El flamenco azul nació mediocampista. O por lo menos eso es lo que se intuía en ese mediapuntita de físico extraño que hacía viguerías técnicas en Bélgica. Hace dos años, Alejandro Arroyo se preguntaba sobre su lugar en el naciente Chelsea de José Mourinho. El potencial del niño había sorprendido en las temporadas anteriores y la perspectiva de su excepcional talento entusiasmaba en las manos de un forjador de súper futbolistas. Sin embargo, el matrimonio duró sólo seis meses, por razones que se explican aquí, y el destino elegido no entusiasmaba del todo. Año y medio después, el éxito es innegable. De Bruyne ha explotado como estrella emergente y los grandes capitales europeos sueñan con tenerlo en su plantilla. ¿Qué pasó para que Kevin pasase de fracasar en el Chelsea a convertirse en objeto de deseo de los mejores? A continuación lo revisamos.
De Kevin de Bruyne se espera su explosión desde hace dos años.
De Bruyne aterrizó en la Bundesliga para jugar en el Wolfsburgo de Dieter Hecking. Con el rol de estrella reservado para él, Kevin debía demostrar a sus veintitrés años que ya era un futbolista capaz de asumir el rol de líder de su equipo por defecto y no sólo en situaciones extremas. Su nuevo club iba a construir un sistema para él y tenía que tener rendimiento de estrella. Y así fue. Hecking creó un equipo que oscila entre el 4-4-1-1 y el 4-4-2 (foto de la derecha), dependiendo, básicamente, de lo que le apetezca al belga. Es decir, que casi siempre el Wolfsburgo se planta en el campo con dos delanteros. La temporada de eclosión de De Bruyne la jugó de segunda punta con libertad absoluta (Foto). Este hecho es chocante pues en él se intuía un potencial interior por su tendencia protagonista y su calidad con el balón. De Bruyne quería tocarla todo el tiempo y por eso se movía por muchos sitios buscando participación. Con su primer atisbo de madurez, sin embargo, esa obsesión la ha canalizado para convertirse en un futbolista hiperactivo, que no para de hacer cosas y que no se está quieto, pero alejado la gestión de la pelota (Foto). Su fútbol es de atacante y su ubicación en el campo, más allá de la libertad que le da su entrenador, es la de un delantero (foto de abajo a la izquierda). Ha evolucionado.
De Bruyne se asentó como segunda punta en el Wolfsburgo.
¿Convertirse en delantero convierte a De Bruyne en un futbolista enfocado al detalle? Ni mucho menos. Como ya decíamos en el anterior párrafo, el belga no para de hacer cosas sobre el terreno de juego, aunque estas tengan poco que ver con la gestión de la circulación. Son muy pocas las veces que De Bruyne aparece por detrás de la línea del balón (foto de arriba a la derecha). Realmente nunca se caracterizó por ser un jugador cerebral, a pesar de su buena lectura y la suavidad de sus movimientos, así que el rol que tiene en el equipo Los Lobos le viene como anillo al dedo. Su fútbol es el de un martillo incansable que está siempre ofreciendo soluciones al poseedor del balón. De Bruyne es un futbolista austero y colectivo: sus movimientos siempre son ofensivos, alejándose del balón (Foto) con ahínco para que su equipo progrese, con desmarques de apoyo verticales o perpendiculares, pero siempre hacia portería. En transición ofensiva, la participación de De Bruyne es prácticamente nula con pelota. Sólo cuando el equipo tiene dificultades para avanzar, y ya ha estado un buen rato meneando el balón entre centrales y mediocentros, Kevin acude (foto de la izquierda) para aclarar la jugada, normalmente con un cambio de orientación. Abajo no regala nada ni al rival ni al espectador. No es un artista ni busca serlo. Él es un hombre de negocios. Dónde va es a ganar, minimizar riesgos y poner la cara (Secuencia Completa). Si baja, es para que el equipo progrese de inmediato. Si no lo hace, está arriba abriendo callejones (Foto), quizá no para él directamente, sino para su equipo. Eso sí, si llegan a contar con espacios, De Bruyne lee perfectamente a donde ir para matar. En el contragolpe no lanza, sino que se mueve para dar el último pase, para preparar todo para la estocada final (Foto). Y ahí es temible porque tiene una gran visión de ese pase decisivo en momentos de alta velocidad.
Y es que De Bruyne, repetimos, no se cansa. Su físico es prodigioso. No lo es en el sentido clásico de velocidad, agilidad o fuerza. No tiene cuerpo de mago, sino de gladiador. Su aparato pulmonar es fuera de serie. Kevin es capaz de realizar movimientos intensos de forma sostenida durante todo el partido. Por eso su actividad sin balón es tan potente, pues uniendo su calidad física a su lectura y su tendencia a tomar decisiones todo el tiempo, en cada jugada, los desequilibrios que causa pueden ser demoledores. Todo eso está sustentado, claro, en que cuando agarra el balón su repertorio futbolístico es amplio e intimidante. Paredes, regates, pases al hueco, centros precisos y un disparo que asusta obligan a los contrarios a prestarle mucha atención a todo lo que hace. Su movimiento perpetuo es todo un sistema ofensivo, que otorga soluciones (Foto) con y sin pelota en ataque posicional (Foto) y en transición ofensiva. Y lo hace por los tres carriles, porque aunque parte del centro, se mueve hacia las dos bandas, a veces de manera estacionaria, cambiando su posición con el extremo (Foto), o con caídas (foto de la derecha) y desmarques para crear superioridad numérica si la jugada lo invita a ello. De Bruyne aparece entre líneas (foto de abajo a la izquierda), rompe como un nueve (Foto), junta al equipo con pases o desborda por la banda. Es completísimo. Quizá el único inconveniente sea su ritmo pasador, que aunque es muy bueno porque decide con rapidez y precisión, tiene cierta tendencia a sobar el balón, o bien no darle a sus pases la tensión requerida en toda ocasión: es un pasador relajado; amén de que su punta de velocidad no es exactamente alta, a pesar de tener un primer paso muy potente, ni es escurridizo, lo que disminuye su capacidad de regate tanto por fuera como por dentro. Aun así, hay que destacar que su cuerpeo le hace proteger muy bien el balón y no lo pierde con facilidad.
Su lectura de juego eleva su ya de por sí sobresaliente nivel futbolístico.
En defensa, aprovecha su capacidad física para presionar sin descanso. Lo hace relativamente bien, tapando líneas de pase y encimando al poseedor del balón (Foto) sin dejar huecos a su espalda, especialmente cuando está por el centro. En los momentos en los que le toca tapar la banda, si suele descuidarse más (Foto), rompiendo la formación y habilitando recepciones inoportunas para los suyos. Su comportamiento tras robo es súper ofensivo (foto de arriba a la derecha), desmarcándose inmediatamente para crear ventajas al compañero que recuperó la pelota.
Más allá de todo lo anteriormente dicho, hay que destacar que lo importante en el juego de De Bruyne es que su lectura es muy buena. Todo lo hace con economía, precisión y sutileza. El belga entiende el juego. No hace nada efectista ni innecesario. Es punzante y agresivo en su fútbol, pero su preocupación pasa por darle soluciones a los suyos. Soluciones ofensivas. Es exquisito a su manera. No se pierde en el preciosismo sino en la ejecución. La que lo acerque a la victoria. Práctico y sencillo. Kevin de Bruyne es un futbolista de los que te obligan a pensar.
Kundera 26 agosto, 2015
Ha sido una gozada redescubrir este futbolista. Vaya cambio ha pegado desde aquel mediapuntita que quería tener siempre el balón, a este segunda punta que está participando todo el tiempo en la jugada, pero sin la necesidad de monopolizar la pelota. Todas esas virtudes que tenía antes: las técnicas que todos conocemos, y las de lectura que siempre destacaron, las ha puesto al servicio del ataque de su equipo desde una posición de delantero muy libre. Hay que ver lo agresivo de sus movimientos, lo punzante de sus desmarques y la cantidad de veces que va al espacio. No se adorna con nada, aunque creo que todavía podría mejorar su ritmo pasador de "control-pase-tensión del pase". Tiene calidad étnica para mejorar muchísimo en ese aspecto.
Y lo de siempre: De Bruyne crea goles.