Había sido una semana dura para el Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone. El martes se enfrentó quizá por primera vez a la posibilidad de decepcionar a su público; caer ante el débil PSV Eindhoven hubiera podido cambiar la relación que los une. El cariño es incondicional, pero la admiración hay que ganársela, y este colectivo lo ha hecho a pulso: nunca ha perdido por demérito propio un partido del que dependiera la felicidad de su afición. Y estuvo a punto de ocurrir. Necesitó un palo, una prórroga y 16 penaltis para evitar romper ese lazo. Debió terminar exhausto. Sobre todo, a nivel mental. Así que parece normal que ayer en El Molinón careciera de frescura. Lo malo reside en que, sin ella, es menos de lo que podría. Por no decir mucho menos de lo que debería.
El Atlético ha demostrado tener recursos que casi nunca emplea.
El Atleti olvidó usar el balónEl Atlético de Madrid no es un equipo limitado por las circunstancias. A excepción del déficit de no disponer de un ariete rematador -debido al fallido fichaje, o a la mala adaptación, de Jackson Martínez-, su plantilla se sitúa en una esfera privilegiada tanto por buena como por completa. Además, por momentos demuestra su categoría. Hace tan solo una semana estábamos loando su actuación contra el Deportivo, y si bien el conjunto de Víctor opuso poca resistencia, nadie juega tan bien si no tiene capacidad para hacerlo. Un mal rival puede regalar una goleada a favor, pero nunca un fútbol bien practicado. Siguiendo con el reciente precedente, debe detallarse su estilo: se basó en la combinación en campo contrario a partir del dominio ofensivo de su banda izquierda y el rol de director que supo asumir Koke. Es decir, el Atlético, cuando lo intenta, muestra un manejo de balón que le distingue de la clase media. Del mismo modo que, con piezas como Griezmann, Carrasco, Vietto o Saúl, dispone de arsenal suficiente para condicionar a un rival ofensivo a partir de un contragolpe que intimide. El mismísimo Camp Nou rindió cuenta del potencial colchonero a este respecto incluso con 11 frente a 10.
Sin embargo, los encuentros de bajo consumo del equipo de Simeone no tienen ni pequeñas rachas de respiro con el balón ni una cadencia de contraataques que cause efecto sobre el rival. Cuando el Atlético no va a tope de intensidad y con el chip de ataque encendido, el juego pierde su sentido bidireccional y se transforma en una rutina inalterable en la que el adversario ataca todo el tiempo y el Atleti se defiende todo el rato. Parece como si el proyecto no creyera en esa versatilidad que ya ha demostrado poseer. Ignora recursos disponibles. Se auto-limita.
La 2ª mitad se saldó con 11 chuts del Sporting por uno del Atleti.
Y el Sporting lo aprovechó de fábula. Tras una primera parte marcada por el negativismo que venía padeciendo en las últimas semanas, y que se saldó con 0-1 (1-3 en tiros), Abelardo dio 10 minutos de margen al segundo periodo antes de acometer el ajuste que le dio la victoria: Carlos Castro por Omar Mascarell. El cambio bajó a Nacho Cases a la sala de máquinas y dibujó arriba una doble punta que liberó a Sanabria del contacto con los centrales. El paraguayo, hiperactivo, recibió entre líneas y advirtió al hueco, haciendo perder altura al sistema defensivo del Atlético y favoreciendo que Carmona en la derecha y, sobre todo, Jony en la izquierda recibieran la bola más arriba. El mérito de que, en sus circunstancias sociales y desde su lugar en la tabla, el Sporting atacase con tanto criterio cuando más corría el reloj fue total. Y, desde luego, acreedor de sus revitalizantes nuevos puntos. Ya llueve menos.
Simón 20 marzo, 2016
Gran tarde para el sportinguismo en el molinon. Ahora bien, será el sporting capaz de mantener ese espíritu competitivo que parece tener ante los grandes… Veremos la semana que viene en el vital duelo ante el levante…