El Málaga de Javi Gracia sigue dando pasos en su plan de conquista. Tras haber cosechado varias exhibiciones ante los principales equipos del país, algunas de las cuales se saldaron con puntos mientras que otras no, ayer logró un nuevo hito: superar al Real Madrid pese a jugar bastante por debajo de sus posibilidades. Es tal la integridad que está alcanzado su fútbol que, en este instante, ni siquiera necesita bordarlo.
La presión de J. Gracia dominóEl encuentro suponía una piedra de toque importante para el Zidane técnico. Cualitativamente, quizá la mayor desde su llegada. Su Madrid sólo muestra buena cara cuando cruza la divisoria con la pelota controlada, siempre que no se cumple ese punto, parece vulnerable e inocente, y no existe una presión en España como la que el Málaga aplica en La Rosaleda. Las hay más físicas -las practicadas en el País Vasco-, pero ninguna tan segura y útil. Y Zidane, lejos de ajustar su salida, tomó decisiones que la debilitaron, como prescindir de Isco en el centro del campo -lo usó de «9»- y poner a Kovacic en su sitio. La iniciativa era para Gracia.
El Madrid no parecía tener preparada ninguna salida de balón.
No se trata de que Kovacic no sea un buen recurso para gestar una salida de balón. De hecho, todo lo contrario. Su calidad asociativa y su cambio de ritmo pueden enriquecer cualquier iniciación. Su problema reside en que, en este Madrid tan prematuro, sólo se ha visto un rasgo táctico de éxito sostenido: la posición entre líneas del Isco interior que ofrecía una línea de pase intermedia a Kroos y un punto de referencia que Modric empleaba para subir o bajar según la necesidad de Toni. Todo lo demás había sido inestable, pero durante cuatro encuentros, este axioma se respetó y dio frutos. Con Mateo, un futbolista bastante menos aplicado que Isco en la táctica ofensiva, y con menos recursos para jugar entre líneas, este ajuste desaparece; el Real pierde sistema y queda entregado, en exclusiva, a su calidad individual. Y si se suma el trabajo de los brutales Camacho y Recio sobre Kroos (flojo ayer) y Modric, y que Kovacic no estuvo inspirado como vía auxiliar, se dibuja el croquis de lo divisado: el Málaga, o robaba muy arriba, o forzaba un pelotazo de Keylor que cogían dócilmente entre Weligton y Albentosa.
Como el Real perdía la bola cómo y dónde no quería, sufría atrás.
A Juanpi se le vio, pero fallóCon el balón para ellos, los adiestrados boquerones tampoco dudaban. Charles y Duje Cop cumplieron con su parte y dominaron por arriba a la zaga blanca, y como se les activaba inmediatamente después o de una pérdida o de un pelotazo inesperado del Real, se medían a un sistema roto en el que Kroos, Modric y Kovacic corrían hacia su portería, dando ventaja a Horta y Juanpi, que hacían lo propio en la misma dirección. Aunque el venezolano exhibió templanza y claridad, su acierto no estuvo en consonancia, y por ahí se le fue al Málaga mucho del daño que debió causar. Con Fornals junto a él en el once, quizá hubiera sido diferente.
Marcelo fue el gran peligroNo obstante y aun considerando lo ya escrito, durante la primera hora de partido el juego se desarrollaba por ese típico cauce en el que se suele decir: «El pequeño está jugando mejor que el grande, pero va a ganar el grande». Básicamente, porque el Málaga estaba concediendo muchas facilidades en zona de peligro a Marcelo, Cristiano e Isco, que a su vez parecían muy finos tanto en sus desmarques como con la pelota. Por cada cuatro llegadas locales, había tres visitantes. Lo prudente era esperar que dicho saldo capitalizara en favor del Real. Sobre todo porque, a excepción del duelo entre Torres y Jesé en la banda, cada uno de los que acontecían cerca de Carlos Kameni tenía color blanco.
Poniendo a Cristiano de delantero, Zidane ahogó su ataque.
La situación viró aún más a favor de los de Zidane tras el tiempo de descanso. El despliegue del primer tiempo había hecho mella en las piernas del Málaga y la presión regaló metros para no regalar eficacia, lo cual permitía a Marcelo y compañía probar fortuna con frecuencia superior. Además, aunque la transición defensiva del Madrid era muy pobre, la velocidad de Carvajal, Nacho y Ramos mantenía a raya las contras blanquiazules. Pero, precisamente, esa inmunidad que sintió Zidane le llevó a tomar una decisión que, seguramente a su parecer, iba a cerrar el choque de manera definitiva: Lucas Vázquez por Jesé y conversión del 4-3-3 en un 4-4-1-1 con el canterano taponando la banda derecha y Kovacic, la izquierda. Ocurrió que, con el cambio de esquema, el Madrid entregó el balón -justo cuando más fácilmente lo estaba tocando arriba- y el Málaga lo aprovechó para empatar. Y ya con 1-1, sin Jesé y luego sin Isco sobre el campo, el Real intentó el gol de triunfo con la fórmula a la que Benítez recurría siempre pese a que no le funcionaba nunca: Ronaldo de «9» y centros a la olla. Ronaldo se ahogó, el Málaga pasó por fin a defender con comodidad y se certificó el segundo empate de la campaña 2015/16 entre estos dos colectivos.
roumagg 22 febrero, 2016
¿Tiene Zidane conocimiento táctico suficiente como para instalar automatismos dominantes en Champions League a su equipo?