El día que se oxidó La Plata | Ecos del Balón

El día que se oxidó La Plata


«Cada época ha conocido lamentaciones por la corrupción del gusto, la entronización de la mediocridad y la postergación del auténtico mérito». Fernando Savater en ‘Lo que Salgari comparte con Shakespeare’.

Un dato no excesivamente divulgado, aunque para nada un secreto, es que René Goscinny -guionista y creador de «Astérix el Galo»– había habitado durante su juventud en Buenos Aires durante el periodo comprendido entre 1928 y 1945. Ese mismo año en el que él llega a la Argentina, se empezaron a publicar en el país las aventuras de Patoruzú, un sensacional trabajo de Dante Quinterno que por fuerza había debido de leer el joven autor francés. La prensa argentina ha aludido en numerosas ocasiones a las semejanzas entre el archifamoso galo y el indio tehuelche Patoruzú, puesto que ambos tenían un compañero obeso e ingenuo y una fuerza sobrehumana vinculada al consumo de un caldo. El diario «La Nación» hablaba en su momento directamente de plagio y, si bien las influencias son palpables, articulistas menos sensacionalistas, como el bloguero Miguel Dao, han ofrecido una versión más plausible. El verdadero homenaje a Patoruzú lo realiza Goscinny en la historieta «Oum-pah-pah», obra menor en su producción que contaba las andanzas de un piel roja. Asterix en cambio es tan hijo de la influencia del último cacique de los Tehuelches Gigantes como de «Alix l’intrépide», una semiolvidada historieta de Jacques Martin sobre la resistencia al imperio romano de un joven esclavo galo.

A lo largo de una fantástica entrada titulada «Quinterno y Goscinny / Patoruzú y Um-Pa-Pça», Dao carga contra la eterna cantinela de la influencia del indio sobre el galo, no ya por lo que en ello puede haber de ofensivo para la memoria de Goscinny, sino porque lo es para la de Quinterno, quien parece que solo puede ser reivindicado a través del éxito de Asterix y no por la propia valía de su obra. Para Miguel Dao hay algo profundamente argentino en este modo de mirar: «Según mi entender, responde a otra tara argentina: creernos el centro del universo, pero validarnos sólo a través de la mirada del extranjero». Durante la exposición “Asterix en Buenos Aires!” (2015) Hugo Maradei, director del Museo del Humor de Buenos Aires, pareció ratificar al menos en parte el aserto cuando aseguró que «a nosotros, los argentinos, nos gusta decir que Patoruzú tuvo una influencia en Asterix».

El fenómeno de la búsqueda argentina de una validación de lo propio a través de un referente europeo también había sido ampliamente recogido por varios de los más eminentes pensadores del fútbol del Río de la Plata. Dante Panzeri, por ejemplo, solía ser especialmente ácido con este argumento, puesto que lo consideraba el pecado original que trajo todos los males. A él le causaba aprensión lo que denominaba el «fútbol mecanizado», que para la corriente panzerista es la expresión que deja en el campo el «fútbol industrial» o industrializado. Según su teoría, enunciada por ejemplo en «Dinámica de lo impensado», los que introdujeron las «normas de aparente ordenamiento técnico» europeo fueron aquellos futbolistas rioplatenses que habían participado en el campeonato italiano -durante la primera mitad del siglo XX-, y que ante la amenaza de la guerra mundial habían regresado a su tierra natal. El mítico periodista sostenía que estos jugadores, junto a varios técnicos europeos importados para la ocasión [1], procuraron introducir el modelo europeo como una forma de «seguir trabajando en el fútbol». Según Dante Panzeri la época feliz del fútbol argentino no había necesitado técnicos «en la medida de lo que hoy se supone necesario», pero la dinámica de la «escuela europea» fue asimilada y, desde entonces, el viejo continente empezó a ser el referente ideológico del fútbol sudamericano en cuanto a «estrategias de juego, tácticas y sistemas de preparación de jugadores».

«Entre las dos (selecciones) nacionales rioplatenses, las hormigas son los uruguayos, y las cigarras los argentinos». Gianni Brera en ‘Storia critica del calcio italiano’ (1975).

Brera siempre comentó que los argentinos se consideraban mejoresEl afamado periodista italiano Gianni Brera, que fue considerado en su tiempo como uno de los mejores exponentes de la interpretación crítica de un partido de fútbol, no tenía una buena opinión del balompié argentino. Hay que matizar que sí que la tenía de sus futbolistas, puesto que a algunos les llegó a dedicar preciosas piezas individuales, pero acostumbraba a deplorar su organización como conjunto. En su solvente «Storia critica del calcio italiano» se recoge la base fundamental de aquella desafección, la consideración de que, pese a jugar un fútbol fantasioso y elegante, la superioridad técnica argentina se veía perennemente lastrada por la «presunción táctica». Sus lecturas de las tres mayores derrotas albicelestes, aquellas dos finales de 1928 y 1930 -perdidas consecutivamente contra Uruguay-, y la catártica primera fase durante el Mundial de 1958 (aka «El desastre de Suecia»), fueron resumidas en el corpus breriano en un solo concepto: los argentinos eran presuntuosos y se consideraban a sí mismos superiores a todos, por lo tanto nunca se dignaron a estudiar «un módulo táctico adaptado a sus medios reales».

A Gianni Brera lo que realmente le emocionaba era la gran Uruguay, la epopeya de un pequeño país, por añadidura pobre y latino, esto es «una Italia en miniatura» -según la descripción del especialista breriano Massimo Raffaeli-, que vence a todos sus rivales gracias a un módulo de juego que resaltaba sus cualidades (astucia, prudencia) y minimizaba sus fragilidades (atleticismo). Un cuento muy en la línea de «Astérix el Galo» y que él, creyéndolo el modelo más compatible con el carácter nacional, se ocupó de teorizar y divulgar bajo el nombre de «difensivismo», dando lugar a un tipo de obra casi más filosófica que periodística.

La modernidad futbolística o la falta de ella la determinaba para Gianni Brera la aplicación o no de determinados sistemas de juego (módulo táctico) según las características técnica y étnicas de sus futbolistas. Algo así como «el fútbol de los pueblos». Por ejemplo, cuando conoció a Helenio Herrera le sugirió el uso del catenaccio, entonces ya practicado por las principales «squadre» italianas, y le expuso su teoría sobre la «deficiente calidad racial» de la estirpe itálica, algo que Helenio Herrera descartó diciendo que todo era «cuestión de entrenamiento». Aquella aseveración del técnico fue el inicio de la guerra, y la primera vez que Gianni Brera se encontró con el presidente interista Moratti le espetó que el técnico estaba «diez años rezagado respecto a los italianos» sin tener en cuenta que la «vetusta» propuesta futbolística del entrenador era la misma que había goleado un año antes a las dos principales escuadras milanesas.

Su discurso podía llegar a estar bastante polarizado en todo lo referido al núcleo duro de su tesis «étnicocultural», pese a haber sido generalmente un profesional riguroso, objetivo y algunas veces hasta autocrítico. A esto se le añade que Italia solía ser terreno abonado para debates dicotómicos, por ejemplo, metodistas contra sistemistas, defensivistas versus ofensivistas o riveristas contra mazzolistas, una especie de marketing del conflicto, que obligaba a verdaderas filigranas para defender la posición. Así que no puede extrañar que cuando Gianni Brera comparó el fútbol de Argentina con el de Uruguay, los considerase a ambos filosóficamente antagónicos, recurriendo para ilustrarlo a la fábula de la cigarra y la hormiga. Los uruguayos fueron presentados como las hacendosas y recolectoras hormigas, es decir, los estudiosos de un modulo; mientras que a los argentinos les tocó la parte de las despreocupadas y despilfarradoras cigarras. O sea, los que no habían estudiado un módulo adecuado.

La autopsia histórica es otra cosa. No puedo hacer una autopsia convencional porque no tengo el cuerpo, pero tengo fotografías que le sacaron al cadáver. Testimonios de unos y otros que dicen cómo lo mataron». Dr. Hugo Rodríguez en ‘La Brecha’ (2012).

El fútbol sudamericano tenía su cultura propiaLo que Gianni Brera sí le reconocía al fútbol sudamericano -y por extensión al argentino-, es que desde muy temprano había tenido su propia identidad. A su escuela la consideraba una de las tres grandes culturas futbolísticas, desarrollada de modo peculiar, pese a una base humana morfológicamente muy similar a la italiana, debido a las particulares condiciones climáticas de los tres países más representativos del modelo: Brasil, Uruguay y Argentina. La característica más definitoria de este juego era el malabarismo, lo que Brera llamaba «bailar fútbol», y que atribuía a que en aquellos países llovía poco y por lo tanto sus campos de juego rara vez se enfangaban, mientras que en Italia las heladas quemaban la hierba del césped y las lluvias enfangaban el terreno, propiciando un juego menos técnico. Añadía a su descripción un aspecto más, el sociológico. El espectador sudamericano exigía a sus futbolistas jugar con «virtuosismo». Algo que el periodista transalpino describió usando términos prestados del arte de la tauromaquia como el «ruedo», el «pase» o la «corrida». Un tipo de definición que parece sugerir que Gianni Brera consideraba a la interpretación sudamericana del fútbol como una adaptación del espíritu del toreo.

El episodio que marca el final de este estilo clásico de juego argentino es, según la opinión general, la abultada derrota (6-1) del conjunto nacional argentino contra el combinado checoslovaco durante el Mundial de 1958. Un gran especialista como Brian Glanville lo llamó «funesto punto de inflexión» y «herida profunda», además de señalar que supuso que el fútbol argentino renunciase a «sus viejas tradiciones de espectáculo y arte» para pasar a hacerse «mucho más destructivo». La importancia del suceso como eje de la transformación es indiscutible. Lo que si ofrece mayor discrepancia son las diversas interpretaciones que a lo largo de los años ha concitado el tema. Tanto las que aluden a las causas de aquella derrota como las que se ocupan de los factores sociopolíticos que pueden haber influido en la elaboración y difusión de una cierta mitología de la derrota.

La revista «Educación Física y Deportes», en su edición de febrero de 2004, afrontó el tema desde la perspectiva de las ciencias sociales. El artículo corría a cargo de Roberto Di Giano, quien ha escrito varios libros sobre la crisis de identidad de la sociedad argentina, por medio del estudio del modelo de relación entre los medios de comunicación, el deporte y el poder político. Desde el principio de la nota el autor deja clara su hipótesis de trabajo. El análisis del abandono del estilo de juego característico del Río de la Plata no puede separarse del clima cultural de la época en que ocurrió. Tres años antes del episodio sueco el general Perón había sido depuesto por medio de un levantamiento militar. Según Roberto Di Giano los «sectores liberales», en connivencia con los medios de comunicación, aprovecharon ese momento para organizar «una campaña de desvalorización cultural de lo propio», a la que contraponían un movimiento «modernizador» y «extranjerizante». Básicamente, antiperonista.

La derrota en Suecia se agigantó por políticaAsí que según este enfoque, la tradición futbolística habría sido víctima de una campaña de desacreditación a gran escala que habría incluido a todo tipo de expresiones culturales autóctonas, artistas populares y a aquellas manufacturas nacionales que estaban ligadas a políticas gubernamentales peronistas. Una prueba palpable para Di Giano de que todo el proceso había estado organizado, lo encuentra en la distinta gestión que hizo la prensa del fracaso en el siguiente Mundial. Aunque a Chile ’62 se acudió con un director técnico europeizado (Lorenzo), más una organización científica que incluía un ejercito de médicos, se volvió a caer en la primera fase del torneo. Un dato que hace pensar a Roberto Di Giano que el resultado del Mundial de 1958 había sido sobredimensionado por intereses sociopolíticos.

Si bien estas conclusiones quizás están minusvalorando el efecto que pudo tener una debacle tan llamativa como un 6 a 1, lo que es indiscutible es que el mito del desastre de Suecia fue organizado alrededor de una serie de suposiciones que pretendían ubicar las causas de aquellas derrotas ante Alemania Federal y Checoslovaquia. Un resumen de los argumentos más habituales sobre el tema lo podemos encontrar en el libro el «ABC de los Mundiales» (2002) del diario «Olé», donde se escribía a cuenta de la dirección técnica de Stábile durante el Mundial que este torneo había sido: «El final de las posiciones fijas, de la subestimación del rival y de creer que, si se tenía la pelota, no hacía falta correr». Esta acotación parece responsabilizar a la preparación del equipo nacional en tres tipos de ámbito: el táctico, el estratégico y el atlético. Aunque algunos críticos de la época, como Borocotó, así como futbolistas del equipo, lo hicieron extensivo al grueso del fútbol argentino.

«El partido terminó en el primer tiempo. Y no por el score 3 a 0 sino por la diferencia de planteamiento, individual y colectivo». Borocotó. No es cuestión de hombres. Revista ‘El Gráfico’ (1958)

La cuestión sobre si estas derrotas se debieron a un problema de competencia táctica, estructural en el fútbol argentino, que es lo que parece que plantea la teoría dominante descrita por «Olé» y otros, es algo que presenta pocos visos de credibilidad. Apenas un año antes de que se disputase el campeonato mundial de 1958, la selección nacional Argentina había vencido brillantemente el Sudamericano de Lima contra la que iba a ser la campeona del mundo. Basta con cotejar los conceptos manejados en el comentario de «Olé», que habían reseñado la actuación del combinado argentino en el exitoso Sudamericano de 1957, para darnos cuenta de que aquella referencia a un fútbol de «posiciones fijas» no cuadra.

Así tenemos que Humberto Bisi («Anuario futbolístico» 1957), había descrito la actuación de los llamados «Carasucia», como la mejor que jamás había realizado un seleccionado argentino en la historia del país. «Equipo perfecto, sincronización admirable», se podía leer. Además aquel Anuario era un documento que lejos de prestarse a la inmediatez, pretendía recopilar el fútbol realizado desde 1867 hasta 1957. Lo que Humberto Bisi si que reconocía era que habían existido en el país numerosas individualidades superiores a las de aquel conjunto. De hecho, ninguno de sus integrantes le parecía digno aspirante a ocupar el primer puesto en un ranking histórico por posiciones. No obstante, también consideraba que jamás en la historia de los torneos se había ganado «con tanta holgura». A la hora de describir el juego planteado el autor habla de «entendimiento, movilidad instintiva, temperamento e impecables virtudes técnicas», así como de «flexibilidad», lo que casa mal con el argumento de Olé sobre «posiciones fijas». Es decir, paradójicamente lo que estaba destacando en la albiceleste era su juego como equipo.

En su momento, lo que destacó en la Argentina del 1957 es la ausencia de posiciones fijasOtro escritor argentino, Alejandro Marti («Las grandes hazañas del deporte», 1971), consideró que aquella performance de 1957 fue «la última representación de un estilo de juego brillante, intuitivo, hábil, goleador, que fue característico de los argentinos antes que el mito de la planificación, el estudio, los esquemas y el trabajo lo invadieran todo». Sin embargo, a pesar de que aquel equipo acabó venciendo el campeonato «sin dudas, sin reparos», según definió Humberto Bissi, y con «todo el continente y los propios vencidos reconociendo la indiscutibilidad de la derrota», aquel seleccionado había despertado muchas suspicacias en Argentina. Incluso después de haberle endosado un 12 a 1 a la primera de Atalanta en un partido de preparación, seguía generando dudas [2]. Néstor Pipo Rossi lo describió diciendo que aquel era un equipo que había aparecido «casi de casualidad», pero que acabó siendo una apisonadora. A su vez cuando Alejandro Marti quiso dar a conocer a las nuevas generaciones «la mecánica del team», dibujó un equipo fundamentado «en la habilidad de la mayoría de sus integrantes y en la ausencia de puestos o misiones fijas». Es decir, otro autor contemporáneo de aquel periodo desacredita la leyenda de que el fútbol argentino hubiese adolecido de ser estático (posiciones fijas). Justamente su idiosincrasia había sido la contraria.

Y Brasil, precisamente, no había sido derrotada con un mal conjuntoAñadía quilates al asunto que los brasileños, pese a perder por 3 a 0, habían acudido a ese torneo con una selección muy relevante. La componían jugadores de primerísimo orden como el portero Gilmar, los laterales Djalma y Nilton Santos, el interior Didí, el ya veterano Zizinho, o los extremos Joel, Garrincha y Pepe. El propio Pipo Rossi dijo posteriormente que «al fin de cuentas tenían casi el mismo equipo que después ganó el Mundial, no eran ningunos mancos». Quizás por eso una buena forma de medir la dimensión de aquella hazaña de Lima la podríamos encontrar en los propios titulares que la prensa brasilera le dedicó al suceso. Así descubriríamos que la revista brasileña «Manchete Esportiva», en su número 73 (1957), catalogaba el varapalo sufrido contra Argentina como «o maior derrota do futebol brasileiro» y que su articulista estrella, Nelson Rodrigues, lo bautizó como «A tragédia de Lima». Otra gaceta del país, la revista «Mundo ilustrado» (17-07-1957), les ofreció a sus lectores, tres meses después del torneo, una entrevista a cuatro páginas con el seleccionador argentino Guillermo Stabile, en donde se le interrogaba por el estado del fútbol nacional. Stábile apuntó a que no creía que existiese una «superioridad» del fútbol argentino, sino que los sistemas impuestos por los técnicos «europeizantes» estaban estrangulando el juego brasileño.

Durante el campeonato de Lima, la selección brasileña, dirigida por Osvaldo Brandão, ya había utilizado la formación 4-2-4 con la que iba a conquistar el Mundial. Lo contó Carlos Peucelle, que fue testigo directo, en un artículo titulado «Táctica y estrategia», un trabajo en el que recogía y ejemplificaba todas las posibles maneras de jugar. A la hora de clarificar porqué dicho ordenamiento no había sido tan efectivo como luego resultaría en territorio sueco, Peucelle habló de un mal empleo del sistema. Aquel 4-2-4 se había ejecutado de manera estática, con rigidez, que es más que posiblemente a lo que se había referido Stábile cuando habló en «Mundo ilustrado» de excesiva disciplina táctica y corsé mental.

Llama la atención que exista una discrepancia notable entre este artículo y la versión que aportó Gianni Brera sobre el mismo torneo, en su «Storia critica del calcio italiano». Según el autor italiano aquella selección brasileña habría afrontado el campeonato de 1957 utilizando aún el módulo en WM, lo que él supuso que fue la principal causa de la derrota. Aquí sospechamos que la defensa ultranza de sus tesis le jugó una mala pasada a Brera, quien seguramente martilleó la información hasta darle una forma homogénea con su propia teoría. El corolario breriano para este episodio es que el Brasil consiguió alcanzar la victoria final gracias al liderazgo del futuro técnico, el oriundi salertiano don Vicente Feola, que habría conseguido implementar un módulo táctico más moderno y apropiado (italianizado), amén de librarse de elementos ya excesivamente gastados como Zizinho. La realidad es que el sistema en 4-2-4 llevaba años siendo popular en Brasil debido al éxito que le había reportado a sus supuesto creador, el técnico Martim Francisco. Sobre la supuesta «organización» atribuida a Feola, huelga decir que el Napoleón que creyó ver Gianni Brera fue descrito por periodistas argentinos y brasileños como un «gordito bonachón».

La desorganización incluía lo futbolístico. Nosotros no sabíamos nada de nada sobre nuestros rivales. Amadeo Carrizo. El Libro de Oro del Mundial. ‘Clarín’ (1998)

El diario «Olé» propuso un canon de causas para entender el fracaso del ’58. El desglose de su propuesta lo podemos resumir en: 1º) Los ocho años de aislamiento del fútbol mundial; 2º) La emigración de los jóvenes talentos como Sívori, Maschio y Angelillo; 3º) El seleccionador Guillermo Stábile, que solo jugaba torneos sudamericanos y que según «Olé» hizo lo de siempre: convocó a veteranos pasados de años y a algunos jóvenes. 4º) La improvisación organizativa y la preparación física inadecuada para aquella competencia. Los primeros que extendieron estas teorías fueron varios de los miembros del plantel del equipo nacional. Uno de los más activos en el turno de réplica fue el portero del equipo, Amadeo Carrizo, que directamente responsabilizó a los técnicos y a los dirigentes, pero que exculpó a los jugadores, puesto que según él simplemente les había tocado «hacer de conejitos de Indias». Algo similar ha contado Sanfilippo, que acusó al seleccionador de dejarse hacer el equipo por la prensa y también por el Pipo Rossi, aunque matiza que tampoco existía un buen ambiente por las habituales disputas entre la plantilla y el técnico. La anécdota estrella de Sanfilippo, cuando se trata de ilustrar el caos de expedición que había organizado la AFA, es que el dinero para los pasajes de regreso había salido del bolsillo de un amigo suyo, puesto que los directivos se había gastado toda la plata en el escaso tiempo que permanecieron en Europa.

Stábile no era ajeno a la evolución que estaba viviendo el fútbolSegún los diarios y estos jugadores, Stábile era parcialmente responsable de la falta de estrategia, puesto que «no le conocíamos ni el color de la camiseta a los rivales. Ni hablar de cómo jugaban», según dijo Sanfilippo. El dato es curioso porque Stábile había sido el espía de la selección italiana campeona del mundo en 1938. Así que aquel hombre que, supuestamente, no se preocupaba por recabar información, había sido escogido por Vittorio Pozzo precisamente para esa función. Además, gracias a una cita contenida en el «ABC de los Mundiales», a cuenta de una charla suya con Foni, deducimos que tenía competencias dentro del equipo nacional italiano. Y no solo eso, Stábile también había acudido como observador (espía) al Mundial de 1954 según recoge la revista «El Gráfico» en un especial dedicado al Mundial (Septiembre de 1977). A su regreso presentó un informe detallado sobre el fútbol observado, analizándolo comparativamente tanto respecto al de otros mundiales, como en relación con el fútbol argentino. Las conclusiones son similares a las que ofrecería tres años después en la revista brasileña «Mundo ilustrado». El juego estaba siendo excesivamente disciplinado con tácticas y sistemas, lo que él consideraba que no tenía sentido en Argentina por la abundancia de «elementos de extraordinarias condiciones». La opinión era bastante ricas en matices, porque también alude a defectos característicos del jugador platino (exhibicionismo), aunque se muestra predispuesto a no quitar al jugador la «libertad necesaria para mostrar personalidad y creación». Según Stábile «lo que se impone es insistir en que tales recursos sean empleados en la proporción justa (…) como un medio para llegar a un fin, que es el gol y nunca como fin exclusivamente».

El seleccionador por tanto estaba muy al tanto de lo que pasaba en el fútbol europeo. Además de aquel viaje de estudio de 1954, el equipo nacional había jugado, tras el Mundial de Brasil del ’50, varios encuentros tanto en América como en Europa con países del viejo continente de fuerte tradición como Inglaterra, Irlanda, España, Portugal o Italia. El intervalo de estos partidos va de 1951 a 1954 -aun bajo la presidencia de Perón- lo que empaña el tradicional argumento del aislacionismo peronista como causa del desconocimiento del nivel del fútbol europeo.

Stábile era consciente de lo difícil del retoLos verdaderos problemas para Stábile comenzaron a raíz del golpe militar de 1955. La AFA fue intervenida políticamente, los clubes depurados (Armando y Liberti) y, según el periodista Antonio Domínguez, se nombró una nefasta comisión técnica, con el presidente de River Enrique Pardo a la cabeza, que empezó a tomar decisiones sobre quien debía acudir a la selección. El último torneo en el que realmente el mítico director técnico pudo confeccionar el plantel a su gusto fue el exitoso Sudamericano de Lima. A partir de ahí llegaron las ventas multimillonarias de los mejores jugadores contra la opinión de Stábile que quería presentar aquel grupo en el Mundial. Un amigo suyo, Fioravanti, gran periodista radiofónico, defendió años después al seleccionador, que ya había fallecido, explicando que él había sido muy consciente de que el equipo de 1958 no estaba en condiciones de realizar un desempeño digno. A sus amigos les confesaba en privado su temor a fracasar, pero pese a que le fue aconsejado que abandonase la empresa, se negó. Quizás fuese por puro patriotismo y sentido de la responsabilidad, aunque Antonio Domínguez también ha apuntado a que en el contrato que el técnico tenía con la AFA se especificaba que el que rompiese la relación contractual debería indemnizar a la otra parte. Así que Stábile era además presa de un grillete económico.

Carlos Peucelle escribió una vez que la táctica es el arte que enseña a poner orden y la estrategia el arte de conducir. Lo que sucede es que el jugador de la década de las luces argentina, así como el futbolista «carasucia», saltaba a la cancha dotado de una serie de atributos, físicos y técnicos [3], que permitían que su «personalidad creadora» prevaleciese frente cualquier sistema. El equipo estaba capacitado no solo para jugar, sino para interpretar al adversario y adaptarse sobre la marcha.

Mientras se permitió a Stábile contar con su equipo de gala, el mismo país que luego iba a ser goleado en Suecia quedó con el arco invicto ante Italia, Brasil y ¡ante la propia Checoslovaquia!, que había perdido 1-0 en Buenos Aires el 19/08/1956. El desastre de Suecia se empezaría en realidad a fraguar cuando contraviniendo el deseo expreso del seleccionador, se dio permiso al traspaso con dirección a Europa de la tripleta central del equipo campeón en Lima, formada por Maschio, Angelillo y Sivori (los «Carasucias») [4]. A partir de este momento el equipo nacional pasó a estar intervenido por la comisión técnica, llegando a ser muy evidente el sesgo de sus decisiones. El equipo campeón fue desmontado de cabo a rabo, y si durante el Sudamericano de Lima la base de la convocatoria la habían formado jugadores de Racing, para las eliminatorias del Mundial pasaron a convocarse jugadores de River, que era el equipo del cual era dirigente el mismísimo líder de la «comisión técnica» don Enrique Pardo.

La conclusión que extrae el especialista Antonio Domínguez es que, visto el volumen de negocio que había significado el traspaso de los «Carasucias», se organizó una selección «escaparate» para tratar de revalorizar el producto que quedaba. Los jugadores que estaban en el extranjero no fueron citados ni para ese Mundial, ni para el siguiente, porque según Colombo, presidente de la AFA: «En la Argentina tenemos mejores jugadores que los que hay en Italia» (sic). Suecia en cambio consiguió alcanzar la final del Mundial tras recuperar para la ocasión a los jugadores que militaban en el campeonato transalpino.

Nadie nos sugirió la manera en que teníamos que salir a jugar, nadie nos advirtió que los europeos eran veloces. Amadeo Carrizo. Selecciones de Fútbol de Argentina. Revista ‘Siete Días Ilustrados’ (1974).

La victoriosa selección del Sudamericano de 1957 no llevaba preparador físico. Al llegar a Lima los jugadores se limitaron a repetir los ejercicios que acostumbraban a realizar en sus respectivos clubes, según una anécdota recogida en «Las grandes hazañas del deporte» (1971). Alejandro Marti lo resumió diciendo que hicieron «apenas (algo de) gimnasia, trotes y furibundos picados». Curiosamente el combinado que acude al Mundial de 1958 si llevaba consigo un prestigioso preparador físico, Jorge Borau, que venía precedido de gran fama por haber sido campeón mundial de basquetbol (1950) con la selección argentina, ejerciendo funciones de coordinador de la preparación física. Además el cuerpo técnico se había reforzado también con la presencia del kinesiólogo (fisioterapeuta) Ildefonso Martínez.

A priori esto puede resultar disparatado, puesto que teóricamente la preparación de aquel infausto torneo Mundial, aparentaba ser más «científica». A pesar de esto varios autores han confirmado que la forma física del combinado durante el torneo no era la más adecuada. A Brian Glanville, de hecho, le llamó poderosamente la atención que los argentinos pareciesen tan «lentos y obsoletos» jugando contra los checoslovacos. Le resultaba llamativo porque precisamente el combinado checo solía recibir críticas por ser un equipo «con talento pero lento». Además, aunque el torneo lo ganó un equipo «inmensamente distinguido», no consideraba que el torneo hubiese sido «una competición brillante». Lo que significa que él no había entendido que aquel Mundial supusiese, en su conjunto, un salto de calidad respecto al fútbol que habíamos podido ver hasta esa fecha.

Cabe además puntualizar que independientemente del estado físico que tuviese el equipo nacional que se presentó en el Mundial de 1958, afirmar que en el fútbol argentino de estilo tradicional «no hacía falta correr» carece de cualquier viso de credibilidad y se puede aportar una ingente cantidad de pruebas que lo demuestran. Sirva como ejemplo una edición de la revista «Racing» del año 1944 en donde el técnico del Corinthians brasileño, João Chiavone, quien tenía amplia experiencia internacional, dijo que «el fútbol que se practica en la Argentina es el más veloz del mundo». A esto podemos agregar que ya en aquellos años se había consolidado una escuela de preparación física nacional, que habría de dejar durante las décadas de los 50′ y los 60′ muchos grandes nombres. Sin animo de exhaustividad, citando solo algunos de los casos más relevantes, tenemos a los preparadores Pablo Amándola y Adolfo Mogilevsky, que fueron pioneros en la importación de las novedades que iban apareciendo en el fútbol italiano. Al recordado Jorge Everardo Kistenmacher, brazo armado de Osvaldo Zubeldia en Estudiantes de La Plata. O al doblemente campeón, como preparador físico y como director técnico, José D’Amico.

El defensor internacional Pedro Dellacha, que fue un protagonista destacado de la década de los ’50 y participó en aquel Mundial de Suecia, lo resumió en una entrevista diciendo: «Yo me acuerdo que tuve excelentes preparadores físicos que permanentemente nos hacían entrenar bien». Una vez leído esto quizás no nos quede más opción que plantearnos si Jean-François Revel tenía razón cuando dijo que la fuerza más importante de las que mueven el mundo es la mentira.

 

[1] Hirschl, Garay, Marinetti, Pascucci o Platko.
[2] No las generaba entre todo el mundo, claro. Renato Cesarini, por ejemplo, fue de los que predijo que «con este equipo, allá tienen que matar».
[3] Se citan «conocimiento del juego», «dominio del balón», «precisión en el pase», «ubicación», «acoplamiento», «sentido del desprendimiento de la pelota» y «estado atlético».
[4] También se traspasó ese mismo año a Ernesto Grillo y Ernesto Cucchiaroni, con destino a Milan, y a Rogelio Domínguez dirección Madrid. Los tres se encontraron en la final de Copa de Europa.


Comentarios (42)

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Tuve la oportunidad de leer de primera mano el artículo. Como le comenté por whatsapp a David, me parece uno de sus mejores artículos. Top 3 sin duda. Además de que tengo mucha envidia. A mi este tema me apasiona. Siempre he querido escribir sobre esto y David lo ha hecho de manera fenomenal.

Qué curioso hubiera sido si Argentina hubiera llevado a Suecia el mejor equipo posible, con Sívori y Di Stéfano al mando. Habrían dado mucho de que hablar, sin duda.
La verdad que es un trabajo estupendo el de David, al punto de que se complementa muy bien con sus series ''futbol mulato'' y ''platinismo''. Un auténtico genio.

En lo que respecta a Suecia 58, fue un golpe durísimo para el futbol argentino. Se perdió la esencia del juego conocido ''como la nuestra'', y aparecieron, como dice la nota, técnicos mucho más ''europeizados'' que encontraron el espacio para expandir sus ideas. Obviamente, esto tuvo como punto álgido en las Intercontinentales que jugaron Racing y Estudiantes. Y a partir de ahí, comienza una dicotomía entre el juego ''lindo'' o uno más ''táctico''.

Y si te digo que despues viene el bilardismo vs. menottismo, ufff, dejemoslo ahí. Qué dificil es ser argentino, ni nosotros sabemos que queremos...
Gran artículo.
Y escribo esto quedarme, destacar y también agradecer ese notable gesto de honestidad del autor, del que su texto solo habla muy bien.
Siento que en nuestra mirada (la argentina) existe esa pulsión totalizadora y sintetizante. Para lo bueno y para lo malo que puede provocar. Todo volcado a un absoluto dominante que lo analiza y, quizás, lo explica. Posiblemente esto suceda en todos lados pero aquí se vive de forma descarnada y cruda. Trasparentar el artilugio es imperativo, porque ya todos sabemos que no hay realidad sin artilugio.
Lógicamente hay otras miradas posibles, pero de hacernos cargo se trata ¿no?
En definitiva, allí las pugnas que nos atraviesan, queriendo clausurar para avanzar hacia.
También allí la política, que entonces lo es todo, y la estética, que es política llevada al arte. El Fútbol es una parte más de eso.
Pienso en nuestro nacionalismo (y anti), nuestro peronismo, nuestros militares, nuestra burguesía, ricos y pobres; nuestra identidad, dentro y fuera de la cancha. Nuestra historia, en revisión permanente.
El asidero a ciertos valores (y la imposibilidad de eludir el debate sobre ellos) que en definitiva transparentan ese conflicto latente de querer definirnos por nosotros mismos ante la definición hecha desde fuera. Por cierto, entre los bienpensantes allí no hay nada de malo.
Es que en definición siempre hay tráfico de valoración. Y allí también hay estima (propia y ajena), para lo bueno y para lo malo, de nuevo :)

Lo que es seguro es que nos gusta hablar de nosotros, que es lo que hacemos cuando escribimos. ¿Pero a quien no?
Quizás puede decirse de otra forma: es se deseo de ver el mundo desde los propios ojos y apropiarse de él.
Justo como el fútbol nuestro.

Gracias por tu artículo.
excelente artículo. excelente (tengo que decirlo dos veces)
 
la particular historia de los mundiales es muy cruel con la historia del fútbol argentino, del que creo firmemente que es el único, por encima del alemán y el italiano, que se mira a los ojos como un igual con el brasileño. tener a 3 de los 5 mejores jugadores de la historia no es casualidad. es una escuela
Felicitaciones a David Mata. Como se dice en Argentina, te fuiste al carajo che. Es un trabajo enorme.
Después quería decir que el debate y los comentarios me cambiaron la mañana. Es de un nivel tremendo.
Abrazos.
Impresionante artículo y todavía más si cabe el nivel de los comentarios. No se deja de aprender con vosotros, chicos.

Por cierto, ¿hasta qué punto el aislamiento argentino (con respecto al fútbol europeo), fomenta esa falsa impresión de superioridad? Está claro que los 40 son la época dorada del fútbol argento, con seguramente el mejor campeonato liguero y una producción de talento sin igual. Pero cero roce con otros estilos del otro lado del charco. Eso influye, sin lugar a dudas. Para mí jugar cuatro o cinco partidos en 20 años no es "roce" significativo.

Yo lo comparo mucho con el aislamiento autoimpuesto de los ingleses antes de 1953. Primero porque "eran sobradamente los mejores y todos lo sabían", "que el resto luchen por ser segundos", que les permitió decir no a los Mundiales de preguerra. Luego el "exceso de confianza" que llevó al fracaso en Brasil 50. Luego ya con el primer aperturismo, pero sólo con respecto a selecciones formadas por estrellas extranjeras (Europa, Resto del Mundo), que les permitiese mantener esa primacía ficticia (era imposible que un equipo de estrellas pudiese estar cohesionado. Si Inglaterra ganaba era una victoria sobre los mejores jugadores del mundo, y si perdía era justificable por tener que unirse todas las figuras para derrotarla). Luego las condiciones (un partido ideal se jugaba en Wembley, en noviembre, con clima húmedo), etc.

Hasta que la realidad le golpeó en la cara y ya nunca pudieron negarla. Igual que a Argentina.
Una joya esto. Las felicitaciones al autor.
El resultado de Suecia 1958 fue el razonable, extrapolemos a la actualidad. Supongamos que a la selección argentina, le quitas a Messi, Di María, Agüero, Mascherano, Garay, Higuaín y alguno más. Luego la mandás a un mundial de solo 16 equipos en Europa. En un grupo con el campeón del mundo y 2 equipos europeos más.

Perdió 3-1 con el campeón del mundo en un partido muy disputado, el tercer gol alemán llegó cerca del final y antes Argentina tuvo oportunidades para empatar. Luego le ganó a una seleccion de segundo orden 3-1 cosa que aún hoy con sus estrellas le cuesta.

Lo inesperado o fuera de contexto es la goleada con Checoslovaquia, pero una derrota supongamos 2 o 3 a 1 no hubiera sido un disparate. En ese partido hubieron muy flojas respuestas de Carrizo y los jugadores del fondo y el medio argentino, se ve en los goles, errores en la salida, fallas en los cierres y por lo menos dos goles en los que Carrizo tiene responsabilidad. Eso explicaría en parte la diferencia entre una goleada y una derrota standard.

La cuestión siempre pasó por los nombres. En 1930 y entre 1978 y 2014, Argentina concurrió a los mundiales con sus mejores jugadores. En ese lapso, sus resultados son comparables a los de Brasil, Alemania e Italia. Argentina pierde terreno en títulos mundiales entre 1934 y 1974, ya sea por no participar o por enviar selecciones sin sus mejores jugadores que estaban en el extranjero. Supongamos que en 1958 Argentina llevaba el equipo del '57 más Di Stefano, Vernazza y algún "europeo" más. Por otro lado imaginemos que Brasil vendía a Europa a Pelé, Garrincha, Vavá, Didí, Djalma Santos y Zagallo y no formaban parte de su selección. Es verosímil sostener que el 4-2-4 brasileño los hubiera llevado de todos modos al título y que Argentina con el 2-3-2-3 hubiera hecho una actuación tan espantosa?
@George

Muy de acuerdo con el análisis. Si exceptuamos a Brasil, nadie podía presentar en Suecia un equipo mejor que Argentina, sin haber mediado la fuga de oriundos. Es una barbaridad pensar lo que se podría haber juntado en suelo sueco. Pero incluso con todos ellos, sin la preparación adecuada, quizá no hubieran sido competitivos. En este aspecto, la preparación de Brasil (intensiva, específica, minuciosa), para Suecia 58 contrasta muchísimo con la de Argentina.

Otra cosa que es un poco inexplicable, con respecto a lo que dices, es que Argentina, cuando mejores equipos ha presentado (82 y 2002), hizo un ridículo bastante espantoso, mientras que con elementos más bien mediocres (pero cohesionados), plantó cara e incluso ganó torneos. A esto también ayuda la increíble capacidad del país para producir fueras de serie. No estoy hablando ya de Maradona o Messi, sino jugadores de un nivel algo inferior, generacionales, que son los que realmente marcan la diferencia entre un buen equipo y un gran equipo.
Tampoco me parece bien caerle con todo a Carrizo, en el video se puede ver que de los 6 goles es responsable principalmente del tercero y el sexto en el último minuto de juego. En los otros 4 se ve una defensa y mediocampo de nivel de intercountries. Más allá de que eran jugadores de segundo nivel respecto de los que se fueron a Europa, cometen errores varias categorías por debajo de sus posibilidades. Más que una merma física o de lentitud, se ve muy mala respuesta individual en todas las jugadas. Está claro que no debía ser el nivel real de esos jugadores. Incluso Carrizo 6 años después y próximo a los 40, tuvo una excelente copa de las naciones. Ese partido fue claramente una anomalía en el rendimiento de esos jugadores.
Hola David, entiendo el valor de los testimonios de época de los protagonistas. Pero deberás comprender que disponiendo de videos de esos hechos, se permita revisar tales declaraciones o por lo menos contrastarlas con la evidencia. Por ejemplo la famosa final del '66 está disponible en youtube y se puede ver que aquello del pecho de Carrizo, el agrande de Peñarol y el desmoronamiento psicológico de Amadeo y que se come los goles no tiene tanto fundamento y corresponde más a la bronca de Liberti, así como otras fuentes lo culpan al dirigente de haber generado un clima de triunfalismo y relajación en el entretiempo al hablar de eventuales premios si derrotaban al Real en la final del mundo y otras fuentes hablan de Cesarini acusando a un jugador de traidor que nunca reveló y otros rumores señalaron a Matosas. Pero yendo a lo indiscutible que son las imágenes, la parada de pecho existió, tampoco parece nada del otro mundo y pasó casi desapercibida, no es que se armó un tumulto de jugadores de Peñarol increpando al arquero. Apenas se escuchan unos silbidos de la tribuna chilena unos momentos. Luego el partido transcurre en la medianía con River 2-0 y Peñarol sin ideas claras, hasta que como pasa de vez en cuando en el fútbol, un equipo sin rumbo ni esperanzas encuentra un gol. Hay un tiro de afuera del área que se desvía en la espalda de un defensor, descoloca a Carrizo y entra. Peñarol animado presiona un poco más, tampoco es que lo abruma a River, y llega a través de una pelota parada al empate. Después el partido es abierto, no es que River se cae sino que incluso lo va a buscar y lo pudo ganar sobre el final con un cabezazo de Onega que le sacan casi sobre la línea. Después en el alargue como el empate consagraba campeón a Peñarol, River empieza a arriesgar más y es embocado de contra.

En cuanto al mundial de 1958, de los 9 goles que he visto (no encontré el del partido contra Irlanda), le puedo adjudicar de responsabilidad directa a Carrizo el 3ero de Alemania, el 3ero y el 6to de Checoslovaquia. Creo que si Stábile hubiera llevado a Fillol del '78, hubiera sido eliminado igual aunque sin goleada en contra.

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