El Barcelona está en ese punto en el que no permite que el contrario juegue. Y con jugar no nos referimos a tocar el balón, sino a cualquier acción o proposición que guarde relación con el fútbol. No se puede defender el área, ni el entre líneas ni presionar. No se puede salir con pases, ni en largo ni tejer un contraataque. Luis Enrique goza de una plantilla de técnica incalculable que atraviesa ese momento en el que Luis Suárez, el menos preciso de sus hombres, completa paredes por el aire y con efecto al primer toque y con su zurda. Las herramientas de este deporte, cuando el Barça está así, no pueden darle problemas.
El Barça leyó a Rudi GarcíaRudi García, entrenador de la Roma, estudió el Clásico y vio el daño que los culés hicieron entre la zaga y la medular de Benítez; y como fue «lo primero» a lo que atendió el Barça en el Bernabéu, se obsesionó con ese espacio como si fuera el principio exclusivo de cada uno de sus recursos. En pos de saturarlo, tomó medidas radicales que debilitaron a su equipo en todo lo demás; pegó tanto su defensa a su centro del campo que por momentos parecieron una sola, lo cual le obligó a adelantar mucho la primera y retrasar mucho la segunda (el ímpetu inicial escondió este patrón, pero a partir del minuto 10 se clarificó). Así, el Barça disfrutaba de espacio infinito para buscar y ejecutar el pase perfecto en la zona de elaboración, y de otro tanto a la espalda de la línea defensiva para dejar solo a quien fuera delante del portero romano. Y penalizó los dos.
El 2-0 probó que ni la Roma más perfecta hubiera sobrevivido.
En base a lo expuesto, sería procedente criticar a Rudi García, pero afortunadamente, se produjo la acción del 2-0 para evitar la injusticia. Rudi no planteó un buen partido, pero no se debió a su ineficacia, sino a que las posibilidades actuales del Barcelona te vuelven loco incluso antes de empezar los encuentros, y la prueba fue ese tanto de Messi. A la Roma se le podían poner muchas pegas, algunas lapidarias, pero jamás que dejara espacio entre su línea de 4 y su línea de 5. Y por ahí se colaron Neymar, Suárez y Lionel para crear la obra más distinguida del día de la distinción.
Neymar pisó mucho el centro aun con Messi sobre el campo.
En referencia a la delantera, percibimos un dinámica ágil y novedosa entre Neymar y Messi. Pese al retorno del «10», el brasileño mantuvo movimientos parecidos a los que empezó a dibujar en su ausencia. De convertirse en regla, suscitará pros y contras, como cada decisión que se toma en el balompié, si bien para ver las segundas, habrá que esperar. Mientras el Barça siga pudiendo marcar el 2-0 de anoche, los problemas no existirán. En cada minuto 0, los rivales tratarán -y deben tratar- de creárselos, pero cuando se alcanza el 10 o el 15, se entiende que solamente queda mirar. Mirar sufriendo. Porque el fútbol, cuando se hace arte, requiere el sacrificio de once personas normales.
@AlexSD98 25 noviembre, 2015
Neymar ya tiene interiorizado su movimiento base, primero empieza haciendo daño por el exterior, en este caso a la espalda de Maicon y cuando se va desarrollando el encuentro va cayendo hacia dentro en paralelo a Messi, dando siempre posibilidades de descarga en el desmarque.
La forma del Barcelona ahora mismo es superior a la del equipo del triplete y da una sensación de dominio similar a la del Barcelona de Guardiola, pero con otro tipo de características.
Busquets y su evolución es otra de las claves del dominio, ahora no solo se siente cómodo en el inicio de la jugada anclado entre centrales, ahora cuando el Barcelona quiere verticalidad supera la linea de centrales y da un pase que rompe las líneas de presión y crea una situación de peligro inminente.