El Sevilla FC levantó otra UEFA Europa League pero no se puede apostillar que lo hiciera como siempre. Sus formas cambiaron. La Copa fijó su Final en Basilea e invitó para tomarla a Liverpool, al Liverpool y a Klopp; una cultura, un club y un técnico que trucaban las proporciones del desafío. Parecía más difícil; también más importante. Es posible que a la entidad que ganó La Primera en Eindhoven esto le hubiera quedado grande, pero aquella noche, que fue la que vino después de aquel gol sin comparativa, transformó el presente y a su vez el futuro. 10 años después, el Sevilla no es quien era entonces; 11 cursos más tarde, es el Pentacampeón. El carismático alemán feliz que ayer se quedó triste, rendido a un segundo tiempo de extraordinario impacto histórico, levantó la cabeza y tituló con sentimiento: “Son un gigante de Europa”.
Unai Emery estudió el encuentro y detectó su clave; debía reducir al mínimo el número de situaciones en las que Soria, Rami, Carriço, N´Zonzi y Krychowiak tuvieran la pelota controlada en su área o en sus proximidades;Unai Emery sorprendió mandando al Sevilla FC a defender muy arriba y consciente de que su plantel -o quizá no su plantel, pero sí su equipo- atesora más recursos para crear ventajas en defensa que para hacerlo en ataque, en lugar de trabajarse una salida de balón adaptada a la presión de Klopp para eludirla con regularidad, optó por diseñar una presión propia y forzar al Liverpool a ser demasiado vertical en sus posesiones -lo que le llevaba a extraviar el balón antes de llegar a la zona peligrosa y, por lo tanto, a no poder empezar a defender a esa altura señalada-. Unai, así, asumía un riesgo; en virtud de este plan, concedía espacios a Coutinho, Lallana, Firmino y Sturridge que podía pagar caros, pero cada uno de los pasajes de la Final le dio la razón sin posibilidad de réplica: los ingleses sólo dominaron cuando los españoles no se atrevieron a obedecer a su entrenador.
Banega jugó como hacen los viejos que, de jóvenes, fueron lo que Éver debió haber sido.
Porque al final, el fútbol es de los futbolistas, como probará lo siguiente. Si en los primeros 15 minutos los dos técnicos quisieron que sus equipos presionasen y sólo pudo hacerlo el Sevilla, se debió a que Banega vestía de blanco. El encuentro del argentino fue muy bueno, pero ese compás inicial resultó una locura que, a título individual, llevaba tiempo sin verse en un centrocampista en una Final europea. Desinflaba las minoritarias -aunque intensas- emboscadas de los rojos con la postura de su cuerpo, batía líneas con el giro de sus tobillos e instalaba a sus compañeros en la mitad de los adversarios para regocijo de su jefe. Banega era la diferencia. El St. Jakob Park le pertenecía. Por su culpa, pese a estar en Suiza, el Liverpool llegaba tarde. O pronto. Pero nunca cuando tenía que llegar.
No obstante, las Finales son complejas y albergan giros de guion como cualquier historia que consigue captar atenciones. Lo del Sevilla estaba siendo bueno pero se quedaba lejos de lo perfecto, y en un par de incursiones de ClyneSturridge era el dolor y Coutinho, el alivio para el Sevilla en el 1er Tiempo, que fue durísimo y Lallana por la banda derecha, se descubrió que el portero David Soria quizá no está todavía preparado para marrones como el que le ha tocado manejar. Era un manojo de nervios cada vez que la pelota se acercaba a su portería; sus defensores se percataron y se contagiaron de inseguridad. La respuesta inmediata fue dar 10 pasos atrás, lo cual atentó contra la estrategia de su entrenador y entregó media hora de fútbol en bandeja al bestial Klopp. Can lanzaba, Lallana continuaba, Firmino ideaba y Sturridge ejercía de crack. Afortunadamente para el Sevilla, Coutinho no compareció. Apenas el meta Mignolet y el propio Lallana, que fue sustituido, tocaron la pelota menos que el brasileño. Demérito suyo y mérito de Banega y N´Zonzi, que trabajaron muy bien contra él. Gracias a esto y a algún golpe de suerte -siempre necesaria en una Final-, se arribó al descanso perdiendo 1-0 en lo que, a tenor de lo sufrido, significó una noticia maravillosa.
La charla de Unai Emery en el descanso tuvo una importancia decisiva en el guion de la Final.
Fue en el tiempo de descanso cuando Unai Emery como entrenador y el Sevilla FC como club dieron un paso al frente en sus respectivas trayectorias: miraron atrás, contemplaron episodios memorables que les habían hecho felices y los emplearon para cambiarlo todo. Terminado el envite, le preguntaron por la revolución provocada, y explicó que este año habían sufrido mucho jugando a domicilio, pero que sin embargo, en el Sánchez Pizjuán habían mostrado una fuerza especial que les había vuelto capaces de todo, y que tan solo tenían que ver que estaban disputando una Final de la Europa League en campo neutral, y que sentir, en consecuencia, que estaban jugando en casa. A los pocos segundos de empezar la segunda mitad, Mariano estrujó la candidez de Moreno y le puso la pelota a quien nunca falla, Kevin Gameiro. Empate.
Lo que prosiguió fue una mezcla de factores. El Sevilla recuperó su plan original y, con este, la iniciativa táctica en el partido; y además crecieron sobremanera el propio Mariano por la derecha y un Vitolo inconmensurableMoreno, Lovren, Kolo y Clyne no estuvieron a la altura de una Final así por la contrapuesta banda izquierda. Clyne y Moreno, sin recibir ayudas ni directas ni indirectas, en lo que fue una revelación de que Klopp no es un mago y de que él también necesita tiempo para esculpir, regalaron lo indecible. Porque además, no se trató en exclusiva de una cuestión de pizarra, sino que, sobre todo, fue una circunstancia más ligada a lo cultural. El propio Unai Emery señaló hace unos meses que la principal diferencia entre el fútbol inglés y el español reside en que la Premier se concibe a sí misma como un juego y que la Liga es más como la vida y la muerte. Cada cultura posee sus pros y sus contras, y el hecho de que perder un partido en España haga que un estadio que igual incluso te adora vaya a pensar durante siete días que eres un “póngase el adjetivo que se desee”, desarrolla una resistencia extra a la derrota que en la Champions y la Europa League juega un papel importante. En su periodo de sumisión, el Sevilla encontró argumentos para sobrevivir. Supo cómo juntarse, halló algún jugador que llevó la pelota a un sitio que frenó el ritmo y otras artimañas conocidas. Por el contrario, el Liverpool, durante su inferioridad, fue algo indefinido que no tuvo ninguna posibilidad de seguir respirando. La Premier es tan divertida que se olvidó de aprender a padecer.
Coke, el extremo del doble lateral dispuesto por Emery y el gran capitán, marcó dos goles para la historia.
Coke fue el héroe de la Final de Basilea por anotar dos goles repletos de simbología. Al mismo tiempo, también fue quien reveló la absoluta clave de la victoria: “Parece fácil, pero se sufre mucho”. Quien busca la paz se esfuerza como nunca iguala quien anhela ser feliz, y ese es el secreto de los españoles: por culpa de o gracias a como sus aficiones viven el fútbol, de forma ininterrumpida, los equipos están huyendo de un desenlace que se parece mucho a la muerte. Por eso luego, en compensación, también disfrutan como ninguno. Nada vale tanto como la vida. Y eso es la UEFA Europa League para el Sevilla FC.
Ramiro 19 mayo, 2016
Que partido de Banega por favor, que escándalo de futbolista.