“Estaba entrenando el juvenil del Santa Ana, un club de barrio al que logramos subir hasta la División de Honor. Me iban las cosas muy bien, pero mi impresión es que no tenía mucha repercusión. Los puestos a los que intentaba entrar yo en categorías más altas enseguida eran ocupados por ex-jugadores, así que decidí que tenía que irme fuera. Estaba trabajando, pero me hice un planning, busqué países de habla inglesa y, además, que estuviesen poco explotados. Saqué un listado de representantes FIFA por país, buscando poder contactar con algún agente que tuviera mano en alguno de estos países, y así, después de mandar muchos curriculums, salió la opción en Jamaica”.
El Montego Bay United FC
Carlos Aitor García es una de esas personas que desde el primer minuto, desde la primera respuesta, hacen bueno el planteamiento de que «no puede haber valentía sin consciencia». Quien le escucha puede caer en el engaño de elogiar su atrevimiento, su visión intrépida de la vida, obviando el proceso racional que hay detrás de cada decisión para darle así un carácter más emocional y quitarle frialdad, pero su historia en Jamaica es tan trasparente como las playas que bañan la costa de Montego Bay.
Situémonos. Carlos llega a Jamaica en julio de 2014 con un reto tan ilusionante como exigente: entrenar al entonces vigente campeón de la Red Stripe Premier League siendo el técnico más joven y también el único extranjero de una competición desconocida. Pero por si esto fuera poco, el técnico madrileño se encuentra además un club donde el presidente ya no es quien le había contratado, un equipo que sólo presenta a tres jugadores al primer entrenamiento y una porción de césped que no estaba segada ni delimitada por líneas. Tampoco tenía la casa ni el coche que debían haberle preparado, pero llegado el caso esto parecía lo de menos. «El panorama era desolador, pero no había marcha atrás», comenta sin mostrar duda alguna. Carlos tenía que cambiar de objetivos. Poco importaba ya el PowerPoint y las cientos de anotaciones que había elaborado con la poca información y los escasos vídeos a los que podía haber tenido acceso desde la distancia, pues su primer propósito era tener equipo al que dirigir.
Los jugadores del Montego Bay United no estaban cobrando lo acordado con el club.
Antes de ordenar, tuvo que realizar un trabajo de empatía y seducciónUna vez solucionados, muy entre comillas, los problemas económicos que habían propiciado aquel duro primer día, ya podría enfrentarse por fin al gran desafío que le deparaba el Montego Bay United FC, que no era otro que reducir la brutal diferencia entre la identidad de un equipo jamaicano y la visión de un entrenador español. “Cuando llegué les dije que, pese a ganar, aún había margen de mejora. Para ellos fue un shock y yo lo entendía, porque a fin de cuentas venían de salir campeones, pero para mí no eran el mejor equipo del país y había que crecer. Por eso, de lo que más orgulloso estoy es del trabajo de convencimiento que tuve que realizar”, argumenta antes de explicar el contexto y desarrollar su idea. En Jamaica los jugadores están acostumbrados a un perfil de entrenador veterano que representa la cultura del látigo, por decirlo de alguna manera, y que basa su mensaje en «correr, chocarse y poner cojones». Un estilo simple, concreto, que casa bien con la idea de fútbol que existe en el país caribeño, pero que no puede ser más antagónico a las creencias que definen a Carlos. Como él mismo nos cuenta, el madrileño estaba obligado a realizar un ejercicio de empatía para entender lo que ellos deseaban y cómo podían quererlo, de manera que comprendiendo su proceso pudiera regatear las resistencias que ofrecía la figura de un técnico europeo, blanco y más joven que alguno de ellos.
A partir de este conocimiento, de este acercamiento, Carlos Aitor García fue transformando en positivo lo que antes le distanciaba de la mayoría de sus jugadores. Las miradas de estupefacción al dar determinadas órdenes o realizar ciertos ejercicios se convirtieron en dudas y preguntas, las cuales él resolvió de una manera muy ingeniosa. «A mitad de la pretemporada, cuando ya había provocado esa curiosidad en ellos, les fui enseñando vídeos. Trataba de usar referentes suyos, futbolistas que conocían o admiraban como Steven Gerrard o Sergio Busquets, para intentarles explicar que lo que yo les pedía es lo que sus ídolos hacían sobre el campo», nos cuenta con detalle. La inestabilidad del club y las prisas del fútbol, que son las mismas en todos lados, le impidieron acabar el trabajo de empatía, seducción y enseñanza que había comenzado a realizar tras superar todos los problemas iniciales. Pero lo cierto es que, cuando el español fue destituido a falta de dos jornadas, su Montego Bay United ocupaba la misma tercera posición que le había servido para ganar el título el año anterior, sólo que además en este curso presentaba su mejor puntuación de la historia del club a estas alturas, ya había marcado más goles que en cualquiera de los años anteriores y era el equipo menos goleado de la liga.
El fútbol en Jamaica
El gap cultural-futbolístico que había tenido que acortar Carlos explica, en definitiva, la concepción del fútbol que se tiene en Jamaica. Cierto es que Bob Marley, la figura que mejor representa todo lo relacionado con el país, sentía una fascinación absoluta por el fútbol brasileño que contagió a todos sus compatriotas, pero ésta poco tenía que ver con la que irían experimentando y desarrollando las posteriores generaciones. Mientras el genial músico sentía fascinación por la Brasil del 70 y explicaba su visión de una manera muy artística (“El fútbol es una habilidad en sí misma. Todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo, porque debes tener la suficiente destreza para jugarlo. ¡Libertad! ¡El fútbol es libertad!”), en Jamaica se entiende el espíritu brasileño desde una óptica muy diferente. Mucho más cruda. “Lo que se cree del fútbol brasileño es que, al final, son unas individualidades contra otras: unos jugadores que saben regatear y otros, más físicos, que les intentan detener”, nos explica Carlos, quien también compara el juego de la liga jamaicana con el que se veía en Inglaterra hace varias décadas por su «gran verticalidad», sus «excesivas disputas físicas» y «el mal estado de los campos».
Esa premisa de que «al bueno hay que darle patadas» llevaba a que los roles de los futbolistas estuvieran excesivamente delimitados. De ahí que cuando Carlos llegó y pasó a pedir pausa a un jugador acostumbrado a pegarla arriba sin pensar, la primera reacción fuera de incredulidad y rechazo. “Aquí los primeros días la gente se llevaba las manos a la cabeza cuando había un pase atrás al portero o el mediocentro se metía entre centrales para sacar el balón jugado”, nos relata. Las malas condiciones del césped y la excesiva permisividad con los contactos, los cuales impresionaban al español de la misma manera que lo hacía un pase atrás a un jamaicano, no le ayudaban en su tarea de tratar de hacer suyo el equipo, pero poco a poco lo fue consiguiendo. “Lo que intenté fue mostrarles cómo podían tener el control de los partidos. Que no tenían porque estar tan abiertos. Que no tenían porque jugar un encuentro en el que ellos tuvieran 15 ataques por 13 del rival, por qué podíamos plantear uno en el que tuviéramos 10 y ellos 3”, razona. Eso fue exactamente lo que terminó sucediendo pocos meses después de su llegada. En parte gracias a esa consciencia de la realidad y esa comprensión de las situaciones que tan bien definen a Carlos Aitor García. Porque no había que inventar películas ni dar discursos heroicos, sino simplemente apelar al lado egoista de los futbolistas: “Al final tienes que tratar de convencerles haciéndoles ver el beneficio individual que van a obtener. Ellos son jugadores y lo que quieren ver es qué van a sacar. Yo les decía que si su sueño pasaba por jugar en Europa, como algunos de sus compatriotas ya hacen, deben entender cómo se juega allí. Y eso, claro, sí les interesaba”.
La selección de Winfried Schäfer
La teoría de la «Navaja de Ockham» viene a proclamar que la «explicación más sencilla suele ser la correcta», así que en un principio parecía lógico pensar que Winfried Schäfer, técnico alemán que lleva desde 2013 como seleccionador jamaicano, fue quien se acercó al único técnico europeo en el país para completar y potenciar su staff técnico. Tenía sentido. Pero no. «No, no, no fue así. Mi posición fue muy proactiva», responde rápidamente Carlos. «Una de las primeras cosas que hice al llegar a Jamaica fue entender un poco las líneas de trabajo que estaba llevando el seleccionador. A partir de ahí, desde los primeros días, todas las declaraciones que hago están enfocadas un poco a eso. Éramos el campeón de liga y no teníamos ningún jugador en la selección, así que había que mejorar y la mejor manera era comprender lo que buscaba Schäfer», continua tocando punto por punto. «Así, aprovechando que la Copa del Caribe se disputaba en Montego Bay, concertamos una reunión. Me senté con él y le pregunté qué jugadores de mi equipo consideraba con potencial de selección, amen de que carencias les veía para poder trabajarlas en el entrenamiento y que todos saliésemos beneficiados», finaliza.
La Copa Caribe 2014 fue su gran oportunidadDurante esa reunión, Carlos le había preguntado al alemán si tenía analista de rivales, pero Schäfer contestó que aunque no tenía no le hacía falta. No había puerta por la que entrar… hasta que un empate de Jamaica ante Martinica en su debut en la Copa Caribe 2014 hizo sonar las alarmas. El español, aún emocionado, lo recuerda así: «Después de empatar me llamó para preguntarme si tenía visto a Antigua y Barbuda, el segundo rival del grupo. En realidad no tenía ningún informe realizado, pero para mí mismo pensé que ‘me ponía a hacerlo como un bestia, pasaba la noche sin dormir y al día siguiente podía tener preparado el estudio’. Se lo enseñé y le gustó tanto que, de hecho, me dijo que se lo presentara yo al vestuario». De repente, pero no por azar, cinco meses después de haber llegado a Jamaica el madrileño se encontraba dándole charlas y consejos tácticos con plena libertad a jugadores que militan en la MLS o en la Premier League. Un trabajo que se vio coronado y premiado con la victoria por 3-0 de Jamaica ante Antigua y Barbuda, el 2-0 posterior ante el combinado de Haití y el definitivo triunfo en la final contra Trinidad y Tobago, la gran selección caribeña, a la cual venció en los penaltis para lograr levantar su sexta Copa de la historia.
En la actual Copa América, Carlos es una figura relevante dentro del staff técnico de Jamaica.
Desde aquel informe hecho con nocturinidad y alevosía, la ascendencia de Carlos Aitor García en el combinado jamaicano no ha hecho si no crecer pese al amargo final en su club. Actualmente, en la presente Copa América, además de estudiar a los rivales y planificar los entrenamientos, el español se sienta junto a Winfried Schäfer y Miguel Coley para tomar juntos todas las decisiones de la selección. Una unión que, por lo visto ante Uruguay el sábado, ha deparado en la formación de un conjunto sólido, que sabe estar junto y que es conocedor de sus limitaciones. “Quizás uno de los mayores defectos de Jamaica era su trabajo táctico, pero es en lo que más está incidiendo el seleccionador y, personalmente, creo que es lo que más estamos logrando compensar. Es el salto de calidad que ha dado la selección”, nos explica el propio Carlos, quien también se encarga de llevar todos los temas de comunicación. Un trabajo exigente, agotador, pero que él define como «una experiencia espectacular y fascinante».
La larga charla que mantenemos con él comienza a abandonar los tiempos pretéritos para conjugarse en presente, en el cual Carlos se detiene para destacar con especial atención dos jugadores de la selección: Garath McCleary (extremo derecho) «por su gran toma de decisiones» y a Jobi McAnuff (mediapunta) «por su enorme talento individual pese a estar en la tercera inglesa y tener 33 años”. Pero llegado a este punto sólo hay una pregunta posible, y ésta se realiza en futuro: ¿Y cuando acabe la Copa América, qué? “Está muy complicado. Entre que soy joven, que no me muevo con agentes y que no he sido profesional, no es nada fácil. Tenemos la Copa América y después la Copa Oro, que seguramente vaya con Jamaica también. Sé que ha habido equipos jamaicanos que han preguntado por mí… pero todavía no sé si tengo más que ganar o que perder volviendo a un club. No hay mucho sobre el horizonte”, responde. Cuesta transmitir su tono en una frase escrita, pero en sus palabras no hay pena ni decepción. Carlos Aitor ‘Galvati’ no es uno de esos tipos que se paran a lamentarse con lo que no son, sino que atacan lo que buscan ser. El fútbol no espera ni extraña a nadie, pero como Bob Marley decía «¡el fútbol es libertad!». Y libertad es lo único que necesitan los valientes para triunfar.
vi23 16 junio, 2015
Sensacional. De lo mejor que he leído en ecos, y eso es decir mucho