Sísifo era mortal, pero no fue un hombre más. Fundador y Rey de Éfira (Corinto), la mitología griega le retrata como un reputado y poderoso comerciante que hizo negocio a partir de su gran astucia, habilidad e ingenio. Estas capacidades le otorgaron una posición de privilegio que a cualquiera de sus coetáneos le hubiera satisfecho enormemente. Sin embargo, Sísifo era un hombre ambicioso. Nunca sentía que nada fuera suficiente. No es que quisiera más, es que que simplemente lo necesitaba todo.
Así nació su mito, su perdición y su condena. Sobre las razones de la misma se ha debatido mucho y las teorías que existen son realmente diversas. La más extendida señala que, fruto de su enfermiza ambición, Sísifo comenzó a cometer todo tipo de tropelías y abusos para alcanzar sus objetivos. Esto le significaría la muerte, pero no su final. Gracias a una treta con su mujer, logró escapar de Hades y prolongar unos cuantos años su vida hasta que, finalmente, Hermes le devolvió al inframundo de una forma muy poco habitual. Si Sísifo quería seguir viviendo debería empujar cuesta arriba una pesada piedra que jamás lograría culminar la ascensión, pues, como pronto descubriría, una y otra vez ésta superaría sus fuerzas y se terminaría desprendiendo hasta regresar de forma cruel a su posición inicial.
Día tras días, Sísifo debía subir una pesada piedra que jamás podría alcanzar la cima.
Gonzalo Higuaín llegó al Real Madrid en una etapa muy complicadaSin tampoco saber los porqués de su condena, la historia de Gonzalo Higuaín recuerda en forma y fondo a la de Sísifo. Llegó al Real Madrid siendo un joven mortal, pero allí entendió que no quería ser un futbolista más. Aquel era un momento complicado para una entidad a la que le faltaban referencias pese a la coexistencia de Iker Casillas, Sergio Ramos y Raúl González Blanco. El Barcelona había salido Campeón de Europa, la sonrisa del fútbol le pertenecía a Ronaldinho y, pese al triunfo final, desde que el club entró en la modernidad no había vivido un semestre tan oscuro como la primera vuelta de la temporada 2006/2007, con Fabio Capello como entrenador y ese 0-3 del Recre como posible estocada final. Bajo este adverso contexto llegaron Marcelo, Gago y un Higuaín de 19 años recién cumplidos que, aunque ahora suene extraño, destacaba por su movilidad, su inteligencia e, incluso, por su delicadeza.
Durante sus primeros meses, en los que sobre todo jugó por banda derecha, Gonzalo gozó de un millar de ocasiones y sólo logró convertir dos. Ante el Atlético en el Calderón y ante el Espanyol en el Santiago Bernabéu, culminando una de las muchas remontadas inverosímiles que acometería el Real Madrid de Cannavaro, Robinho, Guti… y Van Nistelrooy. La celebración de aquel gol, con Ruud recogiendo, estirando y mostrando la camiseta del «20» al público, escenificó de manera perfecta lo que significaba ese momento para Higuaín. El argentino acababa de llegar, pero ya le estaban comenzando a pesar los fallos de cara a portería, las comparaciones con leyendas vivas del fútbol («Igualín que Ronaldo») y el ritmo tan frenético con el que se devoran los días en la Castellana. En cambio, aquel balón superó a Kameni y la rueda de la fortuna comenzó a girar. Tanto que en la jornada final, la lesión de Ruud van Nistelrooy le dio la oportunidad de ser fundamental en la última remontada del Madrid de Capello. Primero con un control orientado y un pase atrás, después con un córner perfectamente lanzado y, finalmente, aunque de rebote, tras intentar un giro hacia fuera con su pierna mala. Una acción esta última que, pese a no salirle bien, demostraba que el Higuaín que llegó de River era capaz de completar algunos gestos técnicos y físicos que, en el futuro, no volvería a realizar jamás. Sea como fuere, esto no evitaría que al año siguiente, tras una mala temporada, volviera a repetir protagonismo, aunque esta vez de forma circunstancial. El Madrid de Schuster podía salir campeón de El Sadar, pero si no lo hacía tampoco era ningún drama. Quedaban varias jornadas, había muchos puntos de margen y por eso, en teoría, la épica no daba a lugar, pero lo tuvo. En un día extraño, con Cannavaro expulsado, Heinze desangrándose y Puñal adelantado a Osasuna, Higuaín terminó descosiendo un balón muerto en el área navarra para marcar el gol decisivo de una Liga que ya estaba prácticamente decidida.
El argentino entendió que, para prosperar, debería marcar más goles que nadie.
Quizás aquel día fue el del punto de ruptura. Gonzalo Higuaín pareció entender que la única forma de que su carrera prosperara en el Real Madrid sería marcando más goles que nadie. Y eso quiso hacer. Su físico se transformó, cambiando agilidad por potencia. Sus píes se afilaron, perdiendo suspicacia y ganando pegada. Y su mente dejó de buscar movimientos colectivos para centrarse únicamente en la portería rival. De esta manera, el «Pipita» cogió galones de estrella y pose de ídolo en la temporada 2008/2009. Marcó 22 goles, dio 12 asistencias y apareció en los días más épicos, aunque estos fuesen ante el Getafe y no ante un grande de Europa, pues aquel Real Madrid era un Real Madrid menor.
Era un Real Madrid ochentero, y por eso aquel verano el club volvería a transformarse para recibir a Kaká, Cristiano Ronaldo y Karim Benzema, quien estaba destinado a ocupar el lugar del argentino. Desde ese momento, su lucha contra todos, sobre todo contra sí mismo, se exacerbó. Sus condiciones futbolísticas se extremaron hasta el punto de convertirse en un especialista individual, concreto y avaro del gol, todo lo opuesto a su competidor. Por todo esto su fallo ante el Olympique de Lyon le marcó de una manera tan especial. Higuaín había tratado de ser «Cristiano Ronaldo» cuando éste aún no había llegado, lo que indirectamente derivó en que luego no pudiera completarle. Le pisaba, incluso. Y el día clave, el día en el que no podía fallar, falló sin portero. Aquella noche el Real Madrid cayó eliminado por última vez en octavos de la Champions. Aquella noche nació el mito y la condena de Gonzalo Higuaín.
En Nápoles su rendimiento ha sido realmente bueno, pero al final siempre falló la ocasión clave.
Pese a dejar Madrid, Higuaín ha seguido con su particular condenaAl final, a Higuaín no le quedó más remedio que salir del Real Madrid. Lo requería el equipo, lo demandaba sobre todo su carrera y Nápoles, el destino elegido, parecía un sitio idílico para volver a ser feliz. En cambio, pronto se comprobó que la condena le iba a perseguir allí donde éste fuera. El delantero argentino hizo una notable Champions 13/14, la mejor de su carrera, combatiendo así su principal y grave debe competitivo, pero el Nápoles de Rafa Benítez cayó eliminado en fase de grupos. De todas formas, el de Higuaín es un buen año y es protagonista en la consecución de la Coppa Italia. Su adaptación es positiva, sus números son buenos y su ascendencia sobre el grupo es cada vez mayor. Es decir, al Mundial 2014 llega en un gran estado. Y allí sucede lo que sucede. El «Pipita» había sido decisivo en cuartos ante Bélgica, pero en la final falló la que contaba y marcó la que no. Cruel e irónico, las dudas sobre su total falta de acierto en los momentos clave se tornaron en certezas. Maldito o no, embocaba todas menos la que necesitaban ir dentro. Sus estadísticas en términos de efectividad eran superiores a la mayoría de delanteros del mundo, pero en el momento de la verdad nadie lo tomaba en serio, lo que se contraponía de manera frontal con la imagen seria que proyectaba de sí mismo.
Con Argentina volvió a repetirse la historiaPero pese al durísimo verano y el bajón de su equipo, su rendimiento en Nápoles se multiplicó. Tanto su Serie A (18 goles y 7 asistencias) como su Europa League (7 goles y 3 asistencias) fueron sobresalientes. No sólo era el goleador del Nápoles, también era su mejor futbolista y quien tiraba del equipo ante las ausencias de Insigne o Hamsik. En cambio, otra vez, cuando había llevado la piedra a escasos metros de la cima, ésta rodó hasta la base. Los mano a mano fallados ante el Dnipro o el penalti marrado ante la Lazio en un partido en el que marca dos goles, impidieron al Nápoles conseguir unos objetivos que sólo habían sido factibles por su «9». Pero esto poco importó. Era la historia de siempre. La misma que, por ejemplo, unos meses después, en la final de la Copa América, le permitiría poder meter el gol que hubiera podido evitar una tanda de penaltis en las que elegiría lanzar y en la que, obviamente, Higuaín volvería a fallar.
Sin duda, Gonzalo Higuaín había tocado fondo. Su carrera soñada se le comenzaba a escapar de los dedos. Sus fallos, numerosos y capitales, no habían tenido además la compensación del azar. Siempre que fallaba, su equipo perdía dramáticamente. Y la losa, claro, comenzó a pesar más. Al final, a nadie le extrañó que Gerardo Martino no le convocara hace unos meses. Además de que por detrás llegan Ángel Correa o Paulo Dybala, su ausencia parecía la consecuencia evidente de su pérdida de prestigio a nivel internacional. Quizás, su ciclo ya había pasado. Quizás, no era tan bueno como para seguir allí.
Gonzalo Higuaín está atravesando su mejor momento desde que es jugador del Nápoles.
Sin embargo, hay algo en el mito de Sísifo que suele pasar desapercibido. Mientras en la mitología griega otro tipo de tormentos similares son sufridos de manera pasiva, caso de Prometeo, al que un águila le devora el hígado día tras día sin que pueda hacer nada para evitarlo, Sísifo sí tiene en su mano la posibilidad de abandonar. De perecer. La piedra pesa mucho, la cuesta es muy empinada, sus fuerzas flaquean y la experiencia dicta que, haga lo que haga, empuje lo que empuje, jamás podrá alcanzar la cima. Sería lógico que un día, una mañana cualquiera, renunciase a su condena. Nadie le criticaría por hacerlo. Se entendería como normal. Pero hasta la fecha, aún no ha llegado ese momento.
Y éste tampoco lo ha hecho para Gonzalo Higuaín. En este nuevo curso, el «Pipa» se ha vuelto a levantar con ganas de coronar la montaña a la que su ambición le condenó. Lleva 16 goles en 19 partidos y, lo que es más importante, está siendo el líder que demanda el Nápoles de Maurizio Sarri. Recordando mucho a su versión de la 08/09, el argentino parece haber recobrado la determinación, el punto de forma y la inspiración rematadora que le hicieron ser uno de los nueves del momento. Si sigue a este nivel, es posible que llegue el día en el que el conjunto partenopeo tenga la opción de revivir aquello que consiguió con Maradona hace ya muchos años. Y entonces, otra vez, Gonzalo Higuaín.
hola1 15 diciembre, 2015
Le pasa un poco como le pasaba al bueno de Robben en los momentos vitales. Tambien hay que mencionar aquella hernia que cambio al Pipa, venia de un temporadon y justo le paso esto.