No fue casualidad que una de las escasas veces que se encontraron en campo rival, Neymar marcó su gol a pase de Dani Alves. Los dos mejores jugadores brasileños que hubo sobre el césped de Temuco jugaron, como es natural, en bandas opuestas. Desde esta separación se explicó el rendimiento de Brasil: Neymar se quedó solo. Y solo jugó ante la Perú de Gareca, un equipo que dentro de sus limitaciones, dispuso de hombres y marchas para inquietar a una canarinha que jugó con demasiada inseguridad. Dunga debe andar muy mosca.
No hubo indicio de nada parecido al manual dunguista, principalmente por el rendimiento de su centro del campo. Fernandinho, Fred y Elías, ninguno mediocentro, nunca parecieron -tampoco lo fueron- la medular de una Brasil que busca marcar diferencias en su fase defensiva.D. Alves seguirá siendo capital Y no fue tanto su desempeño sin la pelota sino la incapacidad de arropar a Neymar a una altura sostenible como para que su balance tranquilizara a su zaga. El triángulo de centrocampistas amarillos carece por defecto de calidad para trenzar juego. Sin Marcelo, un jugador que compensa por sí solo carencias colectivas para crear ocasiones, Brasil fue simple y llanamente Neymar Jr. De esa incapacidad grupal nació su desequilibrio. Era Willian quien intentaba lanzarse al agua para intimidar a los peruanos al ver que si esperaba la calidad de Fred o Elías, el balón inmaculado no llegaría. Fernandinho, futbolista que aporta cierta luz si cruza la divisoria, era el más retrasado. Desde ahí comenzó a crecer Perú.
Perú aprovechó la debilidad de la medular brasileña
Al desempeñar Neymar función de delantero, el balance de Brasil pedía a Fred en izquierda y Willian en derecha un retorno que asemejara un 4-4-2 de bandas reconocibles cuando el rival se desplegara. Si Brasil quería atacar, necesitaba un Willian muy arriba, así que Perú subía sus laterales, jugaba a pocos toques y encontraba superioridad en la frontal. Fred y Elías quedaban señalados ante tantas atenciones. Por dentro, Guerrero de espaldas; por fuera, dos parejas: Advíncula, y Farfán intercambiando posiciones con Sánchez, ambos con libertad para encontrarse con Lobatón, el más nombrado de los peruanos, y Vargas y Cueva en el costado zurdo. De modo intermitente, aparecía Neymar Jr. Iniciaba, proseguía y finalizaba o mataba las jugadas con sus apariciones. Tácticamente, aquello resultó surrealista, pero el ’10’ de Brasil, en la noche de Sudámerica, desempolva el antifaz y plancha la capa.
A Perú, como a casi todo el continente, se le vieron las vergüenzas cuando su ataque no finalizaba las jugadas. Brasil, sin Marcelo ni grandes lanzadores, miraba a Neymar para que directamente volara de abajo a arriba. Si el ’10’ de Brasil salía de la primera marca, la distancia entre las líneas era amplísima. La zaga peruana miraba desde su campo un ataque con dos laterales proyectados, un primer pivote yendo a por Neymar y otros tres hombres entre el balón y la portería. El de Mogi das Cruces, como en 2011, 2012 o 2013, se iba como una culebra. Los zagueros comenzaban a recular y el mediocentro salía a por el ’10’, generándose un espacio donde Neymar es una carretilla. Como seguía solo, no se cantó ningún gol en situación parecida, hasta que en el 90′, uno de los dos grandes genios de esta Copa América hizo añicos la lógica de un desenlace heroico. Abrazó el balón en el pico del área, se perfiló para el disparo y engañó a seis hombres de una sola vez: la mitad se fue al suelo y la otra clavó la cadera para taponarlo. Neymar la pasó al hombre libre. Qué futbolista.
Sargento García 15 junio, 2015
Dunga debería preocuparse. Si se llegase a lesionar Neymar, cualquiera que pase por ahí y juegue más o menos bien les puede endosar a los de amarillo una preciosa goleada. Lo que vimos fue a Neymar y Alves acompañados de unos meros torcedores vestidos de futbolistas. Casi, casi, igualito que con Felipao en el pasado Mundial, en que el pobre Ney se tenía que ganar el pan superando a sus marcadores y tirarse los centros para sí mismo, porque sencillamente no había juego de equipo. El horror de los brasileños en el gol peruano es algo que ni los Monthy Python o Les Luthiers hubieran imaginado, vea usted.