Antes de convertirse en el técnico más laureado de la historia del SL Benfica, Jorge Jesus era conocido por su larga melena blanca de cantaor flamenco y por sus extrañas e incorrectas expresiones gramaticales. «La mayoría de frases que la gente me atribuye son inventadas», ha comentado en más de una ocasión. Pero esto daba igual. Inventadas o no, su figura producía cierta hilaridad. Cierta sorna. Llevaba entrenando desde 1989 en todas las categorías del fútbol portugués, había estado en nueve clubes diferentes y con tres de ellos había logrado sendos ascensos, pero si se le podía adjudicar algún error gracioso como «la neutralización de Verona» (en vez de «nacionalización») o como «es cuestión del horno (forno) interno del club» (en vez de «fuero») se le adjudicaba y se le repetía hasta, incluso, lograr que su singular imagen y su curioso hablar le definiesen como entrenador.
En Benfica demostró su exigente búsqueda de la perfección y el detalleSu ascenso lento pero imparable dentro del fútbol luso (Unión de Leiria en 2005, Belenenses en 2006 y Sporting de Braga en 2008) no modificaría en demasía el cartel que acompañaba su carrera, pero consiguió que no pasara desapercibido para un agente que comenzó a hacer fortuna a partir de su buen ojo con las personas. Con Jorge Mendes como comercial, sus buenos resultados en Braga como aval y los problemas de Quique Sánchez Flores en Lisboa como oportunidad, Jorge Jesus dio su gran salto en los banquillos firmando con el Benfica. Es decir, el eterno rival de su querido Sporting de Portugal, el equipo de la familia, en el cual se había formado como canterano y en el que su padre, Virgolino Jesus, había jugado en los años cuarenta. El fútbol es así de irónico. El club que más satisfacción le daba cuando perdía iba a depositar en él la confianza que todos, en algún momento, le habían negado.
Jorge Jesus ganó 225 de los 321 partidos (70%) que dirigió como entrenador en el Benfica.
Jorge Jesus construyó tres equipos diferentes y, a la vez, parecidosAllí en Da Luz Jorge Jesus demostró durante seis inolvidables años que el Benfica no se había equivocado ni lo más mínimo. Salió victorioso en más del 70% de los partidos, conquistó diez títulos, rompió la hegemonía del FC Porto, batió una cantidad ingente de récords y generó múltiples plusvalías económicas para la entidad. Pero, sobre todo, lo que el de Amadora consiguió fue atención. Crédito. Los juicios ya no se podían quedar en su melena larga, canosa y aparentemente desatendida, sino que tenían que ir más allá. Tenían que centrarse en su trabajo, su pizarra y su táctica. Entonces el fútbol luso descubrió a un técnico completamente obsesionado con los detalles, los cuales cuidaba e intentaba controlar a través de una inalienable capacidad de trabajo. “Estoy loco por la perfección”, decía la misma persona que había hablado de formar «un cuadrado con tres jugadores». Esta obsesión por la exigencia, tanto propia como ajena, le permitiría construir tres equipos ganadores (2010, 2014 y 2015) sin que las numerosas ventas que el club lisboeta suele realizar cada verano mermaran su capacidad competitiva. Si su primer Benfica dibujaba un claro 4-1-3-2 a partir de la figura del «Payaso» Aimar como enganche, con Ramires + Di María en los costados y Cardozo + Saviola en punta, sus siguientes proyectos se fueron acercando más a un ofensivo 4-4-2 en el que siempre se repetían los mismos patrones: la verticalidad de sus bandas (Ola John, Gaitán, Salvio, Markovic…), el recorrido de sus medios (Witsel, Matic, Enzo…) y su innegociable doble punta (Cardozo, Rodrigo, Lima, Jonas…).
Porque el Benfica, en realidad, siempre ha jugado a lo mismo con Jorge Jesus. Han cambiado los nombres, algunos roles se han matizado y el colectivo consecuentemente se ha adaptado, pero lo cierto es que si uno lo piensa cuesta encontrar un equipo de la élite europea que haya cambiado menos de estilo en los últimos años. Ni siquiera el Borussia Dortmund de Jürgen Klopp permaneció tan impasible ante las bajas. Un hecho que sólo fue posible gracias al acierto de los ojeadores del club y, evidentemente, a la buena mano de Jorge Jesus a la hora de moldear talentos incipientes. «Cabe preguntarse: en estos años, ¿cuáles fueron jugadores ‘de entrenador’? ¿Cuáles fueron los jugadores a los que modifiqué completamente su forma de jugar? Uno, Fabio Coentrao; dos, Matic; tres, Enzo Pérez; cuatro, David Luiz; y cinco, Javi García», razonaba recientemente. Su capacidad para entender las virtudes de los futbolistas, poteciándolas siempre bajo una idea coral, fue lo que le permitió cambiar de posición a Coentrao (antes extremo), Markovic (antes delantero) o Enzo (antes volante) y también lo que le ayudó a exprimir el potencial de jugadores como Witsel (de 9M a 40M), Matic (de 5M a 25M) o David Luiz (de 0’5M a 30M), quienes iban multiplicando su valor futuro mientras sobresalían en el presente.
Logró reponerse de la debacle del final de 2013Aunque esta característica convierte sus seis años en un todo, sí que es cierto que su Benfica experimentó una evolución de nivel. En 2009/2010 contaba con mejores futbolistas, su fútbol era más divertido y, seguramente, a nivel estético logró tocar techo, pero el vuelo más perfecto de «las águilas» se produciría durante su penúltima temporada entre enero y mayo de 2014. En aquellos meses todo pareció encajar con la precisión y perfección que Jorge Jesus había planeado. La magnífica labor de Oblak bajo palos, la excepcional pareja que formaban Luisao & Garay, el brutal dinamismo de Enzo y el imponente vértigo que mostraban por fuera con Gaitán & Markovic convirtieron al Benfica en uno de los equipos del continente que mejor interpretaban y ejecutaban la idea de su técnico. El trébol de títulos no fue posible por culpa de dos historias que se cruzaron en Turín, la negativa de Guttmann con Europa y la positiva del Sevilla con la UEFA, pero su año fue excelso y, sobre todo, muy meritorio si recordamos que venían de vivir el cruel mayo de 2013.
Ganó 10 títulos en Lisboa, pero el título europeo se le resistió por dos veces consecutiva.
Porque en aquel mes pudo cambiar todo. El gol de Ivanovic en el minuto 93 de la final de la Europa League, el accidente de Kelvin en el partido decisivo de la Liga y la consiguiente derrota en la Taça de Portugal contra el Vitória Guimarães postraron de rodillas a un Jorge Jesus que parecía estar viviendo el comienzo de uno de los «Relatos Salvajes» de Damián Szifron. Sin embargo, pese a las críticas de la prensa y las fuertes emociones que sin duda todos experimentaban, club y técnico decidieron mantener una calma que prolongaría su relación dos años más. En este tiempo el Benfica vendió igual de bien, jugó aún mejor y ganó todavía más, convirtiendo a Jorge Jesus en una de las figuras más importantes de su larga tradición, pero al final de esta campaña el de Amadora anunció su marcha. Como con Bela Guttmann, el salario había tenido mucho que ver, pero en este caso no lo era todo. Ni mucho menos.
«Por cada puerta que se cierra, otra se abre», dijo Jorge Jesus en su despedida. Su frase en este caso no pretendía ser ninguna maldición. De hecho, incluso podría interpretarse como una bendición. El problema para la afición benfiquista es que la puerta que ahora se le ha abierto a Jorge Jesus es la del José Alvalade. Porque a fin de cuentas, ya saben, «se puede cambiar de todo… salvo de pasión».
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@pouco_barulho 8 junio, 2015
Lo comentaba en Twitter el otro dia.
Ganas de ver como van evolucionar algunos de los jugadores de este Sporting bajo el mando de JJ.
Especialmente a William.