“Si puedes soñarlo puedes hacerlo, recuerda que todo esto comenzó con un ratón”, Walt Disney.
Una sonrisa natural y sostenida, entusiasta como una bienvenida a un viejo amigo. Si hay dos personajes asociados a esa expresión jovial son Pelé y Mickey Mouse. La alegría que irradiaron, nada más irrumpir en escena, les convirtió en dos de los iconos globales más importantes de nuestro tiempo. Referencias incuestionables del cine de animación y del deporte, futbolista y ratón se significaron particularmente como el sello de las dos entidades líderes en sus respectivos ámbitos: la selección brasileña y la factoría Disney.
Aunque la repercusión que alcanzaron es equiparable a la de figuras de orden mundial como Papas, reyes o grandes mandatarios que se congratularon, en no pocas ocasiones, de retratarse junto a ellos, los orígenes de ambos personajes no resultaron sencillos. La fama alcanzada con posterioridad tuvo que revertir algunos hándicaps iniciales como el que acarreaba la mala reputación de estos roedores o el racismo imperante en el Brasil de los años cincuenta. Pero ningún obstáculo impidió su éxito. Si Mickey Mouse doblegó la previsible marginación de su especie erigiéndose en sus aventuras con un rango superior al de sus tradicionales adversarios los felinos, Pelé fue coronado indiscutible rey de un país de hegemonía blanca.
– Frágilmente divertidos
“Entre todos los problemas y la confusión apareció una pequeña figurita burlona. Vaga e indefinida al principio. Pero creció y creció y creció. Y finalmente llegó a un ratón”, Walt Disney.
El fútbol emparentó con la guerra desde sus inicios. La recreación de héroes, estrategas y mandatarios, así como la conformación de una contienda entre dos bandos uniformados, azuzados por un pueblo abanderado, facilitaba la asociación del fútbol en clave bélica. El impacto social del Maracanazo fue la constatación de la carga dramática de este deporte en la sociedad brasileña del momento. La descarada irrupción del joven Edson Arantes do Nascimento supuso una ruptura con dicha solemnidad. «Era un niño jugando contra hombres» declaró Mel Hopkins, integrante de la selección de Gales ante la cual Pelé estrenó su cuenta en el Mundial de Suecia en 1958. Un muchacho que simplemente jugaba mientras los demás se dedicaban a competir sin poder evitar, atónitos, los brincos de alegría de aquél mocoso cada vez que marcaba un gol.
Como una figurita burlona describió Walt Disney al primer esbozo mental de Mickey Mouse que posteriormente fue plasmado por el dibujante Ub Iwerks. La idea tomó como base al conejo Oswald, unaEl primer Mickey era un travieso descarado creación conjunta a la que tuvieron que renunciar en favor de la Universal Pictures y que fue el punto de partida de la elaborada finalmente en los Disney Studios. El primer Mickey Mouse distaba mucho de su actual estereotipo. Se postulaba como un personaje descarado y divertido, cuya picardía pronto conectó con el público. Un desenfado que no constituía el único punto vinculante entre los inicios del astro brasileño y el ratón animado.
Aunque Mickey Mouse debutó en pantalla con Steamboat Willie, la primera producción del personaje fue Plane Crazy (ambas de 1928). En estas apariciones su figura se representaba escuálida, con brazos y piernas como palillos y menos antropomórfica que la posterior, con una larga cola y un hocico pronunciado. Tampoco el imberbe Edson se había formado todavía como un hombre cuando, con tan solo 15 años, superó la prueba del Santos a la que acudía apadrinado por el mundialista Waldemar de Brito. Lo primero que hicieron en Vila Belmiro fue someterlo a un programa de nutrición y ubicarlo como centrocampista para protegerle, dada su extrema delgadez, de las duras embestidas de los defensas. En dos años ya era el máximo artillero del equipo.
En coincidencia con la segunda película de Mickey, The Gallopin’ Gaucho (1928), ambientada en la Pampa, Pelé debutaba en la selección, con 17 años y tan solo diez meses después de hacerlo con el Santos, enfrentándose a Argentina. Apenas unas semanas después, era incluido por el seleccionador Vicente Feola en la convocatoria para el Mundial de Suecia pese al informe del psicólogo de la selección, João Carvalhaes, que lo desestimaba por «demasiado infantil». Seis goles en cuatro partidos (uno frente a Gales, tres ante Francia en semifinales y otros dos a Suecia en la final) deslegitimaron al facultativo. A su retorno fue nombrado Tesoro Nacional para evitar su marcha del país.
– Que no pare la música
Apenas había transcurrido un año desde que se presentara la primera película sonora de la historia, El cantante de Jazz (1927), y Disney ya aprovechaba este potencial para enriquecer su apuesta creativa. Los cortometrajes de Mickey Mouse durante esta etapa supeditaban la acción al ritmo musical, ya fuera mediante la interpretación instrumental o cantada del propio personaje, como por la sincronización del argumento a la melodía de fondo o por la interacción con los elementos del entorno (mickeymousing) que se desplegaban como una orquesta onomatopéyica en la que cualquier objeto era susceptible de producir sonido, derivando en situaciones de indudable comicidad.
Si los episodios del popular ratón constituían auténticas sinfonías lindantes con el jazz acústico no menos rítmica era la puesta en escena del crack brasileño. Del mismo modo que Mickey disponía de la destrezaEl repertorio de los dos iconos era infinito para tocar cualquier tipo de instrumento, el abanico de gestos técnicos del joven Pelé conformaba un canon del futbolista ideal. Driblar, golpear con ambas piernas, cabecear, amortiguar la pelota, pasarla en corto y en largo, conducirla, cualquier aspecto lo ejecutaba con maestría casi académica, pero sobre todo con una pausa y suavidad que evocaba a los ritmos de un estilo musical que florecía en el Brasil del momento y con el que el propio astro se atrevió micrófono en mano: la bossa nova.
Edson Arantes ya no era el enclenque que huía del choque sino un joven que había adquirido un físico espectacular que aún le destacaba más sobre unos rivales que con frecuencia recurrían a la dureza extrema para frenarlo. A trompicones también andaba Mickey Mouse durante el transcurso de unas aventuras cada vez más accidentadas. Como si siguiese el patrón del santista, el ratón aumentó su volumen y fue embutido en unos calzones blancos y provisto de guantes del mismo color.
La popularidad que ambos cosecharon en sus primeros años fue inusitada y ni el club brasileño ni la factoría Disney desaprovecharon el filón de sus dos estrellas sometiéndoles a un desgaste queSu club organizó giras para mostrar a Pelé posteriormente acusaron. A finales de la década de los treinta Mickey Mouse ya contaba con más de 100 apariciones en pantalla y una estrella en el Hollywood Boulevard (1935). Pelé que había instaurado la hegemonía del Santos en el fútbol brasileño (seis campeonatos Paulistas hasta 1965) y acreditado su talla internacional con dos Intercontinentales (en 1962 frente al Benfica y 1963 ante el Milán) participaba casi como una atracción de feria en giras por todo el planeta. En los tres años que prosiguieron al Mundial de Suecia el brasileño disputó una media de treinta y dos partidos amistosos por temporada y en 1959 jugó la friolera de 104 partidos en total. En el Mundial de Chile 62 apenas pudo jugar dos partidos impedido físicamente. Tras los brutales marcajes del portugués Morais y el búlgaro Zhechev que le retiraron de Inglaterra 66, Pelé comunicó su renuncia a la selección. El desgaste de la fama resultaba inasumible.
– Ocaso y Resurrección
«Aún se me pone el bello de punta al recordarlo. Llegó al vestuario nada más proclamarnos campeones y gritó tres veces seguidas: `¡Yo no estoy muerto!´», Rivelinho.
A finales de la década de los treinta la popularidad de Mickey Mouse había decaído ostensiblemente. La escasa rentabilidad de los cortos y el creciente éxito de otros personajes como el Pato Donald habían restado protagonismo al que hasta entonces era emblema de la factoría. Convencido de la importancia del personaje Walt Disney se embarcó en un proyecto que trascendía lo meramente cinematográfico: Fantasía (1940). Considerada por muchos como una obra de arte y la mejor película de animación de todos los tiempos, el film se articulaba en ocho interpretaciones animadas (unas con carácter descriptivo, otras narrativo o incluso meramente conceptual) de tantas piezas clásicas a cargo de la orquesta filarmónica de Filadelfia a la batuta de Leopoldo Stokowski, toda una celebridad de la época.
Aunque Fantasía supuso una explosión de creatividad, en la que confluían en armonía estilos y disciplinas artísticas diversas, su memoria se ha concentrado en las escenas del episodio de «El aprendiz de brujo». La estampa de Mickey Mouse con el sombrero mágico del brujo Yensid (leer al revés) dirigiendo el universo se convirtió en la imagen, hasta hoy, de la compañía. La forma del personaje también sufrió evoluciones. Desde el corto The Band Concert (1935), primero en incorporar el color, el aspecto de Mickey se fue humanizando, con el rostro más redondeado e incorporando cejas, pupilas sobre un fondo blanco y hasta un tono rosado de piel.
La retransmisión en color y vía satélite del Mundial del 70 también incidió como amplificador del mito de Pelé. Consagrarse como un icono global no había evitado que el astro pasara por serias dificultadesPelé pasó por severos apuros económicos económicas. Convertido en una máquina de generar dinero Pelé se había visto obligado a delegar sus asuntos financieros en terceros y en esa elección erró con estrépito. Las malas inversiones instigadas por su socio Pepe el Gordo le llevaron a la quiebra. El jugador se vio obligado a pedir ayuda a su club que aprovechó la tesitura para atarlo durante tres años en unas condiciones económicas draconianas. Esta coyuntura fue aprovechada por João Havelange presidente del la CBD, actual CBF, quien intercedió para revalorizar a Pelé como un activo. Tras convencerle de su retorno a la verdeamarela, el federativo liquidó al seleccionador Saldanha remiso a la presencia del astro, a quien consideraba superado por la fama y con sobrepeso. La selección, comandada por el nuevo seleccionador Zagalo y capitaneada por un magistral y recuperado Pelé, se proclamó flamante campeona. Si hay cierto consenso en admitir que el Brasil de 1958 con estrellas del calibre de Garrincha, Didí, Nilton Santos o Vavá fue superior en concentración de talento a cualquier otra, la selección brasileña de México 1970 fue considerada el mejor equipo de todos los tiempos. Y en el centro de esa exhibición coral, cuyo culmen fue la final en el estado Azteca frente a Italia, emergió Pelé, marcando, asistiendo y liderando al conjunto para convertirse en el único jugador de la historia con tres campeonatos del mundo en su palmarés. El sombrero de mago en este caso cobraba forma de corona. Su mitificación alcanzó tal grado que se le atribuyeron como hazañas históricas dos goles no consumados: el conocido como gol de Pelé, un disparo desde el medio campo que no alcanzó a batir al portero checoslovaco Viktor y el regate sin tocar balón al guardameta charrúa Mazurkiewicks, que tampoco logró besar la red.
– El poder de la Marca
«¿Qué clase de rey eres tú, que ni bebes ni fumas?», George Best.
El mérito de João Havelange y Walt Disney fue intuir que el verdadero influjo de ambas estrellas aún no había aflorado justo cuando había comenzado a menguar el interés general por ellos. La asociación de Pelé y Mickey Mouse con el establishment resultó larga y fructífera. Si el futbolista se mostró simplemente pasivo con el uso que de su figura hizo el régimen militar sí que favoreció activamente, en cambio, una connivencia con el presidente de la federación brasileña que en la medida que le promocionaba mediante incesantes giras mundiales de la selección, con la intercesión en la obtención de contratos publicitarios (Pepsi) y hasta con su influencia en la adjudicación del premio de mejor Atleta del siglo XX (L´Equipe), se beneficiaba del apoyo directo del mito para auparle a la presidencia de la FIFA en 1974. Desde entonces, Pelé siempre se posicionó en el bando del poder, ya fuera mostrándose próximo a mandatarios deportivos como Joseph Blatter, como participante en el foro de Davos, ejerciendo de ministro de Deportes de su país u oponiéndose a las manifestaciones ciudadanas contrarias al Mundial de Brasil en 2014.
Mickey Mouse dispuso igualmente de padrinos privilegiados. Al término de la segunda guerra mundial, Estados Unidos no desperdició el enorme potencial productivo y tecnológico que atesoraba en un contexto de devastaciónLa Segunda Guerra Mundial cambió a Mickey generalizada. La expansión del modelo cultural americano se extendió a todos los confines y ámbitos sumando también para la causa a una multinacional del valor estratégico de Disney. El propio Walt Disney colaboró con el Comité de Actividades Antiamericanas del que se aprovechó para limpiar la insurgencia sindical que azotó a la compañía en 1941 y participó activamente en el seno del FBI, accediendo incluso a modificar guiones a instancias de dicha organización. Mickey Mouse fue adaptado como arquetipo de las bondades del modelo norteamericano. La dulcificación del carácter del personaje con respecto al más vivaracho de la década de los treinta fue progresiva pero incesante. La sonrisa de Mickey se enterneció, su personalidad se hizo menos subversiva, sus acciones menos caóticas, derivando en un compendio de atributos (inocencia, nobleza, jovialidad, positivismo y eficiencia) que reproducían un correlato ético reconocible que le avalaban para sortear cualquier adversidad o superar a cualquier enemigo. Los buenos ganaban siempre.
El valor promocional de Pelé quedó certificado en su debut en el Mundial de México mediante el gesto de atarse la bota, con la pretensión de paralizar el comienzo del encuentro, que constituyó el primer acto publicitario de la historia del deporte (en favor de Puma). Pero aun disponiendo de un potencial comercial valiosísimo Pelé siempre mantuvo una relación turbulenta con el dinero. Tras haber anunciado su retirada del fútbol (en 1971 jugó su último encuentro con el Santos) posteriormente se vio obligado a reanudar su carrera arruinado por el proyecto Fiolax. Su destino fue el Cosmos de Nueva York, de la recién creada NASL, que le garantizaban un contrato oneroso, una escasa exigencia deportiva acorde a su declive y, sobre todo, un mercado en el que venderse. En Estados Unidos tuvo la ocasión de compartir equipo junto a Beckenbauer, Cruyff, Carlos Alberto o Chinaglia. Una formación que se convirtió en un fenómeno social equiparable a las más populares bandas de rock. En la gran Manzana Pelé aprovechó para integrarse en la élite del glamour norteamericano, con epicentro en el mítico Studio 54, donde se codeaba con personajes como Andy Warhol, Liza Minelli, Jonh Lennon, o Mike Jagger.
Con Pelé ya retirado y Mickey fuera del circuito de grandes producciones de Disney, sus figuras no pararon de crecer. Futbolista y ratón animado se convirtieron en potentes marcas comerciales que difundían un significado parecido: políticamente correctos y prototipos de virtud. Cualquier ámbito era lícito para expandirse. Pelé oficiaba de actor en series de televisión o en largometrajes como «Evasión o Victoria« de John Huston, grabando un dueto junto Elis Regina, una de las estrellas del movimiento Tropicalia o cediendo su imagen para infinidad de multinacionales. Mickey, por su lado, se postulaba como símbolo de los parques de atracciones Disneyland y el merchandising relacionado con su imagen se consolidaba como la mayor fuente de ingresos de la compañía. Tras varias décadas de éxitos dejaban de ser futbolista y personaje de cine para convertirse en las sonrisas reconocibles de dos de los más grandes imperios de la modernidad.
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Referencias:
Evasión o Victoria. Introducción I: El sueño más grande
Evasión o Victoria. Introducción II: Tren de Sombras, cartografía de la luz
Abel Rojas 23 noviembre, 2015
Qué buenos ratos vamos a pasar con esta nueva serie. "Héroes" dejó un hueco que había que cubrir y esto ofrece un juego divertidísimo.
Y desde luego, sí, sin duda Pelé fue Mickey Mouse. Sobre todo el Pelé niño, no el del 70 que es el que muchos vimos primero.
Ver vídeos del Pelé de finales de los 50 o principios de los 60 es ver a Neymar (trucos, trucos y más trucos, cada uno diferente y más imaginativo que el anterior) pero resolviendo como Messi y con un rostro y unos gestos mucho más inocentes e infantiles.
Fue la primera sonrisa. Sí.