El fenómeno conocido como «La Nuestra», es decir, el fútbol característico del Río de la Plata, ha generado toda una forma de literatura particular que sigue teniendo plena vigencia en artículos, cuentos y ensayos futbolísticos de todo tipo. Dimensionar a este corpus de obras como «literatura» no es baladí, puesto que al hacerlo podemos entrar en el terreno de la semiótica y aplicarle la perspectiva del estudioso francés Roland Barthes: que la literatura es fundamentalmente irrealista. No es una copia analógica de lo real, sino la conciencia misma de lo irreal en el lenguaje. La gran argamasa del lenguaje.
A su vez, «La Nuestra», en calidad de literatura, generaría un tipo de crítica literaria y uno de los procedimientos de valoración de la crítica literaria es la revisión de la literatura clásica a la luz de una perspectiva actual: «Nada tiene de asombroso que un país retome periódicamente los objetos de su pasado y los describa de nuevo para saber qué puede hacer con ellos», decía Barthes. Dos de los objetos predilectos de esta semiótica futbolística son un par de posiciones que actualmente están en desuso. La figura del wing (extremo, puntero) y la figura del centrojás (mediocentro, centro-half). Ambas palabras tienen más de un sentido, de hecho Barthes diría que es precisamente porque las palabras tienen más de un sentido que tenemos literatura, y numerosos autores han profundizado en lo que saben sobre ello, si bien asumimos que el «saber» literario nunca es completo ni final.
Juan Sasturain, en su cuento «El último centrojás», analiza la historia y evolución de la posición.
Por ejemplo, el escritor y periodista argentino Juan Sasturain ha dedicado un par de notables piezas al clásico 5 argentino. En el cuento breve «El último centrojás» se desglosa la historia de la posición y de algunos de sus más destacados representantes, en relación a un mediocentro metafórico llamado Sebastian Peluffo. Más que como un puesto o una camiseta, el centrojás viene definido aquí como «un tipo humano», una figura sociológica cuya imagen se configura en relación a tres atributos: actitudes, pinta y personalidad. La hombría y un noble autoritarismo son actitudes características, así como un cuidado «casi femenino de la pinta», y por supuesto su absoluto padronazgo de la pelota en la cancha. Tanto en los pies como bajo el brazo, dice Sasturain, aludiendo con esto último a las eternas negociaciones entre centrojás y referí (árbitro) por todo lo que acontecía en el terreno de juego.
La naturaleza literaria del «5 arquetípico» es también reconocida implícitamente por Sasturain cuando dice que es «inexistente en la realidad que lo pretenda entero». Prácticamente parafrasea al semiólogo Roland Barthes en cuanto a aquello de que la literatura es constitutivamente irrealista. Y esto se explica porque siendo el centrojás una larga «cadena simbólica», incluye a muchos jugadores diversos entre sí, lo que impide por tanto que pueda encontrarse al 5 «entero» en la realidad. El centrojás es pues un discurso que existió en la medida que lo interpretaban: «Monti, el colorado Giúdice, Victorio Spinetto, Perucca, Finito Ruiz, el gallego Mouriño, Palito Bala y el perdurable “Rata“». Existió concreto -dice Sasturain- en «la imagen superpuesta y complementaria de todos ellos y sus imitadores menores».
De Obdulió a Rattín pasando por Pipo RossiLa biografía del 5 es una sucesión de momentos que fijaron el arquetipo. Ni siquiera requiere de un consenso sobre cuales forman realmente el canon. Por ejemplo, Sasturain resume al centrojás en tres gestos ilustrativos del imaginario rioplatense, dice que es Obdulió Varela atravesando Maracaná con la pelota bajo el brazo; es Pipo Rossi quebrando a Benito Cejas (Lanús), y azuzando a los muchachos durante el Sudamericano de Lima a golpe de insulto. El centrojás es -finalmente- Rattín sentado y desafiante tras ser expulsado en los cuartos de final del Mundial de 1966. Dos de las fotografía ofrecidas por Sasturain en el cuento corresponden a sendas instantáneas del funeral del centrojás. El escritor califica a los seis goles del Mundial de Suecia ’58 como «muerte sin entierro», puesto que allí el muy representativo Pipo Rossi se fue «a pique con la bandera». Mientras que la segunda muerte, en realidad autopsia, se produce 8 años después durante el Mundial de 1966. El Rata (Rattín) en Wembley -dice Sasturain- es «Pipo Rossi ocho años después, sin sobrar y con realismo».
La dramática derrota de Argentina ante Checoslovaquia fue un antes y un después.
Pipo era fundamentalmente un organizador, un jugador fabuloso en el toque de pelota, según su maestro Carlos Peucelle. Rattín en cambio vino definido por Dante Panzeri como «jugador de cancha sucia» y «ordinario» en comparación con su antecesor en Boca, el pibe de oro Lazzatti. Así que se asistía en directo a la disección del cadáver. A través de la elipsis que va de Rossi a Rattín, el centrojás había sido desprovisto de sus atributos fútbolísticos más luminosos. La habilidad con la pelota que destacaba, por ejemplo, en los Lazzati, Rossi o Eliseo Mouriño, el Nestor «pisador» según la voz del vocabulario panzeriano, o el que «ordenaba el equipo y repartía el juego», según definió su ex-compañero Carrizo.
La personalidad del 5 sería tan importante como sus habilidadesLo que queda tras el paso del bisturí son los aspectos puramente sociológicos: la personalidad, definida por Sasturain en el cuento como «mezcla de bigotes y pierna fuerte», y un ligamen tangencial con la figura del compadre porteño. Los «compadres» u «orilleros» son, lo explicó meridianamente el dramaturgo Álvaro Yunque, los habitantes de los suburbios cuya vida ha dado origen a milongas y tangos. Similar al chulo madrileño o al guappo napolitano. La tradición gaucha los considera capaces de «enfrentar a la policía y pelear uno solo contra muchos», mientras que Álvaro Yunque definía a la compadrada de jactante y provocativa, así como característicamente agresiva y prepotente. En definitiva, un matón. Su conexión con el centrojás de Sasturain la podemos rastrear en la patada criminal de Rossi al «Poncho Negro» Cejas, una gran promesa de Lanús que ya nunca pudo recuperar su nivel, o a Rattín negándose a abandonar el terreno de juego en Wembley. La reacción fue criticada por Dante Panzeri en el diario «El Día» por maleducada y ridícula, pero el imaginario argentino adoptó el gesto de rebeldía como algo romántico y honorable. El Rata «fue Argentino hasta la muerte», dice Sasturain, seguramente haciéndose eco de la opinión nacional.
Hay una anécdota a cuenta del historietista Frank Miller que ofrece un paralelismo jugoso con la presente situación. Le preguntaron a Miller por la habitual comparación entre su cómic, «El Regreso del Caballero Oscuro» y el famoso «Watchmen» de Alan Moore, ambos visiones oscuras de los superhéroes. Miller bromeó diciendo que en lo que a superhéroes se trataba, Alan Moore se había ocupado de la autopsia y él del funeral con la banda de música. La analogía respecto a la autopsia del centrojás reside en lo que va de Pipo Rossi hasta Rattín. Un proceso de alambicación, de separar lo volátil de lo que no lo es, que dejaría la síntesis del mediocentro social: la personalidad en la cancha, entendida esta como «mandar». Norberto “Beto” Menéndez, que fue compañero de ambos futbolistas, fijaba el parecido aludiendo a conceptos como «capo indiscutible», «gritar» o «mandar a los caños». Al fútbol se juega hablando, dijo Menéndez, a los contrarios, a los compañeros… a todos.
El centrojás no sólo era el que hacía jugar, sino también el que mandaba desde el centro de la cancha.
Mandaban, pero menos de lo que se recuerdaAsí pues llegamos a la conclusión que lo que caracteriza al centrojás es que manda. De hecho es un recuerdo de cuando mandaban los jugadores y no los Directores Técnicos. Lo especifica Carrizo en la misma entrevista en la que definía a Rossi diciendo que «ordenaba el equipo y repartía el juego», añadiendo que a ver qué técnico se iba a atrever a decirle algo a Pipo, o a cualquiera de los otros integrantes de la Máquina. Obviamente este tiempo al que se refiere Amadeo Carrizo es el tiempo de los mitos y no un tiempo real. A menos que hubiese olvidado que, por ejemplo, Minella ordenó a Pipo marcar al «punta de lanza» (segundo delantero), función para la que no estaba capacitado, y que este lo intentó sin contradecirle y solo se animó a volver a hacer su juego siguiendo el consejo de su maestro Peucelle, quien le indicó que dado que estaba expuesto a salir del equipo siempre sería mejor que fuese por ser él mismo que por ser otro, según cuenta la anécdota recogida por Panzeri en «Dinámica de lo impensado».
Muerto el centrojás, dice Sasturain, llegó la época de las mutaciones. En la cancha contigua a donde sucedió lo de Rattín amanecía el insólito Beckenbauer, que ya era otra cosa. Y otra cosa sería también el siguiente gran cinco boquense, Norberto “El Muñeco” Madurga, al que Sasturain define de «volante brasileño«. Antes que él había copado el puesto Miguel Alberto Nicolau, una copia algo burda de Rattín. Los setenta fue la época en la que Sasturain fecha que el centrojás se redujo -que es como morir- a la «versión modesta de volante-tapón».
El protagonista del cuento, Sebastian Peluffo, desconocía en su modestia ser el último de los centrojás. Paralelamente a su escritura, Sasturain quedó a comer con amigos y empezaron a interrogarse sobre la identidad «real» del último centrojás. Al final un amigo aportó la variante que constituye la última pista sobre el 5 de Sasturain. El último centrojás fue Perón.
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Veneziano 7 noviembre, 2015
Muy lindo el articulo gracias David .
Me gustò la referencia a Barthes cuando se refiere a la critica literaria , ….se le podria "arrimar" perfectamente las teorias de Thomas Eliot sobre la critica literaria porque el poeta y critico literario americano iba tambien por ahì .
Creo tambien que justo ahì en ese terreno gris donde se va perdiendo la figura mitica del centrojàs, aparece en algunos rasgos o destellos en la imagen de "el Chapa " Suñè…..sobretodo en aquel partido de la Libertadores en Perù contra el Sporting Cristal que termino en batalla campal con el "Chapa" repartiendo a lo guapo por toda la cancha . Otro futbol ….otra vida .