El Atlético de Madrid dio un nuevo paso hacia un destino inevitable cuya única duda reside en su fecha de resolución. Simeone quiere que sea este 28 de mayo, pero puede ser cualquier otro día, de cualquier otro mayo, en cualquier otro año; su equipo va a ganar la Copa de Europa, antes o después, si consigue seguir jugando al fútbol del modo en el que lo hace. Su repertorio se enriquece, su moral se fortifica, su grandeza se potencia. Ayer ejerció de conocedor de la competición que no tiene amigos ante un Bayern Múnich que pertenece a su nobleza, y que pareció muy pequeño ante su estampa tanto al principio como al final. Le descolocó mirar al rostro de esos indios organizados y no descubrir en ellos ni un atisbo de aquello que generan en los demás: duda, miedo y servidumbre.
La primera noticia de la noche la trajo el once de Guardiola. El técnico catalán interpreta la Champions de una manera diferente a la del resto. Para la mayoría, la experiencia, el saber estar y la determinación son cualidades prioritarias si se disponen de ellas; en cambio, Pep sitúa el juego en el centro de la diana. El juego más puro. Analizó a su rival, se asumió incapaz de crear fútbol por dentro y diseñó un plan de ataque basado en el uno contra uno en las bandas que requería de Douglas Costa y también de Kingsley Coman. Ribéry -tocado- y Müller -hundido- se quedaron en el banquillo. La titularidad de Xabi Alonso, con el consiguiente reposicionamiento de Vidal como interior derecho, y la presencia de Alaba como central zurdo terminaron de perfilar la alineación. Menos calidad de la esperada. Pero en favor de un plan.
El Atlético de Madrid no se sintió intimidado y asumió un riesgo que le terminó saliendo rentable.
El Atlético se lo pudo tomar de dos formas. La primera, perdedora, consistía en temer la intención de Guardiola. Pero este comando liderado por Simeone está abonado a la actitud ganadora y lo que leyó fue que el Bayern tenía bastante menos talento que esos rivales contra los que en España juega tanto y a los que ya ha probado saber vencer. Así que entró al Calderón con la confianza suficiente como para iniciar la eliminatoria aplicando, durante 15 minutos, el más arriesgado de sus planes: la presión en campo contrario.
Giménez jugó un partidazo y Savic no se quedó muy atrás, pero no se sería riguroso si, dejándonos llevar por el entusiasmo, apuntásemos que la baja de Godín no se notó. La capacidad de anticipación del uruguayo, así como la seguridad que infunde a quienes lo sienten cerca, no estuvo presente y el Bayern Múnich encontró más espacios a la espalda de la presión colchonera de los que encontraron hace 10 noches Messi, Suárez y Neymar. La actuación del Atlético fue bastante menos perfecta, en especial durante esta fase de emboscada. Pero el fútbol, cuando uno no se enfrenta a Messi, no requiere de perfección, sino de superioridad, y lo cierto fue que extrajeron muchas más ventajas que inconvenientes a través de esta iniciativa en la que Koke y Saúl como interiores elevan tantísimo el nivel.
Entre otras cosas, porque la salida de balón del Bayern contó con limitaciones preocupantes, serias y dañinas. A título táctico, la participación de Arturo Vidal resultó absolutamente equivocada. En lugar de ocupar la altura alzadaArturo Vidal favoreció la presión rojiblanca -entre líneas- que corresponde a un interior de Guardiola, bajaba a recibir en la misma recta horizontal de Xabi Alonso, y lo que en principio pueda parecer un acto de generosidad, en la práctica supuso una torpeza que le salió cara. Para empezar, porque molestó a Xabi, que es quien conoce las salidas: si el chileno inunda su espacio, potencia el efecto que persigue el Atlético, que no es otro que reducírselos. Y para terminar, porque, al eliminar la amenaza en la espalda del sector izquierdo del centro del campo rojiblanco -Augusto y Koke-, invitó a este a presionar con la máxima agresividad permitida a coste cero, pues, si fallaban en una entrada y resultaban eliminados por algún jugador del Bayern, no había nadie en su nuca que castigase la zona que dejaban desguarnecida.
Ñíguez marcó un gol que el fútbol sólo asignó con normalidad a Leo Messi y Diego Armando Maradona.
De esta guisa, el Atlético fue obteniendo algún robo adelantado y, con mayor frecuencia, provocando pelotazos indeseados en la zaga del Bayern, un escenario que le acabó otorgando la iniciativa ofensiva del encuentro en los minutos de presentación. Griezmann, con más astucia que constancia, y Torres, con más pasión que inteligencia, amenazaron la integridad de una defensa bávara que, por otro lado, no estuvo a la altura. Si bien fue Saúl Ñíguez el autor del gol que, de alcanzarse la Final de Milan, habrá valido la misma. Se trató de una acción virtuosa y aparentemente concebida por el destino. Cuando el capo más joven de la Champions inició su carrera hacia la gloria, ni siquiera se le pasó por la cabeza el desenlace que asomaba. Él sólo quería seguir jugando, pero la única solución posible a cada uno de sus toques era un nuevo regate hacia el único hueco libre que el rival le concedía. Fue como si lo lanzasen a un río y la corriente le llevase hacia un lugar que nadie visitó antes y desde donde se distingue, a lo lejos pero con nitidez, una de las asas de la Copa que se desea. Nadie lo olvidará nunca.
El Atlético tenía su botín y el Bayern, de repente, la necesidad. El choque giró poco a poco hacia su guion más esperado, el ataque posicional bávaro contra la defensa organizada más afín, y si bien no se percibióThiago era oxígeno para el Atlético de Madrid en los rojiblancos esa solidez imperturbable en el corazón de su área fetiche, sí que labraron otras superioridades en otras zonas del campo que le proveyeron de bastante control. En primer lugar, las carencias asociativas de Thiago Alcántara fueron una bocanada de aire fresco para Simeone que cuesta entender que Guardiola tardase tanto en erradicar. El hispano-brasileño es un genio del último pase, un chico capaz de inventarse un gol incluso ante esta defensa que tan pocos encaja, pero su mecánica del control-decisión-pase es tan poco dinámica que cada una de sus participaciones hacía perder al Bayern la ventaja que había creado con la circulación previa. El efecto de pasarle el balón a Thiago equivalía al de darle un pase al portero Neuer: la jugada volvía a empezar de cero. Y uniendo este patrón a que Vidal no aparecía nunca líneas porque Augusto Fernández se lo estaba merendando, el fútbol infería que la posesión del Bayern Múnich, como tal, no iba a ser ningún instrumento ofensivo contra la defensa del Calderón.
El preparación táctica y técnica que hizo Simeone contra el regate de Douglas Costa fue decisiva.
El que sí lo sería fue Douglas Costa, quien de inicio se paró en el costado izquierdo. El brasileño merece crédito. Su combinación de perseverancia y frescura raya la anormalidad; el tipo supone un peligro que incluso no derivando en goles o asistencias golpea el partido con fiereza. Pero Simeone es un maestro de la defensa y orquestó un plan contra él. En lo táctico, forzó un 2×1 permanente ya fuese con Saúl o, en su defecto, Gabi ayudando a Juanfran; y una vez uno de los dos taponaba con su cuerpo el paso de salida más peligroso del extremo, el otro le metía el pie con agresividad y le restaba ese tiempo que cualquier joven latinoamericano tiende a necesitar. ¿Por qué se pudo permitir el Cholo este 2×1? Porque el bávaro que quedaba libre era o bien Bernat o, en la mayoría de ocasiones, Thiago Alcántara. Es decir, cuando Douglas soltaba el balón, el Bayern no aplicaba un ritmo de juego que pudiera cobrarse el hueco que, forzosamente, el Atlético había dejado sin cubrir fuera cerca o fuese lejos. A este respecto, si Alaba es el interior o el lateral izquierdo en la vuelta, el asunto dará un giro, sino de 180, sí de 100 o 120 grados. Y Pep en el fútbol compagina lo bueno de los hombres con lo mejor de los animales. Es inteligente, pero no tropieza dos veces en la misma piedra.
Los acontecimientos siguieron sucediéndose hasta alcanzar un punto de crudeza quizás inevitable. En pos de asegurar como acostumbra, y como no estaba haciendo, el centro del área de Oblak, el Atlético de Madrid renunció a cualquier variante del juego que no fuese directamente esa, y se marcó un cerrojazo en el segundo periodo de estos que restan sabiduría al otrora preclaro refranero español. Da igual lo que vaya el cántaro a la fuente; cabe la verdadera posibilidad de que este no se caiga. Ni siquiera cuando Ribéry ingresa para añadir materia gris al ataque, Lewandowski comienza a imponerse bajando juego directo y Müller mira al Calderón y siembra la incertidumbre. Por todo esto, y porque la trayectoria de este grupo así lo avala y lo inspira, ni siquiera la perspectiva de visitar uno de los estadios más temibles y temidos de la Champions hace dudar a Diego Pablo Simeone cuando grita que “Es ahora”.
lordcab 28 abril, 2016
Voy a recoger un comentario del compañero @jackbonaventura en el post "SAUL… OTRA VEZ CONTRA GUARDIOLA"
"De todos los que juegan hoy en el césped creo que si alguien puede hacer una actuación legendaria hoy, ese es Saúl.
Precisamente por lo que dice David: nadie lo tiene más complicado que él. Le va a tocar jugar contra Guardiola, contra Alaba, contra Bernat, contra Vidal, contra Douglas Costa y contra Ribery.
Si logra minimizar el impacto de todo ello, para mi, será una de las actuaciones del campeonato.
Si logra convertirse en una ventaja pese a todo ello, para mi, estaremos entrando en las tierras de la historia."
Mi pregunta es, después de este gol, como definimos su actuación ??? Existe adjetivo ???