Quedar en la historia de un club es el anhelo de todo futbolista. Hay algunos que lo consiguen con un gol decisivo, como Antonio Puerta, y otros que lo logran con una parada in extremis sobre la hora. Luego están las leyendas como Alfredo Di Stefano o Leo Messi, monstruos que, cada cien años, viran el rumbo de la entidad que tiene la suerte de recibirlos. Y luego hay otros que, más humildes, graban su ADN en el código genético de un club por una manera personal y única de jugar. Es el caso de Rubén Gracia “Cani”. Un nombre que sabe a Villarreal con solo mencionarlo.
El nombre de Cani evoca por sí mismo el fútbol del Villarreal
Antes de todo eso, antes de Villarreal, el joven Rubén cumplió el deseo de cada niño de jugar en Primera con el club de su ciudad. Aunque debutó en la máxima categoría, su primer año completo lo disputó en Segunda, un detalle que no cambia el hecho de que Zaragoza fue, en general, una etapa positiva, con dos momentos muy especiales.
El primero, cómo no, el título de Copa del Rey de 2004, ante el Real Madrid de Zidane, Roberto Carlos o Raúl. En un partido agónico, los maños se llevaron el trofeo gracias al inolvidable gol de Galletti, un disparo que a la postre supondría la caída del ciclo “Galáctico”. Para Cani, que en aquel equipo jugaba en la banda derecha, sería el único entorchado grande de su carrera junto a la Supercopa de ese año.
La etapa en Zaragoza le definió como un mediapunta distinto
El otro gran momento también tuvo que ver con la Copa, concretamente con la edición de 2006. El Zaragoza cayó en la final del Bernabéu, una derrota dolorosísima que, sin embargo, no empañó un camino histórico hasta elZaragoza pulió su estilo para el Villarreal último día. El Zaragoza eliminó en cuartos al Barcelona de Ronaldinho, campeón de Liga y Champions. En semifinales caería el Real Madrid tras un choque de ida inaudito, en el que el Zaragoza bordó el fútbol, goleando a los blancos por un terrible 6-1. Era aquel un conjunto de rachas, irregular, pero también capaz de destrozar –literalmente– a cualquiera. Un colectivo vertical y técnico a la vez, con nombres rutilantes como los hermanos Milito, Álvaro, Ewerthon o un Cani cuyo fútbol estaba ya consolidado. Víctor Múñoz le hacía partir desde la zona izquierda pero con libertad para moverse por la mediapunta en su 4-4-2. Un rol similar al que iba a dejar libre en Villarreal un argentino de nombre Román…
Cani es el Villarreal, su 4-4-2 y sus movimientos de siempre
Aunque compartieron algunos meses, a nadie escapa que la contratación de Cani algo tenía que ver con la marcha inminente de Riquelme. El genio sudamericano volaría tarde o temprano y ese vacío debía ser rellenado. El marrón le toco a Cani, y Cani respondió. Nunca fue Román, claro, pero durante casi una década representó a la perfección los valores futbolísticos del Villarreal: movilidad entre líneas, pausa, asociación con los laterales y conexión con los (dos) delanteros. Era el sistema 4-2-2-2, el legado de Pellegrini en forma de modelo reconocible de juego. Por el Madrigal pasaron Pirés y Cazorla, Rossi y Nilmar, Senna y Josico, Gio y Vietto. A todos sobrevivió Cani, porque nadie interpretaba como él el libreto del club. Era la esencia.
vi23 31 julio, 2015
Muy de acuerdo con el texto. En ese sentido me da bastante pena que se haya ido así de Villarreal. Los presidentes (o alguien) deberían mediar en los enfados jugador-entrenador aunque sólo sea por dar una despedida adecuada