Chile, el mejor equipo del continente, se alzó con su segunda Copa América consecutiva tras doblegar en una nueva tanda de penaltis a la Argentina del Tata Martino y de Leo Messi, en un encuentro que pareció desarrollarse a través de muchos de los puntos de apoyo de la final de 2015, principalmente a nivel emocional. ‘La Roja’ no sólo se hizo con el título, sino que volvió a poner frente al espejo a una selección albiceleste que de nuevo quedó al amparo de Leo Messi. Por tercera final consecutiva, Argentina no tuvo de quien tirar más allá de su estrella, y fue Chile, quién si no, quien así lo certificó. En un choque deslucido por las circunstancias, los hombres de Juan Antonio Pizzi revalidaron corona, y en la victoria, pero también antes, reafirmaron la solidez de su ciclo y el temblor de su rival para acabar con él.
Porque la sensación es que el recuerdo pudo con el presente, ése en el que Argentina parecía vibrar distinto, al mismo nivel de una Chile no tan mágica pero que competitivamente va sobradísima y además juega con la ventaja de su método, el que siempre rescata de la duda al futbolista, aunque por el camino deje algún resbalón, y que explicó una segunda parte de evidencias. Las figuras argentinas llegaban al punto, una situación que generó un optimismo que con el paso de los minutos de la final se fue diluyendo a través de algunas noticias y el propio juego. El encuentro arrancó igualadísimo, y aunque así fue en su práctica totalidad, Argentina se perdió por el camino, el que hizo de Chile un equipo estructuralmente superior. Sin grandes ocasiones, los penaltis hicieron recordar que los chilenos son un grande actual, que los desenlaces le sonríen.
En el arranque, ambos igualaron en ritmo e intensidad. No había tregua
Pito el árbitro y las ideas se podían tocar. Ambos con vocación de no ceder metros y de recuperar por anticipación, Argentina salió al campo con la firmeza y la contundencia de no dejar que Chile tocara, profundizara y recuperara por ritmo e intensidad en campo albiceleste, como así ocurrió un año atrás. Cada disputa era vertiginosa y el centro En el mediocampo se libró una auténtica batalla por la pelotadel campo formaba una sucesión de lanceros a caballo donde sólo podía quedar uno. Mascherano, Biglia, Otamendi, Funes Mori por un lado. Aránguiz, Vidal, Jara, Alexis y Medel por el otro. Comprimidos en 30 metros, el cuero no tenía dueño. Los equipos eran conscientes del valor de cada pelota dada la voracidad en la presión de su oponente y buscaban jugar siempre con el portero y por los costados para salir. Sólo se jugaba por el carril central una vez desde la cal se ganaba altura, o bien con la seguridad de filtrar hacia el apoyo de un punta que permitiera morder en bloque si la marca anticipaba y salía. En esos compases, Biglia buscó mucho la banda, para dejar a Leo el centro.
Sin noticias de los puntas, Chile, quien más arriesgaba en cuanto a número de efectivos en su última línea, perdió una pelota definitiva tras un mal control de Medel, que ofreció a Gonzalo Higuaín la oportunidad más clara de todo el encuentro. El fallo, muchas veces correspondido al hoy delantero del Nápoles, fue el primer golpe serio a la confianza de Argentina. Bravo aguantó bien y Pizzi salvó el primer punto de inflexión. El segundo no tardó en llegar y no fue menos importante. Leo Messi se cobró la primera víctima, un Marcelo Díaz que veía la segunda amonestación. El efecto fue inmediato. La salida de balón de los de Martino no era comprometida; Chile replegaba y se podían contar pases en campo rival; el ritmo descendía pero había que crear en posicional. No obstante, este primer giro fue coagulando la circulación de balón albiceleste. Fue un momento del que se pudo extraer que Di María no encontraba el sitio, que los laterales no eran una posibilidad para abrir a Chile y que Messi estaba sólo de nuevo. Banega lo intentaba intermitente, pero sistema no había. El sistema era Leo.
Tras 15 minutos, Marcos Rojo veía la roja directa y el encuentro entró en otra dimensión. Finalizada la primera parte, Otamendi era el mejor argentino, mientras Chile rumiaba su superioridad al haber recuperado la igualdad numérica. Tras el descansoMessi estaba solo pero lo intentó siempre, asentó posesiones de calidad -sin ocasiones-, las cuales quitaron definitivamente a Martino cualquier plan ofensivo creíble. Jara, Aránguiz y Vidal sorteaban la presión y dejaban atrás a los puntas. Con Mascherano pasando al central tras la salida de Rojo, Biglia y Banega salían perdiendo. Martino decidió dar entrada a Kranevitter en el ‘5’ y recuperar una referencia en la medular para disputar presión y metros. Sin pasar ninguna pena, Argentina y el choque se paralizaron. Chile la tenía pero no encontraba a Romero y Argentina se quedó tan atrás que no tuvo más remedió que comparar a Messi una vez más: debía regatearse a todos para ganar la Copa.
Vidal y Mascherano estuvieron impresionantes durante todo el partido
Los cambios de Pizzi tuvieron ese aroma determinante que no fue tal porque el tiempo suplementario de Nicolás Otamendi, pero sobre todo, de Javier Mascherano, fue esplendoroso. Puch, Silva y Castillo renovaron a Chile a cada momento de sus entradas. La velocidad y movilidad del primero, la solidez del segundo y el físico del tercero tenían razones de ser de enorme peso en esos minutos. El encuentro comenzó a castigar la resistencia física y los equipos se alargaron, apareciendo espacios y ocasiones. No hubo muchas pero se sentía peligro. Antes de eso, Chile se apoyó en Vidal y Aránguiz, dos centrocampistas de un nivel superior en toda América. El del Bayern ha adquirido ese poso especial aún sin oxígeno, y el del Leverkusen nunca abandonaba ninguna de las innumerables funciones que lo definen. En la tanda, una parada de Romero parecía encarrilar, esta vez sí, la Copa para el aspirante.
Pero no se dio. En caliente, varios jugadores argentinos pensaban en dejarlo todo, tras tanta decepción y esquiva suerte. Culpable de buena parte de ella fue Chile, un conjunto que está saboreando la gloria de una generación histórica, continuista en el tiempo, asimilada en el campo y exitosa en la vitrina. Con el punto de altivez y gallardía sudamericana, el futbolista chilena se carga de motivos para retar y cumplir con ello. Bravo, Medel, Jara, Beausejour, Silva, Aránguiz, Vidal, Vargas, Alexis. Son grandísimos jugadores, potenciados por una formidable idea. Son, de nuevo, Campeones de América.
Foto: Elsa/Getty Images
Anónimo 27 junio, 2016
Ese penal que erra Messi, es la clara muestra de lo doloroso e inexplicable que es el futbol a veces y, sobre todo, las historias que nos tiene guardado.
Porque por centímetros no estamos hablando de una camada histórica. CENTÍMETROS.
Mis respetos a Chile, otro equipazo. Yo todavía no puedo pegar un ojo, son las tres de la mañana en Argentina. Todavía no caigo.