No hace mucho, el futbolista español no valía millonadas. Existía uno, especial y distinto, señalado por todos como el mejor del país, tan bueno como para casi ganar un Balón de Oro. A su lado coexistían por supuesto grandes jugadores, como corresponde a un país de tradición como el nuestro, pero ninguno ostentaba el rango de megaestrella europea. Fue entonces cuando explotó el caso Mendieta.
“He puesto la tele y había un partido, y Mendieta ha marcado un gol realmente increíble”. El famoso estribillo de la canción del grupo “Los Planetas” resumía lo que estaba pasando. Corría el año 2000 y Gaizka Mendieta era poco menos que un fenómeno social. Estábamos ante un volante diestro de imponente golpeo y muchísima fuerza, que además se convertía en carismático por dos motivos: su ondeante media melena rubia y sus golazos. Golazos salvajes de verdad, como aquella inolvidable volea en el Camp Nou. La memoria, siempre dulce y selectiva, ha conservado lo mejor de aquel futbolista. Pero su historia tiene otros capítulos, y no menos apasionantes.
Mendieta pasó por mucho antes y después de su etapa gloriosa
No parecía Gaizka uno de esos críos destinados a destacar. Cuenta la leyenda que, en 1997, Jorge Valdano, por entonces entrenador del Valencia, le dijo que se buscara equipo, uno no demasiado ambicioso. De aquello nadie hablaría hastaGaizka tardó en ser Mendieta años después, entre otras cosas porque nadie hablaba de Mendieta… hasta aquel gol en San Mamés. Ya con Claudio Ranieri en el banquillo, Gaizka firmó en La Catedral un tanto de categoría que le situó en el radar del gran público. La campaña siguiente iba a ser gloriosa para club y jugador. El Valencia se clasificó para la Champions League y ganó la Copa del Rey, torneo que consagró del todo a Mendieta. Tras el trallazo al Barcelona llegó el gol en la final al Atlético de Madrid, en una maniobra digna de Pelé. El “6” che se plantaba en la Copa de Europa haciendo cosas de supercrack.
4-4-2. Presión asfixiante y salida rápida. Piojo López. Y Héctor Cúper. Las señas de identidad de aquel conjunto estaban escritas y diseñadas para el fútbol de Gaizka Mendieta. Era un Valencia de ataques fugaces, Mendieta 2000 y 2001, una bestia capaz de meterle cinco a la Lazio de Verón y cuatro al Barça de Rivaldo siempre bajo el mismo patrón. Gerard, el Piojo, Angulo… y a correr. En esas, Mendieta pasaba, defendía y llegaba a partes iguales. Parecía una máquina. Los valencianistas caerían en la final de París, pero regresarían doce meses después a una nueva final europea en San Siro (hecho que en este siglo solo han logrado Manchester y Bayern), ya más maduros, incluso más refinados por Pablo Aimar o Rubén Baraja. En esas, Mendieta, elegido mejor medio de Europa en 2000 y 2001, era ya una figura imposible de retener para el Valencia.
Por eso, por su status de estrella, resultó extraña su participación en la Euro 2000. Camacho no le otorgó rol de titular en el debut ante Noruega. Tras perder en el inaugural, Gaizka fue decisivo ante Eslovenia, donde un jugadón suyo sirvió para que Etxeberria anotara el gol del triunfo. Ante Yugoslavia colaboraría con un penalti clave a poco del final. Eran días en los que causaba fascinación la técnica de lanzamiento de Mendieta, aprendida dicen del ruso Oleg Salenko años atrás. El caso es que parecía imposible que fallara un penalti. Los metía todos. Cuando Raúl erró el suyo ante Francia, España entera lamentó que Camacho hubiera sustituido a Gaizka minutos antes.
No fichar por el Real Madrid arrebató la alegría a Mendieta
En el verano de 2001, Mendieta y Real Madrid hablaron. Se pusieron de acuerdo. Se querían. Gaizka soñaba con el Bernabéu y Jorge Valdano, director deportivo blanco, con reparar su error del pasado. Pero al Valencia, que suficiente tenía con perder a su emblema, traspasarlo al gran rival local le parecía demasiado. Venderían al primero que pasara por allí. Y ese fue la Lazio, que se había plantado en España con 8.000 millones de pesetas en busca de Rivaldo y se marchó con el centrocampista vasco. Fue tan improvisado aquello que parecía imposible que no acabase como pintaba: mal.
En realidad, Mendieta nunca fue un genio ni nada por el estilo. Su fútbol se basó en lo que era capaz de hacer con la bola a máximas revoluciones. Construyó desde la confianza en sí mismo a un futbolista todoterreno. Cuando perdió seguridad e ilusión lo perdió todo. Su fracaso italiano, más que afectarle, le hundió como jugador. Pasó a fallar en los controles, a ser incapaz de desbordar a nadie. Sus minutos en el Mundial 2002 fueron horribles; su paso por Barcelona, discreto. Van Gaal lo fichó para que hiciese de carrilero a todo campo en su excéntrico 3-5-2, algo inasumible para el Mendieta de 29 años. La Premier, siempre respetuosa con las viejas glorias, le permitió un retiro digno en la élite. Pero Mendieta, el de los goles «realmente increíbles» murió mucho antes, en aquel verano de 2001.
@AitorCs3 10 febrero, 2016
Que articulo mas bueno, no recordaba en absoluto que Mendieta hubiera sido así.