Zinedine Zidane ya es uno de los nombres propios de la presente temporada. Ha logrado que un equipo que acababa de vivir doce meses de pura desesperanza haya llegado al momento más decisivo de la Champions esgrimiendo la confianza en sí mismo como un valor competitivo que está marcando la diferencia. Desde cualquier punto de vista, esto resulta ilógico, y se convierte en absolutamente inexplicable cuando se depara en que su actual modelo de juego tampoco es que ofrezca certezas como para justificarlo. Lo de ayer sirvió un nuevo ejemplo más. El Manchester City descubrió desde temprano cada una de las limitaciones blancas, quedaron a la vista de cualquier aficionado, no cupo la posibilidad de que los jugadores del Madrid no se dieran cuenta, pero persistían una y otra vez en su incompleta idea, exponiéndose al error, como quien tiene la seguridad de que al final de ese camino les espera algo maravilloso. Y no es mentira. Es cierto que hay algo. En concreto, están ellos mismos, que terminan emergiendo antes o después y demostrando que son, en la mayoría de los casos, mejores que su rival. Incluso cuando causa baja Cristiano Ronaldo; uno de los grandes de la historia, el goleador supremo de la competición y el atacante más decisivo e inspirado de la edición que corre. Casi nada.
Silva era el único especialista para jugar entre líneas que había sobre el campo. Eso dio ventaja al City.
La introducción del encuentro nos recordó qué es una semifinal de Champions League. Sobre el césped estaban De Bruyne, Agüero, Bale y Benzema, cuatro futbolistas que en un suspiro se inventan un gol, y ambos sufrían auténtico pavor ante el escenario de ser aquel que lo encajase primero. Tanto City como Real se presentaron con la precaución como bandera, y a partir de la naturalidad, hubo un hombre que generó un contexto de ventaja del que gozaron los suyos, el canario David Silva.
Evaluando las características individuales de los dos onces, el único futbolista ligado a la virtud de asentar y proteger la pelota en campo contrario era el internacional español, y por pura inercia colocó alDe Bruyne fue la mayor amenaza de los celestes Manchester City en el terreno del Madrid. Una vez ahí, la verdad fue que produjo poco, pero provocó dos reacciones reseñables que derivaron en iniciativa citizen. Por un lado, mientras él absorbía la posesión, De Bruyne aprovechaba para lanzar sus desmarques dentro-fuera y hacer daño moderado, sobre todo, en la banda derecha. Con Navas fijando a Marcelo, el fantástico atacante belga sacaba a Ramos de posición y propiciaba el único foco de peligro que se repitió más de una vez durante la primera mitad. O mejor dicho, el único que se repitió por exclusivo mérito inglés. La otra ventaja que generó el fútbol de Silva consistió en poner de manifiesto la parte menos conseguida del sistema de Zidane.
Sergio Ramos fue quien más sufrió el momento más delicado del Real. Tanto sin balón como con él.
Con el Manchester City perdiendo la pelota cerca del área de Keylor, y bastante bien escalonado gracias a los movimientos hacia delante de Fernandinho, el Madrid se veía forzado a iniciar cada jugada con sus centrales y portero frente a un rival que aguardaba para presionar a la altura de Kroos y Modric. Y Carvajal, Pepe, Marcelo y, de modo destacado, Ramos fueron una máquina incesante de cometer pérdidas en primera línea. El reparto de zonas entre Casemiro, Kroos y Modric durante los primeros pases sigue erigiéndose como un conflicto no resuelto por Zidane; no existen líneas de pase para quien tiene el balón en cada instante, y como se insiste en sacarlo a ras de suelo, o surge una inspiración mágica en alguno de sus hombres, o se paga el durísimo peaje de que tipos como De Bruyne y Agüero empiecen algunos contragolpes desde muy, muy arriba y con menos blancos de los esperables entre ellos y la meta. Este guion, indeseable para cualquiera, significa un vil infierno para el disminuido Ramos de hoy, si bien pudo resistir sin costar ninguna ocasión gracias al constante e intenso trabajo de cada uno de sus compañeros. El Madrid fue un bloque en todo momento. El Manchester City, por su parte, no.
El segundo periodo estuvo marcado por las dos lesiones acaecidas durante el primero. A Pellegrini se le cayó Silva, baja que se unía a las de Touré (lesión) y Nasri (no está inscrito en la Champions), así que hubo de renunciar a la figura que más ventajas le estaba reportando. Entró en su lugar el joven y rápido goleador Iheanacho, que también guardaba sentido, pues al fin y al cabo debía intentar marcar y Keylor Navas todavía no había sido probado. En cualquier caso, siguió sin serlo. El City perdió con él cada uno de sus avales: la posesión en campo contrario, la opción de presionar arriba y a su mejor jugador. Con De Bruyne en banda izquierda obligado a hacer de Silva, es decir, con De Bruyne enfocado al apoyo en vez de a la ruptura, Pepe se agigantó como en sus años mozos transmitiendo aquella sensación antaño tan suya: él sólo se bastaba contra el City entero.
Carvajal sometió a De Bruyne, en defensa y en ataque, cuando el belga pasó a la izquierda.
En el otro bando, Zidane perdió a Benzema. O a la reducidísima versión del francés que asistió al Etihad Stadium. Pero el caso fue que su equipo lo echó de menos. Fue lo único que le faltó para transformar en victoria el apabullante dominio que exhibió desde el minuto 45 hasta el 90.
Protegido por el “factor Pepe” y liberado de la carga de recibir cada pelota bajo presión, Modric compareció en el encuentro y se alió con el alemán Kroos, que siempre estuvo en élBale mostró de nuevo su estado de gracia -exagerada precisión la suya en cada reto que encaró, inclusive las descargas de espalda a portería-. Entre los dos asentaron la posesión del Madrid en la mitad del adversario y activaron a Lucas Vázquez y al estelar Bale, que hasta entonces habían sido poco alimentados pero habían insinuado un peligro latente. Además, protegieron muy bien el balón y pasaron a perderlo sólo cuando asumían un riesgo con la intención de fabricar una ocasión, o sea, cerca de Joe Hart, desde donde el Manchester City no parecía tener capacidad para montar un contragolpe. Salía casi siempre en largo y, en la batalla aérea, Pepe, Ramos y Casemiro se mostraban titánicos.
¿Qué le faltó al Madrid para obtener un resultado que reflejase su superioridad? La claridad ofensiva de ese hombre de tres cuartos en adelante capaz de transformar en ataque colectivo lo que fueron meras incursiones individuales. Ni Lucas Vázquez -pese a su gran partido- ni Jesé lograban hacer de escala hacia Bale para que el galés recibiera más arriba y de cara, lo que forzaba a este a bajar demasiado para recibir el balón y a iniciar la acción con Fernando y Fernandinho ante sí. Zidane lo atisbó y le cambió de perfil: lo puso en la izquierda, pero más de mediapunta que de extremo, para emplear a su favor que Fernandinho, el pivote de ese lado, salía más a por Kroos que Fernando a por Modric, y concedía su espalda con mayor facilidad. Bale obtuvo réditos, pero, con Marcelo desactivado de socio por falta de inspiración y con lo comentado sobre los dos canteranos, o hacía un gol de Maradona, o no hacía gol. Y no lo hizo. Aunque estuvo cerca tras un lance elegantísimo.
Dejar en cero ocasiones de gol en el Etihad Stadium al Manchester City merece consideración.
“Zizou” tenía una carta potencialmente ganadora calentando en la banda desde la salida del descanso, Isco Alarcón. Viendo la que estaba armando Modric cada vez que conducía el balón e intentaba desequilibrar, aquello que venía de ofrecer el malagueño en el estadio de Vallecas se antojaba, como mínimo, muy molesto para el Manchester City, pero el entrenador blanco concebía el desafío como una eliminatoria de 180 minutos y no quiso privarse ni del rápido repliegue de Lucas, ni del factor aéreo de Casemiro ni de la jerarquía europea de Kroos. Adoptó una actitud conservadora porque entendió que, siguiendo igual, el peor resultado que podía adquirir no era malo de cara al Bernabéu. Y ese fue el que obtuvo, un 0-0 que deja las espadas en todo lo alto. En cualquier caso, pese a no marcar, sería improcedente apuntar que se fue de vacío: se llevó consigo un segundo periodo de suma autoridad a domicilio y el mérito de dejar a un equipo que cuenta con Silva, Navas, De Bruyne, Agüero e Iheanacho, el que viene de eliminar en buena lid al Paris Saint-Germain, en cero ocasiones de gol en su propio estadio en una semifinal de UEFA Champions League. El Madrid, que no ha necesitado casi nada para creerse (saberse) muy bueno, sigue acumulando excusas para no dudar de esa verdad. Repercuta o no en la Final de Milan, repercuta o no en una visita a la Cibeles, Zidane le está regalando dos meses a sus futbolistas que para ellos se quedarán. Su labor admite críticas, pero, a su vez, también demanda elogios.
@RafaMedelC 27 abril, 2016
Sin ser un experto en el Manchester City, me sorprendió que fuese Iheanacho (más allá de su rendimiento en el partido que para mí fue escaso) el recambio de Silva y no Delph. Con el inglés, De Bruyne hubiera seguido como mediapunta y el City hubiera tenido dos piernas de mayor combustible para la segunda parte. En mi opinión y en teoría, Delph hubiera ayudado más en la salida y en el repliegue que el nigeriano en una segunda parte en la que el City tuvo problemas en ambas facetas.
Por otro lado, con Benzema y CR mermados, si Zidane no quiere tocar su triángulo habitual en el centro del campo, ha de posibilitar que Bale entre en juego constantemente entre líneas y con libertad plena para salir de la derecha.
Como no suelo comentar (pero sí leer), aprovecho para daros la enhorabuena por el buen trabajo que hacéis.