El Fútbol Club Barcelona se llevó la victoria del Vicente Calderón con Lionel Messi fuera del juego durante 60 minutos. A pesar de hacerlo desde una remontada, el juego no mintió. Sin distancias insalvables, dada la capacidad de supervivencia del Atlético de Madrid, los de Luis Enrique fueron mejores. No es costumbre escuchar a Simeone hablar de meridiana superioridad, pues siempre refuerza el trabajo de los suyos, pero la realidad, en la primera parte y sobre todo en la última media hora, cuando Leo ingresó en el campo, reflejó con claridad que el Barça mandó sin sufrir en exceso las bajas de Messi, Piqué y Alves. Hasta el descanso, los rojiblancos se parecieron demasiado a su versión primaveral, la de la ausencia casi total de contragolpe.
La no presencia de Messi trastocó las posibles dudas que Simeone podría tener entre buscar arriba a su rival o esperar atrás y ajustar lo que fue la rampa de lanzamiento del Barcelona del triplete, cuando Messi descifró al Atlético de victoria en victoria. Una vez salió el campeón de la primera presión alta que el Atlético intentó, todo fue una certeza: el Barça se mostró paciente, tuvo una buena circulación y dejó a los locales sin continuidad en el juego. Sin Leo, los azulgranas sacaron a relucir su seguridad técnica en el pase para darle apoyos al balón. Hubo dos circuitos interesantes, uno por cada costado y uno más predominante que otro; siendo este último el que derivó en un cambio significativo en los planes del Cholo.
Rafinha por Messi otorgó más presencia a la banda izquierda
El primero fue el más precavido, pues gravitó alrededor del lado fuerte del Atlético, el de Godín, Filipe, Tiago y Koke. Sin agredir con movimientos verticales, Roberto, Rafinha y Rakitic se buscaban para avanzar con firmeza, circulando con paciencia. L. Suárez cuajó una gran nocheLa precisa e inteligente labor de Busquets para ofrecer el cuarto apoyo desde atrás, con Tiago mirando al balón que poseía alguno de los tres anteriores, edificó el primer rondo. Los pases se sucedían, el tiempo se alargaba y el segundo de los circuitos comenzaba a activarse. La posición centrada de Neymar imantó a Gabi hacia dentro, con lo que Alba podía pasar al frente y recibir el cambio de orientación. Jordi recibía, Iniesta y Neymar distraían… y Luis Suárez garantizaba la profundidad. La diagonal del uruguayo desde el centro hacia la espalda de Giménez hizo la diferencia con respecto a lo contado en el costado diestro. Entre la flecha de Luis aparecían diagonales de los mejores conductores culés. Tras ello, saques de esquina o recuperaciones atléticas muy retrasadas.
El Atlético apenas pudo salir ni trenzar pases en campo rival
Este último cuarteto ganó presencia con el pasar de los minutos, desfigurando el bloque de dos líneas que hace reconocible a los del Manzanares. Las dificultades de Óliver Torres ante el máximo reto posible en cuanto a competitividad defensiva obligó a su mister a pasar, alrededor del minuto 30, a un 4-1-4-1, que permitiera una defensa posicional más ancha y una pieza más en línea de centrocampistas, pasando Griezmann a banda derecha y Óliver al costado culé no agresor. El objetivo: que en las bandas hubiera igualdad numérica, y que el ajuste de un mediocentro escoba por detrás, figura utilizada con frecuencia por Simeone en los enfrentamientos ante el Barça del ‘Tata’ Martino, reforzará el corazón de su muro. Tal configuración no tuvo especial significado en la salida rojiblanca tras recuperación. Sin el orden deseado en defensa, el Atlético hincó la rodilla en su transición defensa-ataque.
Óliver no pudo resistir a ‘Ney’ e Iniesta. Cholo cambió a 4-1-4-1
El constante desacierto de Koke y el nerviosismo de Óliver hicieron de la contra atlética un milagro sin protectores del cuero. Sin actualización veraniega en sus mediocentros, el Atlético alineó en los costados a sus jugadores más preparados en la posesión más pausada, con la intención de hacer de sus lapsos con balón una progresión segura hacia los últimos metros. Salir de la primera presión, juntarse con Griezmann y Filipe y buscar los espacios. Con sus interiores a un nivel excesivamente bajo en acierto y decisiones, Fernando Torres taponó aún más el particular contexto de partido. El fuenlabreño salió perdiendo donde Jackson pudo ofrecer lo que Koke y Óliver no consiguieron: guardar la pelota. Darle segundos valiosísimos de tiempo con su juego de espaldas o su juego directo. Fernando se sumó a la pérdida instantánea y no dio las soluciones a los graves problemas que ya supone defender tan atrás.
Tras el descanso, Messi se puso a calentar. Y lo transformó todo. El Atlético ganó presencia y robo arriba, lo mínimo para parecer lo máximo. Apuró el calentamiento del astro argentino para adelantar sus líneas y salir de la cueva. Una vez Luis Enrique llamó al argentino, ya con 1-1, Simeone interpretó que como local debía ir a por el partido, pero asumiendo que volvería a defender cerca de Oblak por mandato del rosarino. Jackson como receptor del balón volado y Carrasco para contragolpear fueron su respuesta. Con todos ellos en el césped, el impacto de Leo en el partido fue el esperado, el previsible. La pelota entró en otra dimensión, dejando cinco o seis acciones propias de su valor. Su posición fue ganadora. Bien pudo serlo la más escorada a banda, donde Carrasco y un Atleti desgastado hubieran sucumbido ante su comba. Leo jugó centrado, mezcló pases de seguridad, arrancadas imparables y paredes fugaces en la frontal. En media hora se llevó los tres puntos de un fortín europeo.
juan 13 septiembre, 2015
me parece q la dupla tiago – gabi será una desventaja muy considerable en momentos claves