El día que el Real Zaragoza se burló de las utopías del fútbol remontando un 0-3 al Girona con un 1-4 a más de 400 kilómetros de su estadio, a sus futbolistas se les inflamó el corazón. En cierto modo, ese torbellino de euforia hundía sus raíces en una de las proezas más imponentes que muchos de ellos han vivido o vivirán en el fútbol. Quienes asistieron a los instantes posteriores a ese desenlace, rozando el júbilo desatado en el túnel del vestuario, comprobaron cómo, uno a uno, los jugadores aragoneses desfilaban con una expresión de explosivo entusiasmo. Fueron saliendo. Empapados de adrenalina, relataban la épica con la energía emocional de quien ha derribado un imposible. Lo hacían los veteranos, la clase medía y los jóvenes. Los técnicos. El entrenador. Los directivos. A todos les recorría el mismo río de apasionadas cataratas. Hasta que apareció Jesús Vallejo (Zaragoza, 1997) por la puerta, agarró un micrófono y arrojó un vagón de hielo sobre ese volcán eufórico: subrayó su felicidad, pero no tardó en girar el discurso hacia la prudencia, la voz reposada y el partido de unos días después contra Las Palmas camino de Primera División. Eso era lo que le importaba de veras a Vallejo: ascender. El encargado, así, de serenar al Real Zaragoza fue un chico de 18 años. Su capitán.
Jesús Vallejo transmite calma tanto dentro como fuera del terreno de juego.
En Vallejo destaca su mentalidad profesional y su gran voluntad de aprendizaje constantePara descifrar el juego de Vallejo hay que conocer a la persona. Su irrupción en el fútbol profesional escapa de todos los parámetros lógicos. “Un jugador así surge cada 40 años”, aseguran de él en el Real Zaragoza, un club consciente de que maneja entre sus manos un filón ante el que solo le debilita su precaria situación deportiva y sus amarguras económicas. Desafiando cualquier teoría sobre la precocidad, Vallejo se ha consolidado como un central exclusivo, de esencias mágicas. Hay que estar construido de una madera muy especial para configurarse en la adolescencia como un defensa de ese aplomo, seguridad, frialdad y fiabilidad. A esas edades, una promesa con talento puede ejercerlo en el centro del campo o en la delantera, pero demostrarlo en las posiciones defensivas, administrando riesgos y la sobreexposición al error, reúne diferencias, otro tipo de matices que tienen mucho que ver con la madurez. Y así ocurre en cierto modo en el caso de Vallejo. No estamos ante un chico de 18 años al uso. Destaca en él su mentalidad profesional y su voluntad de aprendizaje. Lo pregunta todo. Busca respuestas a todo lo que le ocupa en su posición. Ha crecido al lado de Mario Álvarez o Rubén González, veteranos que han facilitado su adaptación y proyección, desde los que le han llovido consejos y correcciones. La ascendencia y vigilancia de Mario ayudan también a explicar el fenómeno Vallejo.
Todos los días, él aparece el primero en la Ciudad Deportiva para trabajar en el gimnasio y suele ser de los últimos en abandonar. Comenzó a madrugar más que nadie para litigar unos problemas de rodilla ocasionados por su último estirón anatómico. Ahora, ha acabado cincelando un poderoso tren inferior. En la personalidad de Vallejo residen varias de las claves de su registro futbolístico. Es un joven humilde, con inquietudes intelectuales, reflexivo, con una dialéctica coherente, crecido en un ambiente de estudio y sacrificio. Su padre es camionero y su madre auxiliar de enfermería. Nadie le ha regalado nada, ni espera que así sea: mientras se jugaba el ascenso a Primera, completaba los exámenes de selectividad. Después de finalizar impecablemente el Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, ahora pretende enfocar su futuro académico hacia la rama deportiva del Derecho. Si Vallejo ha sorprendido por el tamaño adulto de su fútbol, por jugar como un joven viejo, como si tuviera el doble de años, es porque él es así.
Con 18 años es capitán de todo un ZaragozaVallejo es fruto de la osadía y la convicción de un entrenador como Víctor Muñoz. Del mismo modo que el técnico zaragozano maniobró hace once años con Alberto Zapater, gestionó el verano pasado su gran legado en la actual plantilla aragonesa: promocionó a Vallejo directamente desde el juvenil. Con 17 años, se saltó con pértiga su última temporada en la categoría y también el filial. Desde entonces, su crecimiento ha descrito una línea fabulosa. Vallejo no ha progresado continuando la lógica de su edad, sino escalando de modo exponencial: cada día que ha jugado al fútbol lo ha hecho con mejor nota que en el anterior. De esta imparable mejora, sobre la que nadie se hubiera arriesgado a pronosticar en septiembre, cuando debutó en Huelva en un Zaragoza que apenas tenía aún plantilla después de un verano en el que regateó la liquidación y armó un equipo en cuatro semanas, ha salido un central de aires mayores. El asombroso ritmo de su carrera cabe en una enumeración: en julio de 2014 pisó los entrenamientos profesionales, un mes después debutó en el primer equipo en Segunda, en diciembre se ganó la renovación, en enero se asentó definitivamente de titular después de superar una lesión muscular, en febrero dejó su primera exhibición, en El Sadar, sacándole a Osasuna todos los balones del área y minimizando a un zorro como Nino. A las pocas semanas, en marzo, se estrenó en la selección española Sub-21 con tan solo 18 años, en abril se puso la cinta de capitán del Real Zaragoza por primera vez en el partido en el que también marcó su primer gol, en mayo ya era el capitán, también, de la Sub-19 con la que ahora busca reinar en Europa, y en junio casi se mete en Primera División.
Fue uno de los grandes activos competitivos del Zaragoza en su lucha por el ascenso.
Su impacto, en Zaragoza, va más allá de lo deportivo. El club intenta escapar del periodo más negro de su historia. Ha vivido tiempos de grave decadencia, descapitalizándose en lo deportivo, en lo económico, en lo institucional, en lo social y lo sentimental. Uno de los efectos de su caída ha sido la pérdida de referentes populares, alguien que firmara un pacto emocional con la afición. El Zaragoza no es un club de fértil cantera, por lo que nunca ha sido sencillo, en su era moderna, encontrar, además, un modelo de la tierra con el que enlazarse. Vallejo ha venido a revertir todo eso. Ha emergido con una atronadora fuerza simbólica en La Romareda y representa, mejor que nadie, el renacimiento del club después de escapar de la desaparición. La gente pide camisetas con el nombre de Vallejo. Hay mucho de identidad recuperada en su aparición: todos los zaragocistas se reconocen en Vallejo como el futbolista que alguna vez quiso o querrá pisar La Romareda con el escudo del Zaragoza.
Su ídolo era un Gaby Milito con el que sí que comparte virtudesJosé Rebolledo de Palafox y Melci fue el jefe militar cuya obstinación, liderazgo y audacia estratégica actuaron de referente popular durante los Sitios de Zaragoza, en la Guerra de la Independencia contra los franceses de 1808. Esa heroica defensa de la ciudad conforma una de las leyendas sobre las que se asienta la identidad zaragozana, incluida, también, la del Real Zaragoza. Palafox discutió los límites de la resistencia contra un enemigo superior en número y armamento, pero no en orgullo. Así se forjaron mitos locales a los que el equipo de fútbol se ha abrazado en varios de sus rasgos representativos: su espíritu irreductible, su capacidad para combatir imposibles o la fuerza de su fe. El general Palafox se trasladó a la historia aragonesa gracias a su homérica defensa. En el caso del Real Zaragoza, hay valores de su fútbol que van más allá: siempre fue un equipo de ciclos de juego apasionado y ofensivo. No tuvo la defensa entre sus virtudes, aunque si contó con soberbios defensores. Desde José Luis Violeta, de la casa, como Vallejo, un central o mediocentro al que el Madrid nunca pudo arrancar de su ciudad; a otros más cercanos en el tiempo, como Xavi Aguado o Gaby Milito. Este patrimonio histórico del club encarna la tradición de Palafox: defensores, caudillos, aguerridos, inteligentes y omnipotentes. Jesús Vallejo creció viendo a Gaby Milito en La Romareda y confiesa que no tiene una referencia mayor. De esto apenas hace nueve años.
El tiempo pasa rápido, pero Vallejo manifiesta en su fútbol muchos de los rasgos legados por Gaby, un tipo que también era capitán de su primer equipo, Independiente de Avellaneda, a los 18 años. En Zaragoza, por proximidad y, principalmente, por nostalgia suele explotarse esa semejanza. No obstante, el perfil de central de Vallejo es ese, un Milito o Ricardo Carvalho, aunque en diestro. Ranko Popovic, el actual entrenador del Zaragoza, dijo algo muy interesante sobre Vallejo hace un par de meses, al tiempo que definía su capacidad para teclear el juego desde la defensa: “No es normal ver a un central jugar como lo hace él. Siempre está activo. Es agresivo. Pero también está saliendo más de su sitio. Estamos acostumbrados a que los centrales jueguen pegados y cubriéndose. Y, cuando tienen que salir con la pelota, parece que tiren una bomba en vez de un balón. Vallejo es un central como los de antes, inteligente saliendo, lleva el juego y es peligroso arriba. Un central así, viniendo de atrás, desequilibra las defensas rivales, rompe todos los sistemas porque en estos tiempos nadie espera un central atacando. Vallejo representa a centrales como Baresi o Lucio, de esos que ya no existen porque los entrenadores los hemos extinguido, como si fueran dinosaurios”. Popovic cree que Vallejo camina hacia ese perfil de central creador y, en sus conversaciones sobre el caso, lo arrima a Piqué: “Pero Jesús tiene algo distinto, es más veloz, más activo”.
En todo caso, no es la función creativa la que mejor distingue a Vallejo. Lo sobresaliente en él es que es un central que defiende. No es cualquier cosa en la España de ahora. Las prioridades formativas han inclinado las tendencias hacia un modelo de central de buen pie, alto rango de pase y animado con el balón, hasta el punto de descuidarse otras cualidades básicas de la demarcación. La influencia de la generación de Piqué y Ramos ha sido abrumadora. Esta deformación confluye con otra: los registros posicionales en las etapas formativas. La factorías española sufre una severa insuficiencia de defensas centrales. La España de los centrocampistas ofensivos y los mediapuntas centrales o invertidos han desequilibrado la producción posicional. Salen muchos jugadores de ese tipo. La superpoblación en esas parcelas está provocando también un fenómeno natural, durante décadas, de Brasil: el exceso de talento en ciertas áreas adelantadas del campo acaba decantándose hacia los laterales. Por eso, ahora España es la gran potencia planetaria en el puesto. Los efectos de este proceso son la crisis de delanteros y, sobre todo, de centrales, centrales que defiendan con espada o bayoneta. Apenas se observa nada consistente debajo de Ramos y Piqué. Y mucho menos de ese nivel: Bartra, Íñigo Martínez, Fontás, Álvaro González, Sergi Gómez, Derik Osede, Borja López, Ignasi Miquel… ¿Quiénes salvarán la posición? Por potencial, los dos mejores proyectos coinciden en la Sub-19: los compañeros de habitación y amigos Jorge Meré (Sporting) y Jesús Vallejo, ambos aún con los 18 recién cumplidos.
Su increíble concentración en el juego, termina determinando y facilitando el resto de acciones.
Pero, ¿cómo juega Vallejo? Todo parte de su principal virtud: una mentalidad de acero. Su nivel de concentración es impropio de la edad. Apenas comete errores. Lee al rival con la misma suficiencia y rapidez con la que se decía que J.F. Kennedy leía los libros, en diagonal. En la defensa frontal apunta a ser un referente titánico. Por alto y por bajo. Reúne intuición, gestión brillante de espacios y distancias, sentido de la anticipación y presteza en la acción. Esto le permite una notable capacidad de robo, sobre todo, destaca el dónde: línea de mediocampo o campo rival, lo que le convierte en una preocupación de primer orden al adversario gracias a su juego con balón. No solo tiene alcance de pase, sino que lo detecta rápido. Aunque a campo abierto no goza de un punto elevado de velocidad, Vallejo llega casi siempre el primero en distancias medias o pequeñas. Al corte es imbatible, se maneja con una agilidad y un equilibrio que hace que casi nunca vaya al suelo. Un central que casi nunca cae abajo marca diferencias. Su serenidad, su liderazgo… nada de eso colisiona con su agresividad: en un central fuerte, con colmillo, que acomete cada defensa como si fuera lo último que hace en la vida. Tiene margen de mejora en el cuerpeo y contra delanteros hábiles y rápidos sufre en la intercepción del regate, este punto débil se magnifica sobre todo cuando ha jugado en el lateral derecho –donde ha acumulado también minutos-, contra extremos muy desbordantes. La defensa de tres centrales y carrileros que armó Popovic al final de temporada terminó de desvelar todo el talento de Vallejo. Su manejo de la pelota, su atrevimiento comedido y puntual, le facilitó al Zaragoza un futbolista ideal para empujar al equipo hacia arriba desde atrás, ganando un centrocampista ‘fantasma’, muchas veces indescifrable. Así tomó Vallejo el campo del Valladolid. También se coronó en El Sadar, en un duelo de máxima rivalidad. Su otra exhibición del año fue contra el Sporting. Es decir, cuanto mayor ha sido la exigencia, más notable fue la respuesta. En todo caso, no debe descuidarse una cuestión: Vallejo ha dominado en Segunda División. Le falta un escalón más para que podamos creerlo como lo que despunta. Ese escalón quizá aún sea temprano. Quizá le falten 40 partidos más en Segunda. Más cocción. No escasean las sospechas, observando su casi irreal evolución, de que es un futbolista que puede que haya tocado ya su techo. Pero, a veces, se olvida que tan solo es un chico nacido en 1997. Solo hay una certeza con Vallejo a la altura de la grandeza que transmite con su fútbol: aún se ha equivocado demasiado poco. Solo desde el error será posible su mayor progresión. Solo así lo podremos recordar como aquel que fue general a los 18. Mucho más joven de lo que lo fue Palafox.
Abel Rojas 7 julio, 2015
Me he emocionado con la definición de Popovic sobre el jugador.
Yo debo reconocerlo: me entusiasma muchísimo este futbolista. Muchísimo. Me gustan sus pintas, su estilo, su impresionante liderazgo, su toma de decisiones, su seguridad en sí mismo. Y creo que la Liga Adelante es una Liga maravillosa para desarrollar centrales. Hay nivel, se pega mucho y la presión es muy grande.
Para mí, que juegue Jesús Vallejo es un motivo real y fuerte para ver un partido del Real Zaragoza. Y desde luego para no perderme ni un partido de esta España Sub-19.