Ocho jornadas. Solamente ocho jornadas. Ese ha sido el límite en el que se ha fijado el crédito que tenía Paco Herrera para la dirección deportiva de la UD Las Palmas, club al que hace sólo unos meses devolvió a Primera tras 14 años de penurias. «Mi mayor alegría será que esto sea para bien», decía el técnico catalán en su despedida. Unas palabras que no hacen si no recordar a las que dejó hace tres cursos en Vigo, cuando fue destituido en circustancias parecidas.
Se ha repetido su historia en el Celta de VigoPero por repetidas no quiere decir que éstas no sean sinceras. Todos los que conocen a Paco, sean estos directivos o futbolistas, hablan de él con una fascinación poco corriente no en el fútbol, sino en la vida. Y es en parte por esa capacidad tan suya de provocar consenso, de generar positivismo y de alejar las malas sensaciones por las que Herrera se ha convertido en uno de los entrenadores con mejor reputación de la Liga Adelante. Una línea optimista que, acompañada de una idea de juego coherente y que suele entusiasmar a los aficionados, le ha valido recientemente para sumar dos ascensos en el curriculum y dos ciudades en el corazón. Pero aunque todo esto sea cierto, aunque Paco Herrera desee que la UD Las Palmas tenga el mismo destino que tuvo en su día el Celta, lo cierto es que él necesitaba que la fiesta de la permanencia le tuviese presente. No como gran protagonista, pero sí presente.
Herrera aún no ha podido acabar una temporada en Primera.
La falta de un mediocentro le fue restandoA fin de cuentas, ninguna de sus tres aventuras en la élite del fútbol español (Numancia 2001, Celta de Vigo 2012 y Las Palmas 2015) han podido siquiera ver finalizar el curso, y Paco sentía que ésta última podía ser su gran reválida. El vestuario creía en él, tenía la confianza de su presidente y la afición le había aceptado como uno de los suyos. Además, en esta ocasión contaba con una plantilla a la que a priori no le iba a faltar determinación, que había sido la gran laguna de su Celta en Primera. Si el equipo lograba recuperar la solidez, el equilibrio y la inteligencia que ya había demostrado en la primera vuelta del año anterior, Las Palmas de Gran Canaria seguiría viendo fútbol de Primera División en directo. Sin embargo, nada de esto fue posible. En el debut, en el cual metió miedo al estadio de Simeone, se rompió quien no podía romperse.
Porque Javi Castellano no sólo era uno de los grandes artífices del ascenso, sino que también era el único mediocentro de un equipo que necesitaba en esa posición a un guía que juntase la resto de jugadores, todos ellos de vocación ofensiva salvo los centrales y el portero. Sin Javi Castellano trabajando, cortando, pasando y ordenando, el equipo insular debía reinventarse, y eso trató Paco Herrera: tres centrales para asegurar la salida, dos carrileros para ganar metros, tres centrocampistas para asegurar el ancho y dos delanteros para desbordar. Una idea con sentido, pero que no salió bien casi en ningún momento pese al buen hacer de Jonathan Viera y de Roque Mesa. Desde la pizarra, Paco no consiguió solventar la ausencia de Castellano. Ni cerca estuvo. Las Palmas no estaba cómoda. No se gustaba. No se reconocía. Y cuando buscó hacerlo, cuando volvió al 4-3-3 del ascenso, encontró a Wakaso haciendo de Javi Castellano, situación con tantas posibilidades de éxito como las de hacer un buen entrecot en un microondas escacharrado.
Para sustituirle llega Quique Setién, quien encantó en Lugo.
Sólo los involucrados saben las razones de no firmar un sustituto para el jugador más importante del sistema, pero que la andadura de Herrera acabara con un 4-0 en Getafe con Wakaso Mubarak de mediocentro fue tan descorazonador como cuando en el mismo lugar perdió la confianza de Aspas. Es cierto que el equipo llegaba tocado, que el juego tenía más problemas que el maltrecho césped del Estadio de Gran Canaria y que, además, Araujo estaba muy desasistido en punta, lo que no dejaba de ser la consecuencia de lo demás. Pero también que todo esto no debería resultar demasiado extraño para un recién ascendido que cuenta con mucho debutante en la categoría y al que se rompió el motor en la misma línea de salida. Sea como fuere, fue suficiente para la dirección deportiva.
«Quiero sentarme con él para que me ofrezca el punto de vista de muchas cosas. Me gustaría salir de aquí como Paco. Me voy a aprovechar de lo mucho que ha hecho en la UD, aunque trataré de convencer a los jugadores sobre mis conceptos», reconocía Quique Setién, su sustituto, el día de la presentación. Si lo logra y con ello consigue la permanencia, Herrera estará feliz. Si algún día es Paco quien se encarga de mantener en Primera a un club, a la alegría de su afición se le unirá, sin dudarlo, la de la gente de Las Palmas.
Batu 23 octubre, 2015
Me encanta la atencion que le estais prestando al equipo insular, se agradece de corazon.
Alguien conoce a Quique Setien? Qué tipo de entrenador es?
Y la principal pregunta: qué alternativas veis para suplir la baja de Javi Castellano? Los plazos mas optimistas marcan su vuelta para enero…
Yo no lo tengo claro pero la opción Wakaso no funciona. Arriba, Las Palmas tiene mucha polvora: Viera, Araujo y Roque Mesa son jugadores de muchísima calidad.
En el medio Hernán es un jugador con oficio y que debe ser importante… pero su acompañante? Qué pena que Valeron este ya para tan poquito