Miércoles, 23:55. El Sevilla FC acaba de caer 2-0 ante la Unión Deportiva Las Palmas, cierra la clasificación de la Liga BBVA y Unai Emery, en sala de prensa, demuestra su preocupación por la mala trayectoria de su equipo. “Éste era un partido para dar un cambio y elevar un poco nuestra autoestima hasta los puestos de arriba”. “Las circunstancias en esta mala racha no están acompañando”. “Más abajo no podemos ir ya”. Son dos puntos de quince posibles. El arranque ligero no está siendo nada bueno a nivel futbolístico, pero tampoco lo suficientemente malo como para estar en esta situación.
Jueves, 14:00. A través de las redes sociales y de los medios del club, José Antonio Reyes ejerce de capitán: «Hay compromiso, hay unión y el equipo quiere, que es lo más importante». Sus palabras van en la línea del mensaje que Coke y Vitolo habían expresado en las últimas horas. Sin embargo, además de esta arenga para la afición, Reyes también muestra la frustración del vestuario: “Le damos vueltas, vemos videos, pero cuando entras en una dinámica de derrotas es complicado, pero vamos a pensar en el partido del sábado, que es nuestra final”. El club, en todos sus estamentos, afrontaba este curso con una ilusión desbordante. Había motivos para ello. Pero a las primeras de cambio, las cosas se podían torcer.
Fuera o no una final, el vestuario sevillista lo afrontaba así.
Sábado, 21:15. Aunque el conjunto hispalense está ganando 2-0 al Rayo Vallecano de Jémez, el encuentro dista mucho de ser una «balsa de aceite». Benoit Trémoulinas logra profundizar por banda izquierda, Kevin Gameiro se muestra muy rápido y Sergio Rico está transmitiendo buenas sensaciones, pero colectivamente la puesta en escena del Sevilla es pobre. Le cuesta ser dañino con balón, el equipo se rompe, sufre corriendo para atrás, no es sólido en defensa posicional… Y, sobre todo, los jugadores están nerviosos.
Sábado, 21:36. Bebé acorta diferencias (2-1) con el golazo que nunca había conseguido anotar desde que llegara a España hace nueve meses. Es decir, un disparo con el empeine a más de treinta metros de la portería. Se trataba de una falta y el balón tampoco entra muy centrado, así que se entiende que Rico podía hacer más.
Sábado, 21:45. Curiosamente, el Sevilla está jugando mejor que en la primera parte. Ni siquiera el gol de Bebé parece haberles afectado y, de forma consecutiva, gozan de dos contragolpes muy peligrosos… que fallan. Clamorosamente. En concreto, la de Iborra es una de esas ocasiones que sólo se marran cuando la dinámica es negativa. Cuando el balón, sin entender cómo ni por qué, decide ir en tu contra. El Rayo no llega, pero su gol parece inminente.
La situación olía a drama en el Ramón Sánchez-Pizjuán.
Sábado, 21:53. Y marca Javi Guerra (2-2). El partido del ariete malagueño es soberbio. Pero el tema no es ese. El Sevilla estaba mejor, tenía dominado el partido, controlaba el marcador y, en dos disparos, se le ha puesto todo en contra. ¿La dinámica? Sí. Pero no es sólo eso. Un equipo con las expectativas del Sevilla tiene que contar con varios futbolistas con el suficiente talento, fútbol y determinación como para sobreponerse a las circunstancias, y en el caso sevillista ninguno de ellos lleva guantes. A Sergio Rico, el disparo de Guerra le entra por su palo y le dobla las manos. Parece que antes el balón toca en un defensa, pero no es excusa suficiente para justificar la grieta competitiva que tiene Emery en su portería.
Sábado, 22:10. Desde el empate, el Rayo está más en el campo rival que en el propio. Ahora sí, el Sevilla está tocado. Sufre y se le ve sufrir, que es peor. Pero entonces, tras la enésima cabalgada de Gameiro contra Amaya, al que primero tortura y luego expulsa, llega el momento del crack. El momento del futbolista que simboliza el crecimiento deportivo e institucional del Sevilla durante la última década. El momento, en definitiva, de Yevhen Konoplyanka.
Sábado, 22:12. ¡Vaya diestra tiene el ucraniano! El Ramón Sánchez-Pizjuán está celebrando el gol de Yevhen, que la ha colocado en la cepa del poste tras superar la barrera. Pero no es una celebración más, es un estallido propio de una final. De la final que anunciaba Reyes. Si no hubiera entrado, el Sevilla seguiría optando a todo, pero la bola de nieve, la dinámica negativa, se hubiera hecho más grande. El Sevilla de Emery necesitaba ganar pronto, y ha ganado antes de una semana nuevamente clave. Así es el día a día de un club grande. No hay descanso. Por eso el técnico vasco tiene que ir solucionando los problemas futbolísticos que está sufriendo su equipo. Lo bueno es que ahora, gracias a que Konoplyanka ejerció de crack, tiene mucho más tiempo, confianza y ánimo para lograrlo.
hola1 27 septiembre, 2015
Que peligro son los dos porteros del Sevilla. Arma letal contra su propio equipo.