Es extraño defender una corona continental por países un año después de haberse consagrado campeón. El verano pasado, Chile se proclamaba campeón de América ante su gente, ofreciendo un nivel de juego y una identidad colectiva muy cercanos al concepto de club. Con Sampaoli dejando el testigo a Juan Antonio Pizzi, Chile ha de retener el cetro quizás sin el tiempo necesario para reconocerse, tras tres derrotas y una sola victoria en los encuentros preparatorios -también en las clasificatorias para el Mundial 2018-. De entre todas las historias que pueden tener un impacto importante en la transición que ha supuesto el cambio de seleccionador, emerge una sobre las demás: la no convocatoria de su jugador contextual. El ‘Mago’ Valdivia, hoy en la liga emiratí, pieza troncal de la Chile campeona, no estará en la Copa Centenario, y eso cambia muchos las cosas.
Valdivia era la gravedad para La Roja. Su fútbol dotaba de sentido y equilibrio rítmico a un equipo intensísismo, mordaz y protagonista, que tenía en Valdivia la parada que viraba los rumbos. Él decidía quieto mientras todos Pizzi, sin tiempo para calibrarlos demás le ofrecían líneas de pase, haciendo, por ejemplo, a Mauricio Isla un futbolista determinante en la Copa de 2015, hoy un jugador ensombrecido entre los ensayos y errores de Pizzi. La coralidad chilena tenía un guía que hoy debe volver a encontrar desde otras posiciones y otras ideas. Su relevo ha sido Fabián Orellana, de crecimiento sensacional a las ordenes de Berizzo, pero que no ha encajado como se podría esperar en estos primeros encuentros. Las ideas de Pizzi parecen ir por otros senderos.
Sin Valdivia, Chile será otra historia muy distinta
Como quizás no haya tiempo para asentar algo sólido comprobado en el tiempo, la calidad individual del equipo sigue intacta. Sus dos líderes naturales, Alexis y Vidal, están entre las 5-6 figuras principales de todo el evento, y jugadores como Aránguiz, Jara, Medel o Bravo, más los Marcelo Díaz, Beausejour, Orellana, Pablo Hernández o el ‘Gato’ Silva garantizan extrema competitividad. Consciente de que en un torneo corto hay que apuntalar desde la normalidad lo que Sampaoli evolucionó desde Bielsa, el de Santa Fe ha introducido a jugadores como Enzo Roco o Mauricio Pinilla para ganar en recursos específicos en ambas áreas.
Chile no era un equipo estándar. Sus centrales eran muy bajitos, figuraban en línea de tres y mostraban algunos problemas que acostumbran a solucionar centrales puros. De sus puntas tampoco se buscaba la envergadura, sino la movilidad, la ruptura y la poca referencia y marcas que podía fijar el contrario ante tanta liquidez en los movimientos. Mauricio Pinilla, plan B en proyectos pasados, ha tenido cabida en el libreto de Juan Antonio, aludiendo a los centímetros de manera explícita como alguna de las razones de su reciente importancia. También Felipe Gutiérrez en la medular parece ser un jugador que junto a Silva dote de matices distintos que el ‘vigués’ Marcelo Díaz. Como sus mejores jugadores están preparados para cualquier batalla, la historia de Chile está en sus secundarios. De quiénes y cuánto brillen -¿Pinilla en lugar de Orellana?, integrar de nuevo a Isla, apostar por Roco en la zaga- nos dirá cómo jugará esta Chile. Será distinta a la que levantó la Copa, eso ya es seguro.
@DavidLeonRon 6 junio, 2016
Antes de hablar de Chile, qué partido acabamos de ver en el México-Uruguay. De lo más divertido que recuerdo en Copa América.
La primera parte de México ha sido impactante por momentos. Me ha recordado a las mejores versiones de Chile aunque sin tanto nivel individual y con más toque mexicano, con una salida de balón ultracreativa, como corresponde al país.
Y luego Godín. Mira que llevamos años viéndole de todo en términos de épica, pero esto ha sido de lo mejorcito. La reacción de Uruguay con un jugador menos explica todos los éxitos de este equipo. Vamos a ver qué pasa con Suárez. Si vuelve y vuelve bien, Uruguay es un problemón una vez más.
Gran partido. A ver cómo responde México al hecho de que muchos vayan a hablar de ellos en términos de favoritismo.