Vivimos una noche extraña ayer en París. Los cuartos de final volvían a presentarse como la prueba del algodón para el proyecto de Laurent Blanc. Hasta hoy, el equipo nunca fue más allá y se esperaba un salto de calidad que ni mucho menos llegó. Al contrario. El Manchester City, quizá demasiado infravalorado por todos en la previa, salió del Parque de los Príncipes más legitimado que su rival. Completó un partido de superior entidad, más cercano al tope competitivo imaginable. Empató a dos, sin dispendios de ningún tipo pero con innegable justicia.
Los ingleses se están esforzando en competir en esta Champions
Y eso que el PSG arrancó bien, con ese tono dominante típico del cuadro galo. Su 4-3-3, que presentaba las novedades de Rabiot, Cavani y Aurier en los habituales puestos de Verratti, Lucas y Marquinhos, se las apañaba para generar superioridades en la zona central. Con Di María muy centrado y Zlatan suelto arriba, el foco de profundidad lo puso Aurier, cuyo ritmo y potencia se le atragantaban a David Silva, extremo izquierdo del City y responsable de esa zona. Antes de que pudiera consolidarse cualquier análisis táctico, Ibra dispuso de dos ocasiones clamorosas: un penalti y un mano a mano ante Hart. El sueco falló ambas, se sintió culpable y quiso arreglarlo.
Tras el combo de errores, la histeria se apoderó del sueco. Zlatan empezó a pedirlas todas en el círculo central, actuando ya como interior y obligando a Cavani y Di María a abrirse mucho y jugar a losDe Bruyne, muy bien en general espacios. Ambos quedaron en tierra de nadie. El nerviosismo se apoderó de la circulación del PSG, que echaba terriblemente de menos a Verratti. Rabiot lo intenta pero no le iguala ni en seguridad ni en constancia. Además, el City vigilaba personalmente a Motta con la marca de Kevin De Bruyne, excepcional en todas las fases del juego. El belga es un futbolista tremendo, capaz de muchas cosas. Por ejemplo, de salir a la contra con gran verticalidad y precisión. Sus movimientos a la carrera se juntaban con los de Agüero, vistiendo al City de equipo intimidante. El PSG estaba perdiendo balones donde no suele y los ingleses olían a jugada de gol como la del 0-1. El autor de la perdida fue Matuidi.
En el minuto 41 empató Ibra, en un gol tan tonto que ni la televisión tuvo a bien recogerlo.
Sin Verratti, el PSG la puede perder abajo. Hay menos seguridad
Tras el descanso, Blanc tuvo que elegir entre jugársela o ser razonable, y como ya lleva unos añitos en esto de la Champions, eligió lo primero. El PSG aumentó su apuesta sobre el control y volvió todo mucho más lento. Digamos que tiró del manual de pases que se saben de memoria. Cada futbolista rellenó su ubicación para que las pérdidas no se sucedieran con tanta frecuencia. Zlatan regresó más o menos al área y Di María se clavó en la banda derecha para encarar el débil sector de Clichy y Silva. Algo de remate ganó el PSG, que hizo el 2-1 en un córner y pudo colgar un par de centros con peligro.
No obstante, lo ofrecido por el PSG era poco, demasiado poco. Al City le bastó que su armazón, formado por Fernando y Fernandinho (¿volverá Yaya Touré?), se mantuviera sólido y en pie para forzar otra situación de contraataque, resuelta en el caótico gol del empate, precisamente de Fernandinho. El ex del Shakhtar asistió en el primer tanto y marcó el segundo, básicamente porque el PSG cuando la perdía no estaba bien colocado para detener las transiciones enemigas. Se nos quedó a todos un cuerpo raro con los franceses, que no terminan de romper en Copa de Europa. El City, colectivo imperfecto donde los haya, ayer pareció más equipo.
DOCTORSOCRATES 7 abril, 2016
¿Y si el City gana la competición al igual que el Bayern la ganó antes de la llegada de Guardiola?