Uno de los debates más interesantes que han surgido alrededor de la presente Eurocopa es si la fama de Bélgica es merecida. Si su plantel, repleto de futbolistas de renombre, tiene de verdad la calidad que se comenta. Desde el Mundial de Brasil a hoy, la Selección de Marc Wilmots ha obtenido resultados muy correctos pero la vistosidad de su fútbol ha sido baja. A estas alturas, parece difícil que sus jugadores alcancen una simbiosis perfecta. A Bélgica, por tanto, lo que le queda es aspirar al orden y la coherencia. Que cada elemento ocupe la zona y el rol que más les convenga y les potencie. Cuando esto pasa, lo vimos ayer ante Irlanda, aflora el nivel de sus piezas y se demuestra que sí; que son tan buenos como cuenta la leyenda.
Bélgica mató a la contra con sus piezas de mayor nivel
Los cambios en el once (Dembelé, Meunier y Carrasco entraron por Fellaini, Ciman y Nainggolan) mejoraron claramente a Bélgica. No es que los de Wilmots pasaran a bordar el fútbol; eso no pueden hacerlo, no están preparados para ello, pero no fue ni mucho menos lo del día de Italia. Bélgica finalizó la primera mitad con un 65% de posesión y siete disparos (por solo dos de Irlanda). Fueron superiores.
Como decíamos, hubo incremento en el rendimiento de cada línea. La salida de balón ganó agilidad gracias a la naturalidad asociativa de Dembelé, Wilmots logró la coherenciamás dado al pase que Fellaini o Nainggolan. Por las bandas, Bélgica también fue más rápida con la presencia de Meunier en el lateral y Carrasco como extremo. El del Atleti estuvo tímido e impreciso pero su mera presencia dio vida a las zonas exteriores e hizo que De Bruyne pudiera jugar suelto por dentro, que es donde destaca. El del City recibía siempre de cara y en los metros finales gracias a las habilitaciones de Lukaku, notable en desmarques y toques de espalda.
La lectura del párrafo anterior puede llevarnos a pensar que Bélgica la rompió… y no. No fue para tanto. Irlanda, con su 4-4-2, defendió de forma compacta, metida atrás aunque no encerrada. Algún robo en campo contrario pudieron lograr, si bien la mayor parte de su peligro llegó a partir de las aventuras en solitario de su ariete Long. El del Southampton se batió el cobre solo contra Vermaelen y Arderweireld. Fue siempre una molestia, aunque el gol irlandés nunca fue una opción. Brady o Hoolahan no tuvieron situaciones ofensivas.
Bélgica dominaba pero no encontraba su anhelado contragolpe
Al descanso, muchas eran las opiniones poco elogiosas con el juego de Bélgica. Pese a haber dominado, algo no convencía. La causa del descrédito es que, más allá del citado dominio, casi todas las acciones habían venido de arranques individuales. Dicho de otro modo, cada crack belga tomaba el balón y buscaba producir por su cuenta, sin automatismos colectivos. Casi todo finalizaba en centros al área. El ataque organizado belga carecía de sofisticación. Así pues, no extrañó a nadie que la solución llegase a la contra. De Bruyne cazó un balón a 50 metros del área y con un carrerón asistió a Lukaku, que definió de maravilla. Una de los errores de la primera jornada ante Italia fue situar a Kevin en banda. Pudiendo elegir, De Bruyne es siempre carril central. Siempre. Ahí marca diferencias con espacios.
Abajo en el marcador, Irlanda fue forzada a tomar responsabilidades. Hendrick, el volante derecho, centró muchísimo su posición para unirse asociativamente al agradable Hoolahan. Toda la banda quedaba en manos de un Coleman que ya no podría ocuparse de Hazard. Los de Martin O’Neill tuvieron tiempo de demostrar que son un conjunto bien organizado y con idea de juego, aunque a alto precio. Los británicos perdieron la estabilidad defensiva y eso ante Bélgica se paga. Witsel en una llegada desde atrás y Hazard con otra galopada con asistencia a Lukaku pusieron el 3-0 final. Un resultado que trae una confirmación: a Bélgica le basta una formación coherente con sus estrellas para competir contra cualquiera en esta Eurocopa.
Foto: EMMANUEL DUNAND/AFP/Getty Images
@DavidLeonRon 19 junio, 2016
Me encantaría preguntarle a Wilmots qué le llevó a perjudicar a Kevin De Bruyne en el debut colocándolo en banda. Seguro que tendría motivos potentísimos que me llevarían a darle la razón. Pero ahora mismo, en seco, no soy capaz de entenderlo.