La Supercopa europea es un apetitoso torneo oficial incrustado en un periodo de preparación propio de partidos amistosos, lo cual la convierte en algo raro, sobre todo, para el equipo más humilde de los dos que la disputan. ¿Cómo plantearla? ¿Como se haría en abril o como el amistoso más relevante? Hace un año, Emery dirigió una y la afrontó como una semifinal de Champions; se encerró y trató de salir a la contra. Pero no salió de su área. Anoche cambió el chip y fue a buscar al FC Barcelona lo más arriba posible, asumiendo riesgos para intentar forzar errores, valiéndose de que la falta de frescura (también) mental de los culés les haría más proclives al fallo. Y así fue, el 0-1 llegó en el minuto 2. Pero enseguida apareció Messi.
Rafinha, que es poco profundo, ocupó la posición de Neymar.
Messi empezó en plan estelarLa puesta en escena estuvo condicionada en lo táctico por cuatro ausencias importantes, dos en cada equipo. A Luis Enrique le faltaban Alba y Neymar, lo que implicó que Messi se quedó sin receptores para su pase de rosca favorito desde la derecha al segundo palo. Sin embargo, las bajas del Sevilla le abrían un nuevo horizonte sencillo. Sin Carriço, Kolodziejczak ni Pareja, Emery se vio obligado a bajar a Krychowiak del mediocentro a la línea de cuatro defensas, quedando conformado su doble pivote por Banega y Krohn-Dehli. Ni Ever ni Michael son pivotes puros, y además no se conocen todavía, y aquello colapsó sin remedio. La protección del carril central que hicieron los hispalenses fue muy floja. Messi lo leyó, se desplazó hacia el mismo y sacudió al campeón de la Europa League durante tres cuartos de hora.
Krohn-Dehli y Banega no presentaron defensa como doble pivote.
El método utilizado por Messi para matar fue similar al que usó contra el Manchester City en los octavos de final de la última Champions. No hace empleo de ningún juego de posición, sino que por iniciativa propia comienza a moverse por cualquier sitio, exhibe su virtuosismo técnico y se va apoyando en el talento individual que jugadores como Alves, Busquets e Iniesta atesoran para devolverle las paredes. En cuanto a trabajo específico, no hay más que eso, el concepto es ultra simple, pero su eficacia resulta dominante. En especial si Leo se muestra tan artístico como anoche. Parece increíble, pero enseñó primeros toques que todavía no le habíamos visto. Cuando él se pone así, el juego se acaba. Carece de sentido el análisis. Son tales la confianza que contagia a los suyos y la frustración que provoca en el adversario que la competición se esfuma. En ese tramo, fueron luz contra fantasmas.
El Sevilla mató con centrosY entre la enésima demostración de jerarquía del «10», la calidad asociativa de Alves, Busquets e Iniesta, el caos táctico andaluz y el discreto nivel de Beto, por supuesto con el constante agregado que supone el ímpetu de Suárez, el marcador reflejaba un 4-1 en el minuto 52. Y entonces confluyeron tres cosas: que Messi se cansó, que el Sevilla mantuvo la fe y que al Barça se le vio una costura defensiva ya conocida. Como Messi se cansó y él sabía que donde era más productivo era en el centro, en lugar de ir desde la derecha al centro, se quedó en el centro sin más, lo que derivó en que Alves tuviese que subir más, llenar la banda entera y descuidar la transición ataque-defensa. Así ganó foco Banega, que empezó a colar balones hacia Tremoulinas y Vitolo, que sacaban de posición a Piqué y bombardeaban con centros la zona de Mascherano, que sin la ayuda de Claudio Bravo sufre más si cabe en esas acciones.
Las bandas del Sevilla provocaron un cambio de esquema culé.
Si la iniciativa ya era hispalense, el carrusel de cambios la acentuó. Del lado culé, entró Sergi Roberto por Iniesta, y el Barça perdió balón. Luego, compareció Bartra y se montó seria. Primero, porque Marc en pretemporada -es decir, sin físico- no sabe ofrecer muchas cosas; segundo, porque se formó un 4-4-2 con Mascherano y Busquets en el doble pivote y Sergi Roberto y Rakitic en las bandas que funcionó muy mal. Aunque estuvo justificado, puesto que el ingreso de Konoplyanka al campo había potenciado la amenaza por los costados y había que ponerle algún freno. Además, con el retorno de Krychowiak -qué mediocentro- a su demarcación, el equipo adquirió fuerza, fe y voló más.
Y así se alcanzó la prórroga, en la que entró Pedro por Mascherano y el Barcelona reformuló su 4-3-3 inicial. El choque se apesadumbró porque los dos estaban exhaustos. El Barça tocaba la pelota sin ritmo a la espera de que Messi cogiese una e hiciese algo, mientras que el Sevilla soñaba con el contragolpe que le diera el triunfo. Immobile, que no tardó en constatar que lo suyo es correr hacia delante y pare de contar, se encargó de dinamitar las salidas sevillistas con su poco grácil juego de pies. Y Leo, efectivamente, cogió una y se inventó el gol del triunfo. Lo empujó Pedro. Dada la incertidumbre que rodea a su continuidad en el Camp Nou, fue un momento muy apto para la literatura. Quedaba un suspiro para el final, el Sevilla volvió a irse al ataque y le dio tiempo a crear dos ocasiones más. Ninguna entró y el FC Barcelona sumó otro título a su palmarés. Uno más en el haber de Messi. Este, encima, de los superexclusivos. Simplemente, fue suyo.
vi23 12 agosto, 2015
La primera parte de Messi fue alucinante. Un dominio sobre el partido diferente a lo que los otros dominios sobre tantos partidos que ya le habíamos visto antes