Sergio Busquets cubre mucho campo, pero no al mismo tiempo. Uno repasa su mapa de recuperaciones y descubre crucecitas en cualquier zona del terreno, pero no se debe a que posea esa facultad que sí atesoran otros mediocentros para recortar metros perdidos o corregir por pura calidad física una situación defensiva desfavorable. Al revés, si Sergio no está ya allí, normalmente no llega. Su fútbol es calculador, resuelve problemas matemáticos, y si en esta Eurocopa su impacto, salvo en el segundo partido contra los turcos, está siendo escaso, se debe a que Del Bosque le está planteando una ecuación que, si nada gira, quizá no albergue solución.
En estos momentos, la colocación típica del centro del campo español dibuja a Busquets sólo como pivote, a Iniesta en cualquier parteCesc e Iniesta lo abandonan y a Cesc muy arriba. En términos ofensivos, de cara a desbordar y crear peligro, esas posiciones de Andrés y Fábregas resultan de provecho, porque generan imprevisibilidad y potencia de fuego de manera respectiva, pero al mismo tiempo, arrebata a Busquets puntos de referencia que le sirvan para situarse. Cuando el pivote catalán mira hacia el frente, observa demasiados vacíos. Y no es que él seleccione mal cuál de ellos cubrir, sino que el adversario tiene tan fácil iniciar una transición favorable como divisar dónde está parado y salir por el lado contrario. Así, uno solo no puede. Es imposible.
Ramos ha sido lo único que Del Bosque ha concedido a Busquets.
A este respecto, el único jugador que ha colaborado con Busquets ha sido Sergio Ramos. Su movimiento de subir hacia el centro del campo y ocupar zona de pivote o incluso interior izquierdo cuando España maneja la pelota es el solitario, aunque interesante y quizá suficiente, obsequio que Del Bosque ha otorgado a uno de sus favoritos. El problema para Sergio deriva de que la Eurocopa del central andaluz está siendo demasiado irregular. En el debut ante la República Checa estuvo fantástico, y en la segunda mitad contra Croacia, a título táctico, cumplió, pero para ser lo único que está separando a Busquets del abismo, no está bastando. Se requeriría al Ramos grande, al que juega las semis o las finales de Champions, para fijar ciertas garantías. Y no.
Si se piensa en buscar soluciones alternativas, en el horizonte surgen dos. La primera es que Cesc y, en especial, Silva leyeran el juego como se suponeSilva podría ser una ayuda que podrían y estableciesen un punto de referencia fijo en la zona del interior derecho. Fábregas debe pisar la mediapunta y David debe pisar lo que quiera, pero cuando uno tome ese remanso de libertad, el otro debe adquirir una pose más responsable en lo referido a su posición y tejer un primer obstáculo en el sitio clásico del «6». Estar ahí, sólo estar ahí, ya sumaría.
Si España es conservadora, Iniesta puede ser la clave de Busquets.
El segundo recurso aparentaría cutrez en este presente de pizarras sobre-analizadas que resta mérito a los entrenadores que confian en el talento de sus jugadores por encima del suyo propio, pero en términos de competitividad, que son los que importan, su eficacia está de sobra contrastada. Al menos, cuando lo aplicó Messi. Durante la temporada 2014/15, el FC Barcelona que acabó conquistando el Triplete llegó a jugar francamente mal al fútbol, quizá al peor nivel colectivo de todo el ciclo de Lionel, y cuando el propio argentino agarró el timón y pasó a comandar las operaciones, Busquets recobró su utilidad aplicando la simple rutina de perseguirle. Al ser Messi el único futbolista culé con licencia para perder el balón, Sergio le ejercía de sombra y, tras el extravío del cuero, ejecutaba su presión-relámpago. Y España no tiene a Messi, pero sí a Iniesta, y ante los italianos, que no son muy buenos pero quizá sí ganadores, cabe la posibilidad de sólo que Andrés se atreva a arriesgar la posesión. Para atacar, lo sería lo idóneo. Para defender, Busquets lo vería más fácil.
Foto: David Ramos/Getty Images
@manuhel 27 junio, 2016
"Los italianos no son muy buenos pero quizá si ganadores." Sin más que agregar.
Los italianos se apegan a su plan, disfrutan hacer a los demás sufrir, a través de su propio sufrimiento.
Y esperan una sola en 90 minutos. Tanto en el campo como en la grada las energías están sincronizadas.
No hay reproche, siempre impera el resultado.
España antes se desesperaba, caía en su propia trampa. Hoy en día con una estrella mundialista en el pecho, España ha aprendido también a valorar los resultados como selección. Hoy veremos quien caza a quien.