El Madrid de Zidane es un equipo casi normal. Se trata de la prematura presentación de un proyecto recién nacido que busca ser transgresor, y quizá de una apuesta que necesite arrancar en setiembre para llegar a marzo en verdadera línea competitiva, y se le nota en su fútbol, que es inconsistente e irregular. Todo en los cauces de lo corriente. Pero se caería en un error si se tildase de ordinario marcarle cuatro goles al Athletic, y en uno todavía más grueso valorando de común una victoria en Roma por 0-2 en Octavos de Final de la Champions. Los equipos normales sólo cosechan resultados así cuando alcanzan su plenitud. Por eso el Madrid no se circunscribe a su dimensión. Los blancos son mucho más que eso. Y su motivo principal se llama Cristiano Ronaldo.
La mala salida de balón romana condicionó el inicio del choque.
Quizás, Perotti fuese un errorEl estadio Olímpico acogió un encuentro de errores e inseguridades. El primer déficit grave en hacer acto de presencia residió en la salida de balón de la Roma. Prescindiendo de Dzeko (actuó Perotti como «falso 9″), Spalletti perdía la opción del juego directo y forzaba a su defensa a iniciar en corto, pero no pareció que esta tuviera ni funcionamiento, ni calidad ni fe para afrontarlo. El Madrid, tenso y físico del 0 al 90, presionaba los primeros pases y acumulaba recuperaciones adelantadas, lo que le otorgó una tempranera iniciativa que, por instantes, le asignó más jerarquía de la que posee. Pero pronto, Isco y Marcelo, que son los que piden el balón siempre, lo perdieron cuatro veces seguidas, y esa fase se disipó. Los ánimos se igualaron hacia lo bajo y ambos grupos parecieron en duda.
Modric y Benzema retrataban la flacidez asociativa del Real.
Nainggolan se hizo importateLa etapa posterior perteneció a Toni Kroos, Radja Nainggolan y Mohamed Salah. El centrocampista alemán mostraba un peso superior al de sus compañeros, el cambio de entrenador le ha sentado tan bien que goza de su propio contexto y nada le arrastra. Se echó la circulación a los hombros y la dotó de cierta dignidad a base de sentido. Pocos pivotes podrían haberlo hecho en su lugar, pues la calidad de los pases del Madrid era baja -hasta Modric y Benzema tenían los pies encogidos- y la labor defensiva de la primera barricada de la Roma era competente. Spalletti formó un 4-5-1, y Nainggolan, interior izquierdo, personalizó la intensidad y la aplicación. También el buen envío de escape. A poco que Marcelo subía, Salah se situaba en su espalda y era rápidamente lanzado tras cada robo de la medular. Su terrible velocidad no ayudaba a que el Real mejorase sus sensaciones. Aunque fuera algo artificiosa.
Florenzi, Pjanic y Salahn eran una trastada para Manolas.
Ramos ajustó y borró a SalahFue entonces cuando compareció el segundo titán merengue, que responde al nombre de Sergio Ramos. Abrió su posición hasta el punto de parecer en ocasiones un falso lateral izquierdo, cortando así el cordón umbilical entre Salah y sus centrocampistas y aguantándole por fuerza y talento en las pocas situaciones en las que le permitió recibir el balón. El capitán había desactivado lo único que parecía amenazar a Keylor, lo percibió y se vino arriba en todos los aspectos. Y tras él, resurgieron Marcelo e Isco, que son los que piden el balón siempre, incluso cuando sus arranques son tan malos como el de ayer. El Madrid tiene mucho jugador de un carácter encomiable que derrocha capacidad de resurrección sin importar las circunstancias. Perteneciendo a un grupo que ha perdido tanto y a quien casi nunca se le ha permitido ser el mejor, y tan expuesto a situaciones de presión, no queda otra que el elogio. Desde Marcelo e Isco, el Real cercó el 0-1 antes del descanso.
Ronaldo jugó absolutamente convencido de sus posibilidades.
En cualquier caso, lo potente estriba en que todo lo expuesto hasta ahora, y que afectaba a 21 de los 22 jugadores que pisaban el césped, estaba dentro de una burbuja. Mientras se desarrollaba esa batalla, Cristiano Ronaldo jugaba un partido aparte, definido por la confianza, la frescura, el acierto y la determinación. Partiendo de la banda izquierda y moviéndose hacia cualquier rincón, el luso fue un torrente de deporte y optimismo que no abrió el marcador porque ni James ni Benzema le siguieron el rollo. Por descontado, terminó anotando el 0-1 y el choque saltó por los aires. La Roma se fue arriba dejando espacios y el Madrid templó sus nervios y comenzó a jugar al fútbol. Entraron Dzeko, que amenazó poco pero bien, y Kovacic, que agregó un dinamismo ideal para como se puso el encuentro. Pero el tema, como en tantas otras eliminatorias de Champions, había descansado en Cristiano Ronaldo. Un futbolista que, potenciado por su entrenador, hace que sistemas en construcción labren resultados de equipazos rotundos. Si el «7» blanco está como anoche, anímicamente pletórico, el Real, aun con sus taras, puede competir ante casi todos. Y crucial: crecer durante ese camino.
En la edición de «Luces de Ciudad» de anoche, profundizamos en el AS Roma-Real Madrid y presentamos la previa del Arsenal FC-FC Barcelona y el Juventus FC-FC Bayern Múnich desde sus jugadores claves:
iltuliponero 18 febrero, 2016
Varane y Ramos, jerarcas en Roma.