, Mourinho deberá lograr profundidad con otras piezas.
Frente a este panorama, lo primero que deberá calcular Mourinho es si conviene entregarle el proyecto a Ibrahimovic sin ninguna vacilación. O sea, si intentar diseñar un PSG 2.0 tendría sentido en la Premier League. En el improbable caso de que el portugués se decantase por este camino, no bastaría con comprobar si Zlatan está para esto, sino que también habría que contrastar si el propio Mourinho posee talento aplicado para diseñar un equipo campeón en base a consignas tan, digamos, indirectas. Resultaría de interés, sin duda. Y con Blind, Carrick, Herrera, Mata o Rooney entre otros, existen piezas para dibujarlo. Aunque como se dijo, parece improbable.
Lo normal sería que la cabra tirase al monte y que Mourinho construyese una nueva potencia a su imagen y semejanza. Y en dicho contexto, ejerciendo de delantero centro, a Ibrahimovic se le notarían las costuras. Ni puede caer a las bandas y amenazar en carrera, ni romper en velocidad al espacio para castigar la espalda de la defensa ni, en general, desgastarse como Mourinho pidió a Derlei, Drogba, Milito, Higuaín o Diego Costa. De jugar de “9”, debería hacerlo como uno de los falsos, descolgándose para actuar de lanzador y después incorporarse al área. Si bien esto requiere de compensación. Ya sea por parte del sistema o por parte de algún compañero.
En este momento de sus trayectorias, entre Rooney e Ibrahimovic pueden surgir problemas.
Mourinho ama a Rooney y entre él e Ibra no se presume una gran sintonía como pareja de ataque. Wayne, como Zlatan, extravió su mejor físico con el paso de los años, y las funciones que desempeña ahora se aproximan mucho a las favoritas del fenómeno sueco. Sin embargo, piezas como Depay, Martial o Rashford sí parececían muy apropiadas para, empezando por fuera y terminando por dentro, proveer a la delantera de Old Trafford de esa profundidad que cualquier conjunto ganador exige.
No obstante, lo que determinará la perfecta viabilidad de Ibrahimovic en un modelo de éxito a estas alturas de su carrera, y bajo la dirección de Mourinho, será quiénes se alcen como centrocampistas protagonistas del proyecto. El fichaje de Mkhitaryan, por ejemplo, suponer una noticia maravillosa. Cuantos más llegadores haya capaces de superar la altura de Zlatan en un contragolpe o un ataque vertiginoso, menos problemas provocarán sus particularidades y más oportunidades germinarán de su peculiar talento.
Y por supuesto, a unas últimas y si Mourinho no consiguiese integrarlo en el sistema, siempre quedaría la opción de recluirlo en el área pequeña y aprovechar esa excelsa capacidad de remate -por instinto y técnica- que ha desarrollado en su última campaña en París. Zlatan Ibrahimovic es un superclase con rendimiento de superclase. Adolece de algún condicionante que dificulta su adaptación a un gigante más que la de otros, pero si compite en paz, es imposible que no marque diferencias. No hay más de 10 equipos en Europa para los que sus mejores jugadas no sean una suerte de pesadillas incontenibles.
Foto: MARK RALSTON/AFP/Getty Images
morano 20 julio, 2016
Creo que la va a romper… Me sorprendio que Mou hablara de un Rooney muy delantero, eso me cuadra poco.