Cristiano ha vuelto a firmar un año digno de su potencial. Amén de haber batido sus propios récords de goles y asistencias, ha aparecido en muchos de los grandes momentos que el curso le ha presentado. Dominó la Supercopa de Europa, fue decisivo en el primer Clásico, lideró la exhibición en Anfield, doblegó al invicto Pizjuán y, sobre todo, metió en semifinales de la Copa de Europa a un Madrid que, desde que empezaron los cruces, sólo le esgrimió a él como recurso ofensivo. Tres goles y una asistencia frente al Schalke, así como su jugada contra el Atlético en el Bernabéu, acreditan que, básicamente, resolvió las dos eliminatorias. No contento con sus fotos y sus cifras, durante no pocos compases de la campaña, jugó de cine.
Aunque acabase de rodillas.
A comienzos de temporada, se vio el Cristiano más creativo.
Este año, el CR7 más asociativoEn el fútbol todo pasa muy deprisa, así que conviene refrescar la memoria. Una de las frases más ligadas a aquel Madrid de las 22 victorias seguidas rezaba algo parecido a lo siguiente: «es el Cristiano más bonito que he visto nunca». Cristiano, un jugador de relevancia histórica reconocida por unanimidad, siempre tuvo el lastre de carecer de brillo, pues para el gran público, no era ni elegante ni divertido; pero sin embargo, entre el último septiembre y el último diciembre, sí que entró por los ojos de la mayoría. El motivo radicó en que se trataba de la versión más asociativa que había mostrado jamás. Dar pases se había convertido en la base del fútbol blanco, y por consiguiente, también en la del suyo.
La propuesta táctica de Ancelotti, que le llevaba a rotar con James, Bale y Benzema tanto en la línea de mediapuntas como en la de delanteros, y también tanto en la derecha como en la izquierda, se juntó al cambio de estilo que el propio Carlo había implantado, y puso sobre la mesa la aptitud más oculta del luso. Las paredes en el carril central eran una máxima, se alcanzaba la profundidad tanto por dentro como por fuera, y casi todos los goles, suyos o de otros, consistían en empujar un pase de la muerte. Ronaldo no estaba marcando golazos; ni le veíamos trallazos ultra potentes ni esas diagonales desde la izquierda que le definieron durante años; pero es que, en el fútbol que practicaba su equipo, esas acciones apenas cabían. Lo que pedía el Madrid de los dos Puentes era, justamente, lo que Cristiano le estaba aportando. Sin Cristiano, el quizá mejor Real del Siglo XXI hubiera sido imposible.
Cristiano fue en febrero el mismo que en octubre, pero…
Ya en diciembre menguó su nivel, y en la misma línea comenzó 2015. La sanción sufrida tras su expulsión en Córdoba, unida a la eliminación copera que limitó al Real a un solo partido por semana, tampoco le ayudaron, pues Cristiano necesita 180 minutos cada siete días para engrasar su musculatura. Los parones le oxidan. No obstante, luego volvió la Champions y él recuperó su tono. Contra el Schalke 04 en Alemania, frente al Villarreal en el Bernabéu o ante el Athletic en San Mamés, el luso lanzó señales de recuperación optimista. Pero aquí llega lo interesante. Este «7», para ser perfecto, necesita el fútbol del Madrid de octubre. Si su equipo hubiera mantenido su juego, Ronaldo se hubiera salido. Estaba cerca de su 100%. De un 100% que, como antes describimos, puede resultar brutal. Pero a su vez, un 100% que, formalmente, no es el que era. La razón, que ya no intimida a la contra.
Efectivamente, el cuerpo de Cristiano va perdiendo facultades.
Ya sí es humano; ya sí se cansaLa auténtica clave de su cambio estriba en que pierde demasiado oxígeno tras cada esfuerzo explosivo. Quien antaño se pegase carreras de 60 metros a máxima velocidad y luego definiese con suficiencia insultante… ya no existe. Continúa siendo un tipo rápido, pero se cansa si prolonga un sprint. Tras ganar las carreras, sus decisiones son erráticas y sus finalizaciones, impropias de su talla. Esos chuts mordidos y centrados prueban cansancio, mental y físico, tras cada esfuerzo importante.
Cuando más nota el Real la edad de Ronaldo es al contragolpear.
Perdonó la vida a la JuventusPara su equipo, eso ha sido un desastre en tres momentos cruciales: el Clásico del Camp Nou, el Juventus-Madrid y el Madrid-Juventus. En esos encuentros, al Real se le permitió jugar muchos minutos a repliegue+contraataque, y Ancelotti -o el propio grupo de futbolistas- aceptó la invitación porque, con Cristiano, atacar con espacios era casi garantía de victoria. Ocurre que según la disposición de Carletto para estos casos –un 4-4-2 con Bale cerrando la banda derecha-, Benzema ejerce de boya/lanzador y Ronaldo es quien debe romper al espacio. Y justo ahí enmudeció. Ningún encuentro como la vuelta de la Champions lo dejó tan diáfano. La Juve, que ofreció muchísimas facilidades, le regaló no menos de seis transiciones con todo a favor, y las fue desperdiciando una tras otra hasta llegar a la más cruel: aquella en la que rompió la cadera del central y, después, se quedó tan clavado como él, sin poder definir ante Buffon, acabando con un centro a Isco (reflexión: le dio tiempo a llegar a Isco) sin peligro ni razón. Este es el «Caso CR7″.
El Real Madrid deberá cambiar su sistema de contraataque.
Entendiendo que el club diese continuidad al modelo actual, fuera o no con Ancelotti en el banquillo, la lectura de la temporada no puede ser más clara. Cristiano, aparte de seguir siendo una garantía goleadora a la que solo Messi puede contrarrestar, está sabiendo adaptar su fútbol y agudizar virtudes que otrora usaba menos. En base a su nuevo yo, ha realizado exhibiciones que ninguno de sus compañeros, ni ningún posible fichaje merengue, podrían igualar. Sin embargo, al unísono, su repertorio va perdiendo dones. La capacidad para prolongar esfuerzos explosivos sin perder oxígeno, clave troncal de varios de los mejores partidos de su carrera, se ha disipado. En la práctica, el Madrid lo ha percibido con especial ahínco a la hora de contraatacar. Así pues, le toca tomar una decisión: o radicaliza su apuesta por la posesión y se decide a intentar llevar siempre el peso de la misma, o debe cambiar su disposición defensiva de tal modo que Bale, y no Ronaldo, sea su bala en las contras. Futbolísticamente, éste es hoy su mayor conflicto.
Sobre su demarcación ideal, sin novedad. No es delantero centro. No aún. Su calidad rematadora marca diferencias, pero en lo vinculado al juego, todo lo bueno que produce nace en su movilidad; y le es mucho más fácil enriquecerla desde esa posición (entre el extremo y el punta) que Mourinho se inventó para él. Todavía no renta reciclarlo en ariete.
Alfredo 25 mayo, 2015
Sinceramente, pienso que dificilmente se puede no llegar a sentir admiración por Cristiano Ronaldo. Es evidente que se encuentra en un periodo de transición, quizá no sólo futbolísticamente, sino a nivel personal también. Tiene 30 añazos, con todo lo que eso conlleva. Mucha gente opinará lo contrario, pero yo le veo bien. El martillo sigue en su mano. Habrá perdido esa explosividad divina, pero su ajusticiamiento sigue firme y leal, más que a una causa en concreto, a sí mismo. Porque eso es Ronaldo, es un constante juego consigo mismo. Se le ve en los gestos, en su expresividad. El no sólo juega el partido contra el rival, lo juega contra sí mismo, y solamente cuando se ha ganado, es feliz. Este año lo ha vuelto a hacer, fruto de ello ha batido sus propios récords, y provablemente solo haya un par de temporadas en el que esto no haya sucedido. Nunca había visto a un jugador ser tan puntual durante tanto tiempo, es puntualidad inglesa, de Manchester.