El líder de la Bundesliga visitaba la casa del segundo con cinco puntos de ventaja. Se antojaba una especie de match-ball por el título que los locales debían salvar para seguir soñando con el mismo. Y lo medio-lograron. La clave residió en propiciar uno de esos partidos de los que no le gustan a Guardiola; uno de esos en los que el entrenador del rival brilla y da más que hablar que cualquiera de los astros que lo disputan.
Tuchel propuso dos «partidos»Tuchel siguió la estrategia ya usada por Klopp pero sin imitar su sistema. Es decir, para empezar, planteó un choque dividido en dos fases, una primera de 30 minutos en la que intentaría una presión alta y abrir el marcador, y una segunda de 60 en la que trataría de administrar la renta ambicionada o, en caso de no haberla obtenido, resistir atrás y salir en alguna contra. Tal y como hacía Jürgen. Pero, se insiste, con un esquema diferente.
Durm y Schmelzer con balón eran extremos. No subían; estaban.
Tuchel incrustó a Bender entre sus centrales, Hummels y Piszczek, y plasmó un dibujo de funciones cambiantes que, durante la media hora inicial, bien pudo ser calificado de 3-4-3. La posición y las funciones de los hombres abiertos, Schmelzer en la izquierda y Durm en la derecha, eran más semejables a las de Chory Castro y Susaeta en sus hábitats respectivos que a las de dos laterales ofensivos aleatorios. Su trabajo sobre las líneas de pase a Costa y Robben era óptimo, y, protegidos por los tres centrales, por el esfuerzo previo de sus tres puntas y, por qué no decirlo, por que Vidal, Müller y Lewandowski no disponen de la finura de los mejores en zonas intermedias, el doble pivote conformado por Gündogan y Weigl se comía el campo. Robaba tanto el Borussia Dortmund que, pese a la verticalidad de sus posesiones y el intento de pausa del Bayern, el balón era amarillo (54%-46%). Insólito en el duelo.
Conste en acta que lo que mantuvo a flote al conjunto bávaro tras sus pérdidas más comprometidas fue la determinación del joven Kimmich en los cruces. Guardiola consigue cosas difíciles de creer. La primera media hora de Kimmich fue propia de Mascherano: se notaba que no era central pero resolvía jugadas defensivas de máximo riesgo por concentración y despliegue. ¡Kimmich! ¡Que parecía un pinypon en la pretemporada!
Cuando Reus y Gündogan aflojaron sobre Lahm, el Bayern subió.
Tómese el porcentaje de posesión como una herramienta descriptiva, no como el termómetro de la calidad del juego: si hasta el minuto 30 el reparto fue de 54-46, desde el 30 hasta el 45 giró a un apabullante 21-79. El sector derecho, compuesto por Lahm, Kimmich y Alonso, con ayudas esporádicas de Robben y, en especial, Müller, aprovechó la bajada de tensión del Dortmund (personalizada en Reus y Gündogan) para proteger mejor la pelota, rebajar el ritmo de ambos y asentar un control quizá inocente pero sin duda favorable. Y así siguió lo restante.
El Bayern sumó la pobre cifra de seis regates en 90 minutos.
En esta segunda etapa del encuentro, que a la postre duraría hasta su finalización, los cuatro jugadores abiertos del Borussia Dortmund bajaron un escalón y permitieron divisar con mayor continuidad (con total continuidad) la configuración de su repliegue: un 5-4-1 de tomo y lomo. Alonso, Alaba y Kimmich hallaron espacios y tranquilidad para dirigir el ataque, pero el cerrojo de Tuchel cedía poco para la maniobra de los de arriba. Los jugadores amarillos presionaban la espalda de sus cercanos cuando estos acudían a recibir y les hacían acusar su falta de giro o primer toque, y ni Alcántara (?) ni Götze comparecieron en el envite, por lo que la espesura generalizada caracterizó el epílogo.
Y así, el marcador pendía del hilo del que tiraba el más letal. Y en esta ocasión, y tiene pinta de que cada vez será más frecuente, Robben no pudo romperlo.
@sebas_gamarra 6 marzo, 2016
Me parece que después de mucho tiempo se volvió a ver al Arturo Vidal en su versión 2011-2013. Un mediocampista de amplio despliegue defensivo y con una enorme variedad de recursos para incorporararse al ataque. Recuerdo un Juventus Napoli del primer año de Conte que ejemplifica lo grandísimo que fue (su reconversión con Allegri no llegó a devolverle todas esas características).
Por otro lado, es increíble la variedad de esquemas (y lo entretenido que resulta verlos aplicados) vistos en los ultimos años en este clásico alemán. Esperemos que Ancelotti mantenga la tendencia.