Sucede en bastantes ocasiones. En algún lugar del planeta fútbol surge un talento. El chaval en cuestión es bueno, buenísimo, pero no tanto como para escapar a los designios de la suerte. Nada ni nadie podrá impedirle un largo futuro profesional, pero serán los azares del destino los que determinen el recuerdo final, su legado en la memoria del hincha. Como la vida es muy perra, son minoría los desenlaces 100% felices. “Pudo dar más”. Joaquín Sánchez supone uno de estos casos. Cumplidos los 34 años, su prestigio ya nunca se situará a la altura de su clase. Aceptada esta premisa, dejemos otra bien clara: Joaquín ha sido –y sigue siendo– un genio de primer nivel. Rememoremos su historia.
Joaquín Sánchez fue, es y será un motivo de alegría para el aficionado al fútbol. Un auténtico talento
Joaquín nació en El Puerto de Santa María, un pueblo de casi 90.000 habitantes del marco gaditano. Los aires de la Bahía se reflejaron pronto en el carácter risueño de aquel crío de risa contagiosa y nariz ancha. Azar Su impacto en la Sevilla bética fue muy rápidoo no, Joaquín recaló en la Sevilla verdiblanca, la mitad de la ciudad más idónea para él. Ya se sabe que no es lo mismo ser de Triana que vivir en Nervión. Nada tardaría el niño en convertirse en el orgullo de un Betis que veía cómo su cantera regalaba una figura distinta. Como en una especie de respuesta celosa, el filial sevillista escupió a José Antonio Reyes, un gitanito zurdo, imparable y vertical, muy del gusto del Ramón Sánchez Pizjuán. Ambos protagonizaron un duelo fantástico, que además reflejaba las diferencias estilísticas de cada casa: más agresivo y veloz Reyes, mucho más artístico y torero Joaquín.
En realidad, a Joaquín solo le interesaba parecerse a su ídolo. Su debut en Primera División se produjo en 2001. Eran los tiempos de Luis Figo, indiscutible mejor extremo derecho del mundo y vigente Balón de Oro. Conocido el fútbol del luso, no resultaba difícil imaginar de qué palo iba el Joaquín inicial. Futbolista de banda, extremo real y puro, sin matices: pocos goles, muchos regates y buenos centros. Joaquín encontraría pronto un prestigioso punto en común con su amado Figo. Entre 1996 y 2004, solo dos “encaradores” pudieron presumir de molestar sistemáticamente a Roberto Carlos. Uno fue Figo. El otro, Joaquín. El Villamarín disfrutaba de una estrella en ciernes que había clasificado al equipo para Europa. Llegaba la hora de la Selección. Tocaba su primer gran torneo: la Copa del Mundo 2002.
Banda derecha, cuerpo inclinado y pose desafiante. Regate y regate. Así jugaba el joven Joaquín
“Tenemos tres grandes atacantes y hay que aprovecharlos”. Camacho lo había dejado claro en los días previos. España acudía al Mundial prendida de la ilusión que suscitaban sus figuras ofensivas. Por un lado, la dupla Valerón-Tristán, que había rendido a un nivel espectacular en Coruña, destrozando con su magia a los mejores conjuntos europeos del momento. YSu partido ante Corea, digno de un supercrack por supuesto Raúl, reciente campeón de Champions por tercera vez en su carrera y que muy pocos no situaban en el top-10 mundial en esos instantes. Calidad diferencial arriba ya había, así que Camacho optó por rodearla de jugadores de más recorrido como Luis Enrique o De Pedro. Nada raro si tenemos en cuenta la escasa experiencia del novato Joaquín, que hizo su debut en el intrascendente tercer partido de la liguilla ante Sudáfrica. La Selección empezó como nunca, ganando los tres partidos de la primera fase, pero poco a poco se fue cayendo. Pese a ello, cuando Corea eliminó a Italia, toda España sintió que era el momento de dejar atrás la maldición de Cuartos de final. El miedo y la presión se llevaron por delante a la inmensa mayoría de futbolistas en aquella triste mañana de sábado. A todos menos a uno. Titular contra pronóstico, Joaquín firmó ante Corea una actuación a la altura del mejor extremo del mundo. Las pidió todas, desbordó a quien se le puso por delante. Nadie (o casi nadie) le pudo parar. Supo especialmente mal que le tocase a él errar el lanzamiento decisivo en la tanda de penaltis. No lo merecía.
El Mundial 2002 de Corea y Japón sirvió para confirmar que Joaquín era un futbolista capaz de lo mejor
El Mundial trajo la confirmación de que Joaquín, en efecto, era algo importante. El genio comenzó a estabilizar sus estadísticas en 20 goles por Liga (21 en 2003, 19 en 2004), sumando tantos y asistencias, llevando con ellos al Betis a la pelea permanente por los puestos europeos. Su fútbol también se mantenía constante. La banda derecha seguía siendo su casa y rara vez salía de ella. Estaba aprendiendo a llegar a gol, era profundo y no le hacía ascos al remate. Pero todo desde el carril diestro. Por ahora no conocía más campo, y como todos estaban satisfechos con él, aprender más del juego no parecía necesario.
España vivía en 2004 el auge de los extremos. Eran días de elogio para Reyes, Joseba Etxeberria, el propio Joaquín y, muy especialmente, Vicente Rodríguez. Con tanto material, resultaba lógico que Iñaki Sáez apostaseLa Euro 2004 pudo ser la suya pero Iñaki Sáez no apostó en serio por él entonces por este tipo de jugador. De cara a la Eurocopa de ese verano, el bilbaíno concibió una España simple, vertical y directa, organizada en un 4-2-3-1 muy de la época. Lo cierto es que la gestión del torneo fue muy extraña, con cambios constantes dentro del propio campeonato y una mezcolanza generacional algo caótica. Saéz, como Camacho dos años antes, volvió a apostar por Joaquín el día clave, frente a Portugal. De nuevo el anfitrión y de nuevo un choque a cara de perro. Pero esta vez no salió. España pagó cara la escasa convicción mostrada por su técnico. Sin saberlo, a Joaquín se le escapaba su momento con la Selección. Nunca más llegaría como entonces a una gran cita internacional.
2005 llevaría al máximo el prestigio internacional de Joaquín. El Betis ya no podría retenerlo más
Pero Joaquín, gustase o no, era una estrella y como tal iba a seguir rindiendo, al menos en su terreno. El Betis, que llevaba dos años rozando puestos de Copa de la UEFA, se iba a desquitar con un 2005 absolutamente memorable. El club de Heliópolis hizo doblete: clasificación para la Champions League por primera vez en su historia y título de Copa 28 años después. Individualmente, Joaquín cumplió como un reloj con sus “20 goles” al año, aunque esta vez con más asistencias que nunca (15). La historia de amor con el Villamarín llegaba a su punto culminante. No se podía ir más allá. Se acercaba el final.
2006 traería la ruptura definitiva, el fin de la unión entre el Betis y Joaquín. La temporada, a priori una fiesta por la participación en Champions, comienza a torcerse muy pronto. Ricardo Oliveira, figura goleadora del equipo, se lesiona de gravedad. Por otro lado, el sorteo europeo depara un grupo terrible, con el vigente campeón, el Liverpool y el Chelsea de Mourinho. Se acumulan las desgracias pero el nombre de Joaquín sigue muy vivo enEn enero de 2005 era jugador del Chelsea el concierto internacional. Demasiado. Meses antes, el Madrid había manifestado públicamente su deseo de hacer de Joaquín el heredero de Figo en el Bernabéu, una idea que ilusionaba fuertemente al jugador. Sin embargo, fue el propio Chelsea quien puso toda la carne en el asador por el gaditano. Mourinho pretendió reunir a Joaquín con Arjen Robben, formando así la pareja de extremos más brutal del continente. En enero de 2005, emisarios del club inglés viajan a Sevilla y cierran la operación por un montante cercano a los 40 millones de euros, un dineral en aquellos días. Todo estaba listo para su salida del Betis. Joaquín, que prefería Madrid, asume que ha llegado el momento de dar el salto a un grande. Pero entonces surge Lopera. En una de sus inolvidables apariciones públicas cargadas de folklore, el mandatario bético ofrece su vida y su sangre en pos de mantener al futbolista, algo que no agrada a un Joaquín que buscará, sin éxito, su marcha ese mismo verano. La decepción del crack se siente en una campaña 2005-2006 que arroja los peores números de su carrera: 3 goles, 6 asistencias y un Betis en el puesto 14. La relación estaba rota.
La mala salida de Joaquín del Betis terminó condicionando el resto de su prometedora carrera
La compleja salida de Joaquín del Betis tiene el mejor resumen en la anécdota de Albacete. Lopera, que legalmente podía manejar el destino de sus asalariados, decidió que su estrella iría cedida al Albacete Balompié, por entonces en Segunda División. Joaquín, dicen que entre lágrimas, agarró su coche y se lanzó a la carreteraLa etapa en Valencia, un mazazo para su carrera como quien se va de vacaciones. Por fortuna, su destino final no sería tan dramático. Horas después, el Valencia CF pagaba 25 millones por su fichaje. Mestalla era un destino potente: campeón de Liga en 2002 y 2004 y finalista de Champions en 2000 y 2001, el club parecía asentado en la élite. Sin embargo, algo falló en aquella decisión. Qué fue ese algo, ni hoy podemos saberlo a ciencia cierta. La plantilla che aglutinó esos años un talento (en su mayoría nacional) más que apreciable: Villa, Silva, Albelda, Mata, el propio Joaquín, Ayala… En general, con la excepción quizás de David Villa, puede decirse que el mismo mal afectó a cada integrante de aquel proyecto: todos mostraron su calidad individualmente pero en lo colectivo no se exprimió al máximo el potencial existente. Para Joaquín, Valencia fue una mala elección. Es en este ciclo donde se desinfla su prestigio y se crea el (justo) pensamiento general de que su carrera no alcanza las cotas soñadas.
Su no explosión también se reflejaría en la Selección. Luis Aragonés le incluyó siempre entre sus elegidos, convocándolo para la Copa del Mundo 2006. Un torneo el de Alemania que simbolizó la transición entre el doloroso pasado derrotista y el esplendoroso futuro que estaba por venir. Cuando España cayó ante Francia en octavos de final, Luis cerró filas, dejando atrás todo vínculo con el pasado. Joaquín, que no pudo contener su pico de oro, se marcó una inoportuna rajada semanas después de la eliminación mundialista, hecho que acabó siendo su tumba en la Selección. Aragonés comenzó su revolución, basada en el perfil asociativo de sus centrocampistas. Luis no echó de menos a un Joaquín que ya no volvería.
Joaquín necesitaba recuperar la alegría. Necesitaba calor, risa y felicidad. Necesitaba Andalucía
Andalucía, la tierra y Manuel Pellegrini, la causa. El proyecto del Ingeniero en Málaga no hubiera sido lo mismo sin él. La brisa de la Costa del Sol acude al rescate de Joaquín en el verano de 2011. Cumplidos los 30, su retorno al sur parece perfecto. Los nuevos dueños del club hacen del Málaga un destino agradable, con un alto potencialPellegrini desata todo su potencial en Málaga económico y deportivo. Pese ello, nadie, absolutamente nadie, podía imaginar lo que estaba por venir. Pellegrini, históricamente contrario a la figura del extremo estático, hizo de él lo que ningún otro técnico pudo (o quiso): lo convirtió en un mediapunta. El chileno le otorgó total libertad para moverse por las dos bandas, un regalo que Joaquín, en plena madurez futbolística, aprovechó para recordarle al mundo una evidencia: estábamos ante un genio. Muchas imágenes quedan hoy de su periplo en Málaga, pero dos destacan por encima del resto. Por un lado, su maravillosa relación con Isco Alarcón, el otro genio del plantel. Juntos tiraron paredes que La Rosaleda quizás ya nunca vuelva a ver. Juntos ganaron al Real Madrid y metieron al equipo en Champions. Allí, en la vieja Copa de Europa, Joaquín completaría la que quizás sea la actuación de mayor grandeza de su carrera. Su partido en Dortmund, golazo incluido, sería coherente con un futbolista propietario de un Balón de Oro. Fue una noche triste aquella, el fin de mucha ilusiones, pero quedará para siempre como la confirmación de que Joaquín Sánchez, por si había dudas, era un completo fenómeno.
Sobran los motivos para esperar un Joaquín todavía capaz de deleitarnos con cosas nuevas
Finalizado el cuento malagueño, Joaquín viajó a Florencia con su reestrenado status de jugador diferencial. Con 32 años, adaptarse por primera vez a un país extranjero no fue sencillo. Se tardó en ver lo mejor de su repertorio, quizás más de lo esperado, pero finalmente el Artemio Franchi pudo disfrutar de su magia. “No te vayas, Matador, nos has enamorado con el balón”, exclamaban los aficionados italianos, tratando de evitar lo inevitable: el regreso a casa del mago andaluz. Sevilla –entera– está de fiesta. Vuelven los derbis, vuelve Joaquín, la finta y el sprint. Vuelve el genio.
CJ54 7 septiembre, 2015
Qué bueno es Isco.
Vaya nostalgia dará volver a ver derbis entre Reyes y Joaquin. En el cole discutíamos sobre a cual elegir. Aún existe el romanticismo en el fútbol.
Lopera…Cada vez se da menos estas sinrazones en según qué dirigentes, pues hoy día lo normal es que el jugador vaya a donde quiera, pero hay que ponerse en la mente de Joaquin. Para estos temas siempre recurro al símil de la pareja: Es mejor dejar que te ponga los cuernos y se vaya, que poner impedimentos a los cuernos, pues acabará yéndose de las dos formas.
Habría sido otra cosa de haber ido a Inglaterra. No digo mejor o peor, sino distinta.